II. Cambios notorios

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Capítulo Dos
Cambios Notorios
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pelinegro se encontraba frente a un espejo, Nico se observaba a si mismo detallando cada uno de sus rasgos ya más de hombre

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pelinegro se encontraba frente a un espejo, Nico se observaba a si mismo detallando cada uno de sus rasgos ya más de hombre.

Su piel pálida como la de un muerto, irónico dado que él era "El príncipe de los fantasmas". Algo que particularmente no se le borraba de su rostro eran esas negras bolsas bajo sus ojos oscuros.

Era cierto que había crecido últimamente, su cuerpo ya no era el de un niño, su abdomen un tanto marcado, debido al entrenamiento constante, su espalda estaba ancha, aunque su contextura fuera delgado estaba perfectamente equilibrado.

Tal vez podría ser modelo de ropa.

En sus labios se formó una mueca de disgusto.

No obstante, unos tenues golpes en la puerta principal captaron su atención, le sorprendió el hecho de aquel acontecimientos dado que nadie se atrevía a tocar la puerta de la cabaña trece por miedo a él.

Camino como si de un zombie se tratase, con tan solo abrir la puerta unos tenues rayos del auto de Apolo chocaron contra su rostro, provocando automáticamente que el hijo de Hades fruncio el ceño por la luz.

Al adaptarse con el entorno del exterior, dirigió sus ojos oscuros a la persona que irrumpió su momento de paz. Sin embargo, su sorpresa no se hizo esperar al ver a la campista que estaba en frente suyo.

Era la hija de Afrodita.

—¿Qué pasa, Charlotte?—le preguntó, mientras pasaba su mano derecha por su desordenado cabello azabache.

La hija del amor, tenía la mirada baja, específicamente sobre el suelo, a la vez que, se mordía el labio inferior como gesto de nerviosismo.

—Yo vine a decirte que es hora de desayunar— la voz melodiosa de la chica, resonó como un hilo.

Algo que no paso por desapercibido por el hijo de Hades, fue el leve color carmesí en las mejillas blanca de la rubia, cualquiera que no la conozca diría que ella era tímida, pero Di Angelo sabía lo atrevida que podía llevar a ser Charlotte.

«Tal vez sea por que estoy sin camiseta» pensó, el pelinegro.

Él necesitaba comprobar esa teoría por si mismo, se inclinó hacía adelante, apoyando su brazo en el marco de la puerta quedando a escasos centímetros de distancia entre ambos.

Por otra parte, la chica de ojos verde esmeralda levantó la vista de suelo de madera del porche para conectarlos con los azabache de él, ella se estremeció por completo, su corazón se acelero como demente contra su caja torácica, un ligero temblor se apoderó del cuerpo de la hija de Afrodita.

Ella se sentía tan cautivada como intimidada.

En los labios del pelinegro se formó una sonrisa enorme de satisfacción, le sostuvo la mirada por un largo tiempo, él era el causante de aquella reacción en ella.

𝐄𝐧𝐚𝐦𝐨𝐫𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐚 𝐃𝐢 𝐀𝐧𝐠𝐞𝐥𝐨 ✓Where stories live. Discover now