0. Confesión

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Prólogo
Confesión
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Para nadie era un secreto que el hijo de Hades, era un solitario chico con una extraña afinación por las hamburguesas de Mcdonalds y el color negro, que era lo más destacado en su ropa

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Para nadie era un secreto que el hijo de Hades, era un solitario chico con una extraña afinación por las hamburguesas de Mcdonalds y el color negro, que era lo más destacado en su ropa.

Nico Di Angelo, como ya era su costumbre se encontraba en el pequeño arroyo, que atraviesa el bosque rodea al campamento mestizo, esté estaba entretenido limpiando la hojilla de su espada oscura.

Desde que había perdido a Bianca, él jamás volvió hacer el mismo, aunque actualmente no estaba solo, dado que contaba con algunos amigos, que ha hecho después de haber tenido tantas misiones, los había aceptado y uno de esos amigos era el rubio, hijo de Júpiter, que sabía su más grande secreto.

El pelinegro estaba tan entrenamiento en lo suyo que no se había percatado de otra presencia allí, hasta que está persona se le sentó a un costado, sobre el tronco en el que estaba sentado.

La rubia cabellera de la hija de Atenea danzaba por la pequeña brisa del viento, sus ojos grises lo examinaron en busca de algo, no obstante, ella estaba ansiosa aunque no lo demostrará.

El hijo de Hades, extrañado por la situación, le miró, su ceño se frunció, en un gesto que hace de manera inconsciente, cada vez sentía que las cosas no andaba bien.

—¿Qué quieres?—refutó molestó, bajando la espada que tenía entre sus manos.

Annabeth, se hizo más pequeña en su sitio, ella mejor que nadie ya había analizado las posibles reacciones del pelinegro, pero eso no la detendrá en contarle, lo que la ha hecho venir hasta acá.

—¿Sabes? Una de las hijas de Afrodita está interesada en ti—La voz de la hija de Atenea fue calmada.

Un sonido metálico resonó causado por el impacto de la espada contra la superficie terroso, el pelinegro estaba estático en su lugar, con los ojos muy abiertos debido al asombro.

Tuvo que aclarar su garganta para poder hablar:

—¿Qué?—preguntó, volteando a mirar a la hija de la sabiduría.

—Charlotte, esta interesada en ti—habló.

El chico Di Angelo, se quedó en completo silencio lo único que se escuchaba eran los sonidos provocados de la naturaleza, mientras su cerebro trataba de procesar la confesión.

—¿La chica, alta, de cabellera rubia y ojos verdes?— preguntó, confundido.

—Sí, la misma—afirmó, Annabeth escogiendo sus hombros.

Para el príncipe de los fantasmas era completamente imposible que una hija de Afrodita, estuviera interesado en alguien como él, por lo tanto, se acercó a la rubia mientras levantaba su mano y le tomaba la temperatura, a lo mejor ella estaba enferma y alucinada.

La listilla, simplemente rodó los ojos al darse cuenta la reacción de él.

—¿Estás enferma? o ¿Percy, te dejó?—concluyó con aquellas dos preguntas el chico.

Annabeth abrió sus párpados de par en par por la sorpresa causada al escuchar tales preguntas, ella negó varias veces con la cabeza para darle un suave golpe en el brazo de él.

—¡Ninguna de las dos opciones!—exclamó, mientras movía sus manos exagerada.

El azabache giró su cabeza mirando en dirección a ella, esta situación le estaba llegando a molestar, de seguro era uno de esos rumores cotidianos entre los demás campistas semidioses.

—Sólo te lo digo, porque ya me tienen harta las de la cabaña de Afrodita—Bufó, por lo bajo con una mueca en sus labios.

—Siempre me preguntan por ti—agregó para ponerse de pie.

El rostro del pelinegro no cambio en absoluto, siendo una perfecta mezcla entre el enojo, confusión y sorpresa. Desde aquella vez que se encontró con el Dios menor Eros hacía quedado claro que a él no le gustaban las chicas.

Aquella pregunta rondaba con veracidad su cabeza, conocía a la perfección la grandiosa fama que tenían las hijas de la diosa del amor.

Creídas

Coquetas

Guapas

Aún no le cabía duda que alguien con esas cualidades le interese un hijo de Hades, un chico oscuro para muchos.

—No me interesan las chicas— la voz de Nico sonó como un pequeño susurró.

Sus oscuros ojos yacían fijos en el rayuelo, aún siendo inaudito lo que acababa de oír.

Annabeth no mencionó ni una sola palabra simplemente se marchó sin ni siquiera despedirse.

—Las chicas son raras—murmuró, encogiéndose de hombros.

¿Charlotte, interesado en él?

Era realmente imposible, esa chica rechazaba a todo aquél que se le confesara, ella vestía ropa de Channel y siempre olía a perfumes de Victoria Secret.

Lo único resaltantes en esta situación era la forma en que ella lo miraba diferente, hasta podía aludir que le dedicaba sonrisas tímidas cada vez que cruzaban por el camino. De sus finos labios se escapó una sonora carcajada, mientras negaba con la cabeza.

«Imposible» pensó, entre risas.

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Aquí esta el prologo de esta nueva historia, espero y les guste mucho.


𝐄𝐧𝐚𝐦𝐨𝐫𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐚 𝐃𝐢 𝐀𝐧𝐠𝐞𝐥𝐨 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora