Capítulo 1 - Renaciente corazón ámbar.

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     Las cuerdas del guqin se mancharon de sangre a través de los años mientras las notas de Inquiry atravesaban la lobreguez de la noche y un Jade solitario se la vivía evocando los recuerdos impregnados del primer amor. Fueron trece eternos años sumidos en la oscuridad los que ocasionaron que la vida en Lan WangJi se hiciera tenue. Justo como la llama de una vela que está a punto de apagarse pero sigue perseverando a través de un gélido viento.

Vivió sin vivir y murió sin morir.

Buscó un alma que jamás alcanzó y le lloró a un amor que jamás le correspondió. Y aun así, cada momento que vivió a su lado fueron los más bellos y significativos que tenía. Cada uno de esos recuerdos se habían convertido en un motor que lo impulsaban a seguir, que le pedían vivir para cuidar y proteger al legado que ése hombre le había dejado: un pequeño de casi tres años que se había transformado en su pilar para no desmoronarse.

Ahora, volvía a sentir la calidez entrar a su pecho y rodear su corazón. Los colores que parecían haber perdido su gracia brillaban intensos a través de esa mirada grisácea que no se apartaba de la suya y que estaba haciendo que su pulso se elevara por los cielos.

¿Era ese un sueño? Después de tantos años hundido en la miseria, después de llorar hasta el desgarro, de soñar despierto y de temer el olvidar el rostro y la esencia del hombre de colores grises... ¿Estaba soñando? Rogaba a las divinidades que no fuera así, y si lo era, entonces que no lo despertaran nunca.

Si decía su nombre, ¿Se esfumaría? Si dejaba de mirarlo, ¿Lo olvidaría? Tenía miedo de siquiera moverse por lo que pudiera suceder. Se quedaría allí eternamente con tal de no separarse de él, de no volver a perderlo, de no volver a vivir en ese dolor que pareció tragarse su alma.

¿En dónde había estado? ¿Cómo había regresado? Sin importar el sinfín de noches que pasó buscándolo, sin importar los días que se dedicó a encontrar algún indicio de que aún estuviera en el mundo de los vivos... Sin importar qué no pudo encontrarlo y ahora simplemente aparecía ahí, en medio de la montaña, tocando su canción en pleno caos y robándole a él la estabilidad que apenas iba recuperando.

Era otro cuerpo, era otra vida pero seguía siendo Wei WuXian. Él mismo se lo había dicho sin siquiera cruzar palabra alguna, sin siquiera hacerle saber que estaba ahí, que había regresado, o sin siquiera mirarlo.

La obstrucción y el ardor no lo dejan pasar saliva. Es más, tiene la boca tan seca como aquella vez en que el látigo se azotó treinta y tres veces contra su espalda. Había tanto dolor en su cuerpo, su sangre había escurrido hasta empapar su ropa, un sudor frío le había capeado el cuerpo, sus labios estaban secos, quebradizo, pálidos y su garganta quemaba con furia por todo lo contenido. De la misma forma ardía en ese momento.

También tenía esa misma sensación de irrealidad, de estar flotando, de que algo... Algo no estaba bien. Aunque, siendo honestos, si estaba bien o si estaba mal, ya no le importaba. Ya nada más podía importar si tenía a Wei WuXian de nueva cuenta en su vida.

El ambiente cálido de la noche había pasado a sentirse fresco y tenso. Muy, muy, muy tenso. Los cultivadores que habían peleado contra la Diosa Danzante y continuamente quisieron enfrentarse a Wen Ning, aún seguían temblorosos, asustados e incrédulos mientras se miraban los unos a los otros intentando averiguar si lo que estaban viviendo era una pesadilla o una terrible realidad.

Los juniors Lan se habían juntado a un costado y Lan SiZhui no podía despegar la mirada del lugar en el que había desaparecido el General Fantasma, tenía un hormigueo en las piernas que le pedía se pusiera en movimiento y siguiera el camino que el cadáver feroz había tomado. No fue hasta que Lan JingYi lo codeó y susurró con gran fuerza su nombre que prestó atención a lo que estaba enfrente.

Escucha los latidos de un corazón ámbar | Lan MeiLing | C A N C E L A D ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora