LÁGRIMAS DE ORO

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CAPÍTULO 19.

La tristeza de Candy era palpable. Se podía mascar la angustia, y el miedo a lo que podía ocurrir. En cuestión de segundos Candy esta acobardada. Candy vive en una nube negra y pesada y, en ciertos momentos. La situación le parecía surrealista. William, su padre, no había vuelto a hablar. Aunque en pocas ocasiones abrió los ojos, solo eran un par de segundos, Candy sufría por dentro, pero aguantaba con toda su fuerza las lágrimas, Candy tiene que ser fuerte, Candy le prometió que no iba a llorar y lo estaba cumpliendo. Archie estaba preocupado no solo por William también está preocupado por Candy . Candy no comía, no estaba durmiendo. Archie le insistio que saliera un momento para comer que el se quedaría con el abuelo pero Candy se negó. Archie tubo que dejar de insistir, Por otro lado Archie tenía que ir a Andley Inc, por una junta de socios menores que no se podía ignorar.

Archie dejo a Candy sola con William prometiendo que regresaría en cuanto terminará la junta. Candy había aceptado con un moviendo de cabeza.

Candy sólo quería estar cerca de William, quería hacerle saber a su padre que estaba junto a él, mientras le contaba historias que sabía que le gustaba oír en la habitación del hospital

William sólo abría un poco los ojos muy de vez en cuando y la miraba. No tenía fuerzas para más. William pasó otro día sin ninguna mejoría, Para Candy era un día lleno de amargura en el que no se consolaba, desgraciadamente mientras esperaban con resignación la terrible realidad, Candy no se había separadó más de cinco metros de su lado, pero en un momento tubo que salir de la habitación de su padre para que las enfermeras se encargarán del aseo personal de su querido padre .
P

or desgracia cuando los problemas llegaban siempre venían acompañados.


En el pasillo que recorría Candy no había nadie, Candy tiene unas ganas terribles de gritar, sentía un nudo en la garganta, y un estómago muy vacío y adolorido por la falta de alimentos. Se puso en marcha y siguió caminando. Cada vez la partida de William estaba más cerca, y cada vez, ella tenía menos fuerza para no llorar.

No debía llorar, Candy no debía llorar. Llorar desgastaba, le quitaba energías, y Candy las necesitaba.

Elroy Andley fue la primera en llegar. No tubo necesidad de buscar a Candy, Elroy Andley se detuvo en seco quedando de piedra. ¿Aquella mujer era Candy? Elroy tenía que reconocer que la muchacha destilaba una imagen de dama refinada y de buen gusto. Elroy sacudió la cabeza, se acercó con su paso seguro, y distinguido, como debía hacerlo una dama. Ah, pero estaba tan enojada que los metros que la separaban se le hicieron eternos. Cuándo estuvo a menos de un metro de Candy, Candy levanto la mirada quedando blanca como el papel, con los ojos llorosos pero grandes como platos.

—¡Eres la vergüenza de la familia Andley! — Dijo Elroy en un susurró, pero tenía ganas de gritar— ¡Muchacha, desvergonzada!

Candy bajó la cabeza.

—Creo que ha ido bien —dice Jefferson. Terry asiente en silencio mientras cruzaban el nuevo patio interior de piedra caliza de uno de los edificios señoriales reformados. Obreros de la construcción con chaquetas reflectantes y cascos amarillos van y vienen haciendo su trabajo al tiempo que Terry y Jefferson caminaban hacia el andamio de la fachada. A Terry se le mete el polvo de la obra en la garganta.

Mierda. Necesito beber algo.

—Tienes un don para esto, GrandChester. Creo que al contratista le han gustado las sugerencias.

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