Capítulo 4 - Qinghe.

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Camino al noroeste, cerca de la región de Qinghe, Lan WangJi escuchó un sonido similar al de un perro gruñendo. Miró a su acompañante al recordar su miedo a tales animales pero rápido se dio cuenta de que lo único que gruñía eran las tripas hambrientas de Wei WuXian.

Lo observó durante unos segundos, Wei WuXian le regresó la mirada entre avergonzada y divertida durante unos segundos más. Se tocó el estómago, después dio un ligero puchero y a punto de abrir la boca Lan WangJi lo interrumpió.

—Entremos —giró el rostro en dirección a un restaurante a unos metros más adelante y la sonrisa de Wei WuXian se ensanchó.

—¡Hanguang-Jun, si me sigues tratando así jamás me iré de tu lado! —le giñó el ojo y se adelantó.

Sólo esa frase bastó para dejar pensativo al Jade durante un buen rato. Entraron al local, tomaron una sala privada y Wei WuXian se encargó de ordenar lo que, a su juicio, sonaba delicioso. Todo eso mientras Lan WangJi seguía pensando en sus palabras.

Se apreció un poco triste, pensando que si eso fuera posible entonces lo colmaría de las cosas más deliciosas que él pidiera. Aunque, cuando se dio cuenta del hilo que estaban siguiendo sus pensamientos, también se sintió un poco tonto y ridículo. Sabía muy bien que lo material no era algo a lo que Wei WuXian le diera gran relevancia, y él tampoco, pero ahí estaba pensando en atiborrarlo de cosas.

La comida que fue ordenada consistía en una variedad amplia de platillos, desde unos "insípidos", como Wei WuXian los llamaba, hasta algunos que parecían sacados directo de la lava misma. En medio de la mesa, jugoso, generoso y completamente aterrador, un cuenco humeaba sin parar y adentro la comida estaba tan roja que a Lan WangJi se le retorció un poco el estómago.

Al llevarse Wei WuXian el bocado a la boca, el Jade se quedó observando por algún gesto que le indicara que era demasiado picante para ingerirse pero en ningún momento eso sucedió y Wei WuXian siguió comiendo. Incluso le pidió al mesero le agregara un poco más de polvos picantes al platillo y se siguió llenando la boca muy gustoso de la vida.

Por su parte, el gran Hanguang-Jun sostenía los palillos en la mano pero no se movía. Miraba el cuenco como si estuviera frente a un poderoso rival pero a los segundos se animó a tomar un pequeño trozo.

Lo puso en su boca y su lengua salivó al instante. Masticó una, otra y otra vez. Puso los palillos en la mesa, miró a Wei WuXian, tragó saliva y sintió cómo un horrible picor le estaba llenando la boca entera. «Volcánico» era una descripción lejana a lo que estaba experimentando. El cuerpo se le calentó entero y consideró la necesidad de moverse y salir al aire fresco pues una ligerísima capa de sudor le estaba humedeciendo la frente.

Separó un poco los labios, jalando algo de aire y tratando de no pestañear como loco a causa de la acuosidad. Tomó una servilleta e intentando disimular se limpió un poco la nariz que empezaba a moquear.

Apretó los dientes con la comida aún en la boca. Quería escupirla pero desperdiciar los alimentos era algo que jamás haría así que, manso, volvió a mascar mientras el calor de la comida hacía el picor más intenso. La nuca y las orejas las tenía al rojo vivo. Cuando pasó el bocado su garganta sintió una llama ardiente y siniestra atravesarle. Sólo cuando tomó un trago del té frío encontró un poco de alivio pero al pasarlo, el ardor volvió.

La tortura duró un buen par de minutos en los que intentaba no verse tan obvio al jalar aire, al limpiarse la nariz y pestañear más de lo normal. Intentó no dar a conocer lo monstruosamente sulfurado que estaba y al parecer tuvo éxito, porque mientras él parecía haber alojado fuego en su boca, Wei WuXian estaba bocado tras bocado devorando todos los platillos.

Escucha los latidos de un corazón ámbar | Lan MeiLing | C A N C E L A D ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora