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Abrí la puerta de la casa de mi madre, y me hice a un lado para que pasara Elisa y Manuel con mi vieja agarrada del brazo. Cerré la puerta y dejé la pequeña mochila que llevé al hospital para que se cambiara mi madre en la mesa del salón.

Pasó dos días desde que la ingresaron, y en esos dos días hicimos turnos para no dejar a mi madre sola. Elisa en todo momento me acompañó, se quedó a dormir en la habitación conmigo cuando me tocaba el turno por más que me negara a que se quedara, preferiría que se quedara en casa a que durmiera en la cama en vez de un sillón pequeño e incómodo, que lo único que te daban era una pequeña almohada y una manta.

Esos pequeños actos los agradecía internamente, con tan simples actos aumentaba los sentimientos que sentía por ella. Y no sé si era bueno que me dejara llevar por lo que sentía y disfrutarlo o refugiarme de los sentimientos, no quería acabar mal a lo tonto, más que nada porque tiene algo con Daniel aunque me dijera que no tenían nada. No quería resultar herido.


- Tené cuidado al sentarte, no hagas movimientos bruscos- ayudó Manuel a mi madre a sentarse en el sofá

- Puedo hacerlo solita, no tengo ninguna enfermedad que me pueda impedir moverme por mi misma- se defendió y mi hermano lo miró mal. Elisa y yo conectamos miradas y nos reímos en bajo

- Lo hacemos por tu bien vieja- intervení acercándome un poco a mi madre

- Igualmente os doy las gracias por estar atentos conmigo, pero se valerme por mí misma, se cuidarme- mi hermano bufó y se cogió el tabique de la nariz

- Mirá que sos cabezota- negó con la cabeza- Nos da igual lo que nos digas, vamos a estar encima de vos todo el rato

- Yo me quedaré unos días acá así que nos tendrás encima cuando Manuel no esté aquí- miré a Elisa y luego a mi madre

- Sois re pesados- bufó mi madre y cogió el mando de la tele- Eso sí-nos miró a Manu y a mi- Os vais a encargar de tener la casa limpia, ya que yo no puedo hacer movimientos bruscos y tengo que estar en reposo- se hundió de hombros mirándonos graciosa. Yo alce una ceja y miré a Manu que la miraba un poco sorprendido- No me mires así jovencito- se escuchó una pequeña risa de Elisa- Quiero ver la casa impoluta

- Si si, ya sabemos- bufó mi hermano y yo largué una pequeña carcajada


Mi madre también se rió y se giró a ver la tele. Miré por la ventana unos segundos, hacía muy bueno y todavía no era de noche.


- Elisa- la llamé poniendo ella su atención en mi. Se me había ocurrido una cosa- ¿Por que no salimos a la calle y te enseño el barrio? Hace muy bueno y así matamos un poco el tiempo hasta que se haga de noche- sugerí proponiendo mi idea que tenía en mente

- Me encantaría- sonrió contagiándome a mi. Miré a mi hermano que me miraba pícaro y luego a mi madre que tenía una sonrisa en la cara, bastante siniestra a decir verdad. Puse los ojos en blanco

- Luego en un rato volvemos- avisé e ignoré las miradas de los otros. Elisa me siguió y salimos los dos de la casa de mi madre- Te voy a llevar a una heladería cuando era pequeño, los mejores helados que he probado en mi vida- exclamé como un niño pequeño, causando la risa de mi acompañante

- Como un niño pequeño sos- negó mordiéndose el labio reprimiendo una sonrisa


Seguimos caminando hasta divisar al final la pequeña tienda. Al llegar entramos en la heladería y en seguida apareció una señora bastante mayor con un delantal y un sombrerito. Era la misma señora que nos atendía cuando yo era pequeño, lo único que ha envejecido bastante desde la última vez que la vi, hacía muchos años que no pasaba aquí.


- Buenas, ¿que queréis?- dijo la señora amablemente limpiando sus manos en su delantal

- Yo un helado de vainilla- contesté

- Yo uno de menta granizada- hice una mueca de asco al escuchar la respuesta de Elisa. Para mi era el peor sabor que había

- En seguida os lo traigo- asentimos y la señora se marchó de nuestras vistas

- ¿Por que pusiste esa cara de asco?- inquirió y yo reí

- Anda que no hay sabores de helado que cogiste el peor- dije obvio y ella puso su mano en el pecho haciéndose la ofendida

- Fue a hablar el más indicado, el que se pide un sabor de lo más típico y nada novedoso- puse los ojos en blanco con una sonrisa

- Pero está más bueno que esa basura- la señalé

- Retiralo- ahora fue ella la que me señaló

- Me niego- negué cruzándome los brazos y justo apareció la señora con nuestros helados

- Aquí tenéis- nos extendió nuestros helados


Yo dejé mi helado en la mesa y la pagué con un billete los dos helados, cogió el billete y se fue para volver con el cambio. Guardé el cambio y cogí mi helado para salir ambos de la tienda.


- Tengo otro lugar que te va a encantar- hablé pensando en aquella plaza que iba con mi hermano de pequeños

- ¿Pilla lejos?- preguntó y yo negué

- Está relativamente cerca- contesté y ella asintió mirando al frente


Empezamos a caminar comiendo nuestros helados mirando las tiendas que había alrededor nuestro, tanto ropa como comida o artículos de decoración. De lejos se podía ver la plaza con los bancos y un poco del lago. Nada más llegar al lugar Elisa se sorprendió, la verdad es que era un lugar increíble, además de las vistas que había. Justo estaba anocheciendo y se podía apreciar el atardecer, iluminando el lago y el resto de los bancos donde había más gente.


- Es precioso Tin- miró el paisaje y luego a mi. Tenía la cara iluminada de los rayos de luz de un color anaranjado, apreciándose más su preciosa cara y resaltando más sus ojos grandes

- Aquí venía con mi hermano de pequeños- nos sentamos en unos bancos y dejé la tarrina vacía debajo del banco para después tirarlo cuando nos fuéramos


La miré y estaba sonriendo al frente para después de unos segundos mirarme a mi.


- Gracias por traerme acá- sonreí

- No hay de que- miré al frente disfrutando de las preciosas vistas


Un silencio se hizo presente entre nosotros, un ambiente tranquilo y relajante era lo que se podía apreciar y sentir. Tanto el uno como el otro disfrutaba de las vistas que había.

Un carraspeo interrumpió el silencio que había.


- Valentín, se que no es de mi incumbencia...- se quedó callada y la miré- ¿Que es de tu padre? Desde el primer día que te conocí no hablaste en ningún momento de él- miré al frente y suspiré- No hace falta que contestes, era algo que me generaba duda- dijo en ese tono tan bajo y suave difícil casi de escuchar


La miré y luego miré al frente. Daniel y Sol sabían lo de mi padre y Elisa no iba a ser una menos, se merecía saber parte de mi pasado.


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