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Esa tarde, padre e hijo decidieron dar una vuelta por el patio real, tal vez el aire y las plantas calmarían los llantos del más joven, que se hallaba en una especie de pánico. Miedo era lo que sentía. Miedo a ser descubierto... No, más bien tenía miedo a que lo rechazaran después de descubrirlo, a que su padre lo dejara de lado y lo entregara a las manos de la gente que lo juzgaría y maltrataría, ahora no por sus defectos, como la cicatriz en su rostro, sino que por un hecho contundente que ocultaba desde que el mismo se dio cuenta... No quería que lo condenaran solo por su gusto por los hombres, pero ahora más que nada, no quería que Taehyung sufriera alguna consecuencia por este descubrimiento reciente de su padre.

— Hijo...— llamó el anciano, de forma cariñosa, lo cual calmo la respiración y los nervios que brotaban dentro de yoongi.— creo que tienes algo que contarme...¿No es así?— inquirió, mirando a los ojos cristalizados del pálido y apoyando una de sus manos en su hombro.

Yoongi bajó la cabeza.—¿A que te refieres?— se atrevió a preguntar, teniendo la esperanza que su miedo solo sea a causa de una confusión, y que todavía quedé esperanza de no haber sido descubierto... Pero no fue así.

— Yoongi, a ti... ¿Te gustan los hombres?— habló directamente el padre, bajando un poco su voz, temeroso de ser oído. Yoongi sintió que el aire se le quedó atascado en la garganta y su cuerpo no podía reaccionar.

Estaba sucediendo... Sabían su mayor secreto.

— y-yo...— tartamudeaba el pobre príncipe, intentando no quedarse sin voz y decir alguna mentira que pareciera creíble. Pero a estas alturas simplemente no pudo.— sí...— afirmó para dejarse caer al suelo y hacer una reverencia completa frente a su padre.— lo lamento, lo siento mucho, en serio, perdón por haber nacido así... Yo simplemente no pude controlarlo, perdoname por decepcionarte...— las lágrimas no se hicieron tardar, caían por las mejillas de Yoongi y nublaban su vista. Sentía como su corazón se apretaba y su estómago se contraía con cada palabra dicha.

El de verdad lamentaba esto... Preferiría no haber nacido antes que su padre le diera la espalda.

Pero en vez de una espalda, recibió una mano, que lo ayudó a ponerse de pie. El príncipe, confundido miro a los ojos amorosos de su padre.— Yoongi, no debes disculparte...— el anciano acarició los cabellos de su hijo, con una sonrisa triste por verlo llorar.— parezco anticuado, pero durante la vida he aprendido que al corazón no se le puede controlar, y que por más que intentes, no puedes ignorarlo.— secó una lágrima que caía por la mejilla de su único hijo. Le dolió demasiado verlo en el suelo pidiendo perdón por algo que estaba fuera de sus manos.

—¿P-por qué..?— murmuró el pálido sin entender la razón por la cual su padre no le decía todo lo que pensó que le diría, sino que lo contrario.

El anciano sonrió comenzando a recordar viejos tiempos.— tu madre antes de su partida me dejó muchas enseñanzas ¿Sabes?— comentó, como presumiendo a su difunta esposa aún cuando ya no estaba más en este mundo. Suspiró.— tú y ella son lo que más he amado en este mundo... Y gracias a ella entendí que no debemos vivir una vida vacía y sin amor solo porque el resto piense que está mal cómo vivimos...— entonces Yoongi vió un rayo de esperanza, que se desvaneció con las siguientes palabras de su padre.— lamentablemente son pocos lo que piensan así... Hijo, yo no quiero perderte, no quiero que te hagan daño solo por esto.— el rey abrazo a Yoongi, sabiendo que era lo único que le quedaba.

Entonces Yoongi entendió su petición, y su rostro se deformó en una mueca inentendible, intentando forzar una sonrisa para calmar a su padre, pero sin lograrlo por la tristeza que cubrió su alma. Se separaron de abrazo.— Yo... Lo mantendré en secreto ¿Sí? Nadie más lo sabrá... Me casaré con YoungMi y viviré como si la amara, no causaré problemas, lo prometo.— el príncipe hizo una dolorosa reverencia, pero lo que dolía no era su cuerpo, ni su espalda por doblegarse, sino su corazón y alma por aquella promesa.

Su padre lo miró con preocupación, y forzó una sonrisa, para luego palmear la espalda de su hijo como fin a su conversación. Intentó irse, con el dolor de saber el cruel destino de su hijo, pero se dió cuenta de unos hombres comenzando a rodearlos.

Yoongi se puso alerta. No tenía miedo de que hayan oído pues recién los vio salir al patio, pero si temia del daño que podrían hacerle a su padre y a él. Eran alrededor de cinco hombres, guardias reales que había visto antes. Ambos habían confiado en ellos y ahora resultaban ser traidores.

Yoongi no portaba ningun arma... Ni siquiera una simple navaja. Y ni hablar del rey, que lo único que atinó a hacer fue tomar la mano de su hijo, y comenzar a correr de aquellos hombres que los seguían con espada en mano.

—¡Malditos traidores!— gritó con furia el rey, mientras daba su mejor esfuerzo para salir de ahí corriendo.

Pero entre tantas vueltas, llegaron a un rincón, no había salida, ni salvación. El joven príncipe, en un intento de salvar a su padre de ser atacado, se acercó sin advertencia al primer guardia que vió y le golpeó en el rostro, logrando que este se girará. Luego observó con velocidad a los demás y les lanzó patadas, esquivando cada espadazo que intentaba matarlo.

— ¡padre, escapa!

— p-pero Yoongi...

— ¡QUE ESCAPES MALDITA SEA!— Gruñó, quitándole la espada a unos de los tipos que había dejado aturdido con unos cuantos golpes. El rey a mala ganas salió corriendo en busca de ayuda.

— ¡GUARDIAS!¡GUARDIAS!— exclamó, llamando al resto para que vinieran al rescate, pero al parecer todo estaba tan bien planeado, que no se encontraba ningún otro guardia realmente cerca para llegar de inmediato, sino que estaban al otro lado del castillo.

Yoongi aún estaba ahí, metido en una lucha dispareja. Cinco hombres contra uno que apenas tenía un arma. Entre golpes e intentos de cortarle el pescuezo, mientras el pálido aguantaba y esquivaba las espadas, se acabó el tiempo.

Claro, todo era de imprevisto y los cinco hombres ya tenían las cosas bien planeadas, así que era predecible que eso pasaría. Yoongi había recibido un fuerte golpe que hizo que su espada robada saliera volando, y lo dejó tirado en el suelo. Trastabilló y se arrastró con miedo hasta chocar con una pared... Y ahí, viendo a esos cinco hombres acercarse lentamente como si fueran animales a punto de devorar a su presa, creyó que sería el fin de su vida.

The Scar «Taegi/Yoontae»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora