Uno

8.1K 228 2
                                    

Alba Reche no podía recordar ni un momento en el cual su familia no odiara a los Lacunza. La belleza de ello era que había un montón de ellos para odiar. Justo cuando comenzabas a sentirte ambivalente hacia ellos, uno de ellos aparecía y hacía algo de mierda y el odio volvía a encenderse. 

Estaba Juan, el abuelo, un viejo cascarrabias que tiraba piedras a los gatos que entraban en su patio. Luego estaba María, su hija. La mamá de Alba nunca ha dejado de recordarle a la gente sobre el momento en que María había dado un codazo delante de ella para asegurar la última hogaza de pan fresco en la panadería. ¿Y el padre, Mikel? No era muy malo, pero era bastante débil, así que los Reche lo odiaban por principios generales.

Y había un montón de hijos a los que odiar, mientras que los Reche eran 3, los Lacunza eran 4. Tres chicas y un chico. Aunque la mayor, una chica, se había ido. Ella había volado del gallinero hace un tiempo, desapareció quién sabía dónde y no había sido vista en Elche por un tiempo. Alba no conocía a esa chica. Ella sólo conocía el resto de la manada de animales.

Dios, cómo los odiaba. 

Desde lejos, obviamente. 

Ella nunca había tenido ningun encuentro con ellos. Ella fue adoptada, aterrizando con los Reche a la edad de diez años. A los dieciocho años, todavía tenía que ponerse al día. Pero ella sabía que era solo cuestión de tiempo antes de unirse a la tradición y tener su propia carrera con un Lacunza. Ella casi lo deseaba.

Como dijo Nana Reche, había una pelea entre las familias ya desde que la peste bubónica era sólo un resfriado.

"Pablo Lacunza comenzó todo" explicó una noche de verano después de que cerraran el café, mientras que Alba trapeaba el piso.

"Mi abuela me lo contó, así como ahora te lo cuento yo a tí" Nana Reche dijo amablemente mientras se sentaba en una de las mesas, estudiando detenidamente los recibos, haciendo sumas en su calculadora gigante. Ella se encargaba de llevar los libros delcafé, habiendo sido contable en su vida laboral. La abuela todavía echaba de menos las matemáticas, pero mantuvo su mano ayudando al negocio familiar de su hijo y su nuera, asegurándose de que mantuvieran sus cabezas por encima del agua.

Miguel podía cocinar de todo y Rafaela Reche era buena con la gente, pero ninguno de los dos tenía lo que se llamaría una cabeza para los negocios. Es por eso que Alba había ido a trabajar allí después de su graduación, no podían permitirse pagar un salario a alguien más. Pero a ella no le importaba, le gustaba trabajar en el negocio familiar. Especialmente cuando su abuela estaba en el estado de ánimo de contar historias.

"Era por una mujer; ¿no lo sabías? Alicia Gómez. Según todas las historias, ella fue la Helena de Troya de Elche."

"Ángel Reche, tu tatarabuelo, la vio en el mercado y dijo allí mismo que algún día iba a casarse con ella. Y él comenzó a cortejarla, como lo hacían entonces. Todos muy caballerosos. Llamando a la familia para el té, trayendo pequeños regalos. Nada como lo que has visto nunca, no como esos chicos en el parque – llamando guapa a cada chica que pasa con cara de simios viendo como se mueven" dijo con un movimiento de su cabeza y Alba luchó contra el deseo de reír por el asco en la cara de su abuela.

"Entonces, ¿Qué pasó?", preguntó Alba, parando su oficio, en ascuas a pesar del desvío.

"Pablo Lacunza sucedió" Nana dijo con una mueca mientras seguía escribiendo en su calculadora.

"Él era, al parecer, un buen partido y en un pestañeo le prometió el mundo, pidió su mano. Y ella se la dio."

Alba empujó el trapeador, decepcionada. "¿Eso es todo?"

A cualquier otra parte...Where stories live. Discover now