LÁGRIMAS DE ORO.

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CAPÍTULO 5.

Me ha humillado delante de Candy

La sangre le hierbe de la ira. Después de haber escuchado a la tía abuela, estaba claro que Candy no sería suya.

Aquel último pensamiento le hizo pensar de nuevo en Candy. Ella era la única persona, de su pasado y de su presente, que se enfrentaba a él cara a cara. No se acercaba a hurtadillas en un callejón oscuro, ni se andaba con jueguecitos. Para él, Candy pertenecía a una categoría única. También habría podido decirse a sí mismo que Candy estaba en deuda con él, por haberlo tenido en vela durante muchos años. Deseando que ella lo viera como miraba a Anthony. Quizás que Candy le debía, el haberse comportado como un caballero cuando la tuvo a su merced. Candy se había expuesto desmayandose debajo de su cuerpo, y él estupido, no pudo tomar su inocencia. Cuándo Candy despertó, Neil la tenía en la cama con las sábanas manchadas de gotas de sangre. Entonces Candy creyó que él la había violado. Neil prefirió confirmarlo.

No le dije que era mí sangre

Consecuencia de los arañazos que Candy le había hecho al resistirse.

Así por lo menos la tendré por las malas.

Pero la muy maldita hechicera sé habia hecho novia de Anthony, amenazándolo con ir a la policía sí volvía acercarme a ella.

Si alguna vez Candy descubría alguna prueba concluyente de lo que había sucedido, mejor dicho de lo que no sucedió, conseguiría que lo metieran preso costara lo que costara. Sin embargo, en aquel momento no sabía lo que sentía, salvo que tenía ganas de vengarse. Neil odió haber conducido hasta Chicago. Había perdido la oportunidad de quedarse con Candy en el hotel.

Perdimos una noche juntos, Candy

Neil apretó los dientes. Candy había ido demasiado lejos. Sin siquiera pensarlo, Candy había aceptado a otro. ¿A olvidado que es mía? Tal vez fuera cierto que él no le gustaba. Incluso que ella lo despreciaba.

No importa, sólo hay que tener paciencia, Candy me será fiel toda la vida. Por qué cuando intente revolcarse con otro, será mí rostro quién sé lo impida

Estaba claro que debería haberle dicho que no a Terry desde un primer momento. ¿Pero qué le habría dicho Terry a la tía abuela, para dejarla así tan rápido en sus manos?

En aquel momento, sin embargo, ya era demasiado tarde para sacar conclusiones o retractarse. Candy cierra los ojos con fuerza y reprime sus sollozos. Todo el mundo iba a pensar que se había casado con un millonario por conveniencia. Y lo peor de todo, lo más amargo, era que se había vendido. Tal vez el dinero de Terry no fuera a parar directamente a su bolsillo, pero era ese dinero el que había motivado sus decisiones.

Tampoco había nada que ella pudiera hacer. Candy White no incumpliría su palabra. De hacerlo, sería una deshonra para si misma.

Cuál fuera el siguiente comentario entre ambos fue interrumpido por Jefferson.

—Vamos a estar dos días en Nueva York —le dijo a Terry. Jefferson miró a Candy. — Él juez que tenía que presentarse para casarlos, a hora mismo tuvo una emergencia familiar.

Maldita sea —murmuró Terry. Él había preferido salir cuanto antes de Nueva York. Llevándose a Candy con él, por supuesto.

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