Capítulo 12

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La valentía que había tenido antes de entrar por esa puerta se esfumó, la mirada de todos estaba en él causándole nervios. Aun así, se aclaró la garganta y con pasos decididos camino hasta el altar.

— ¿Pero quién eres tú?— pregunto irritada Priscilla.

«Ni siquiera recuerda quién fue el que exorcizó su mansión» pensó el castaño incrédulo.

— Dipper— la voz de Pacífica nunca se había escuchado tan clara y lastimada— ¿Q-qué estás haciendo aquí? ¿Cómo me encontraste?— la rubia no lo aparentaba pero agradecía que él detuviera la boda.

— el papel de un caballero es de rescatar a las princesas ¿Verdad?— hizo una reverencia con sonrisa coqueta sonrojando a la contraria.

— ¡No eres parte de ninguna familia! ¡Fuera de la iglesia!— volvió a exclamar la madre de la rubia.

— lo lamento señora, pero yo no me iré de aquí sin Pacífica— tomo el brazo de la ojiazul atrayéndola quedando atrás de él— nos iremos.

Sujeto su mano caminando a la salida pero todo estaba saliendo muy fácil a su parecer. Esto le daba un mal presentimiento.

Tink tink tink

Sus pasos se detuvieron y cuando giró a ver a la rubia esta estaba cabizbaja sintiendo los temblores que su cuerpo daba. Miro con furia el objeto que la hacía temblar y como la que se hacía llamar su madre le causaba esto.

— ¡Deténgase! No ve lo que causa— Paz tenía sus manos en sus oídos apretando los ojos evitando que las lágrimas pudieran salir.

— Pacífica, regresa aquí y sigue con la ceremonia— ordenó la mayor— solo así los tintineos de detendrán.

Dipper no pensó que algo así pudiera ocurrir, creyó que Paz había superado su trauma con las campanillas pero se había equivocado, se culpó por no pensar un plan más elaborado tal vez así la rubia no estaría pasándola peor que antes.

— ¿Estas esperando una invitación hija? ¡Ven ahora mismo!— se contuvo las ganas de gritar por los presentes que solo cuchicheaban entre ellos la situación.

Algunos se preguntaban si ese chico castaño era su novio o alguien cercano, otros les parecía una falta de respeto intervenir con un evento glorioso y así. Pero Dipper no se iría sin Pacífica, no importara que pasara.

— Di-Dipper— su voz temblorosa y aguda habló, el castaño de acercó a ella y la rubia solo pudo aferrarse a él con todas sus fuerzas pidiendo en silencio que todo acabara— d-debo hacerlo— sin embargo, sus palabras decían lo contrario.

— claro que no— le acarició su mejilla con dulzura y pena, limpio sus lágrimas que aunque no mostrara una mueca de dolor Estás salían sin parar— todo caballero tiene a una princesa y tú eres la mía.

Le sacó una pequeña sonrisa a tal desdichado rostro.

— ¡Preston haz algo!— ordenó Priscilla con rabia pero este solo podía sentir un enorme vacío en su ser— ¡Idiota bueno para nada!— con furia camino hasta los jóvenes y tomo a la chica del brazo lastimándola en el proceso.

— ¡Ma-Madre me lastimas!— se quejó aferrándose al brazo de Dipper con fuerza— ¡Suéltame! No quiero esto.

Logró zafarse de su agarre corriendo detrás del castaño.

— ¡Eres una Northwest y harás lo que yo diga!— chasqueo los dedos y unos guardias aparecieron sujetando al castaño de los brazos dándole un golpe para que deje de resistirse.

— ¡Déjenlo! ¡¿Pero qué creen que hacen?!— sintió un golpe en su mejilla perdiendo el equilibrio por unos instantes.

— deja de avergonzarnos más y has lo que te digo— todos los presentes dejaron de respirar por tal escena, sin duda era algo que no olvidarían nunca.

La mayor tomo la muñeca de su hija y a regañadientes la llevó hasta el altar donde el prometido no sabía que decir.

— por favor padre continúe— pidió con amabilidad casi lanzando a la rubia, el padre tragó seco y con titubeos quiso retomar la palabra.

— ¡No lo hagas! No pueden hacerle esto— otro golpe para que se callara pero Dipper no se daría por vencido tan rápido aunque recibiera miles de puñetazos no dejaría que esto sucediera.

«Perdóname, Dipper» dijo para si con un nudo en su corazón.

Un fuerte claxon dejo a todos aturdidos y de la entrada llegó un anciano con fachas de ser estafador.

— ¿Dipper?— busco por todos lados— ¡Ahí estás!— dijo viendo al castaño apresado por dos guardias, volvió su vista a la rubia que seguía en el altar— un trabajo Dipper, tenías que hacer un solo trabajo.

— ¡Stan!— exclamó con el poco aire que le quedaba.

— ¿Y ahora que quiere? Su familia ya nos ha arruinado la ceremonia ¿A qué juegan?

— señora no hay que ponernos agresivos, solo estoy aquí para recoger a mis sobrinos— comentó con simpleza.

— ¿Sobrinos? Solo tiene al descarado de ahí— apunto hacia el castaño mirándolo con desprecio— ¿Acaso la niña irritante también está aquí? Ambos gemelos son un dolor de cabeza incurable.

Un silencio se hizo presente, Pacífica estaba atónita... Sus padres sabían sobre Mabel, sabían que había fallecido y aun así su madre se atrevió...

— padre no les haga caso, continúe— pero el padre tampoco quería seguir ahí uniendo algo que nadie quería.

— ¡Es suficiente!— gritó la rubia, Priscilla suspiró y sacó la campanilla de nuevo. La ojiazul se giró y le arrebató el objeto de sus manos lanzándolo al piso y pisándolo con todas sus fuerzas.

— ¡Niña estúpida!— antes que pudiera darle otra cachetada, Pacífica retuvo su mano en el aire— ¡Suéltame insolente!

— ¡La única insolente eres tú! Hablando así de una difunta, ¡eres un monstruo! Mabel es mi mejor amiga ¿Entiendes? No te permitiré que hables de ella— su respiración agitada y sus mejillas rojas hicieron temblar a la mayor.

— ¿Entonces que otra sobrina puede tener ese hombre?— se refirió a Stan. Este contuvo su enojo y ganas de violencia para responder con su tan característico estilo de enojar a las personas.

— yo me refería a Pacífica, Pacífica Pines.

La luz eternaWhere stories live. Discover now