LÁGRIMAS DE ORO

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CAPÍTULO 16

Anthony estaba impresionado, tenía que reconocer que Candy era otra mujer. Le había planteado todo sin chistear. Anthony no puede dejar de pensar en Candy. Bueno hasta que una visita le interrumpió sus pensamientos.

Terry había llegado a la empresa Andley cuando se enteró que Candice estaba allí, pero solo se encontró a Anthony. Él muy chulo se atrevió a decirle que no la buscara. Terry tuvo que controlarse para no partirle su bonita cara en dos.
Los siguientes días habían sido peor. Había intentado contactar a Candice pero nada.

¿A qué mierda estás jugando, Candy?

Era un día hermoso lleno de luz de sol, y viento fresco. Candy se sentía deseosa de hacer algo diferente, algo que le pusiera la piel chinita. Una idea le cruzo por la cabeza, y entró al dormitorio de su padre para despertarlo a las seis de la mañana, William se hizo el niño. No le apetecía madrugar pero, al final, ante la insistencia de su hija, que literalmente lo tiró de la cama, claudicó. Cuando salieron de casa, William observó sorprendido que él automóvil de su hija los esperaba listo para salir. Cuando se montó en él, preguntó:

—¿Puedes decirme de una santa vez adónde vamos a estas horas?

Candy sonreía divertida, le guiñó un ojo, y respondió:

—A cumplir uno de tus deseos.

Después de tres horas Llegaron a: El Puente Navajo ubicado cerca del Borde Norte del Gran Cañón Arizona. El sitio proporciona un salto de aproximadamente 470 pies de altura. Arizona permite el puenting desde puentes en todo el estado, pero el puente Navajo es una de las caídas más memorables; por su paisaje anaranjado que lo rodea.

Al bajar del coche junto a un puente, William miró a Candy con los ojos como platos. Candy sonriente señaló a un grupo de gente.

—¡Aquí estamos! — Dice Candy divertida. William miró al grupo que había al fondo y, volviendo para clavar los ojos enormes en Candy, William quiere estar equivocado, así que pronunció;

—¿Que hacemos aquí?

—Puenting — Dice Candy simplemente.

—¿Vamos a hacer puenting? Al verse incluida en el paquete, Candy se apresuró a aclarar:

—No, no. No te equivoques, padre, que no es así. Aquí el que quería hacer algo extremo eras tú. William se pasó la mano por el poco pelo, mientras se apoyaba en el coche, murmuró temblando:

—Seras monito, pero creo que me estoy mareando. El monitor encargado se acercó para prepararlos.

Tanto William como Candy estaban pálidos. El monitor los observaba divertido y, como estaba dispuesto a que perdieran el miedo, propuso:

—Miren, ¿qué tal si me pongo el arnés y me tiro yo?

—¿Tú? —preguntó Candy mirándolo con ojos como platos. Él monitor asintió.

—No es el primer salto —indicó —, ya lo he hecho otras veces. Sorprendida Candy iba a decir algo cuando éste, la provocó:—

Vamos, chica bonita no seas niñita. Sin soltarse del brazo, Candy y William vieron cómo el monitor, ayudado por otro monitor, se colocaba el arnés. La seguridad era primordial. William miró a Candy y murmuró:

LÁGRIMAS DE OROWhere stories live. Discover now