𝖛. 𝙻𝚊 𝚌𝚎𝚕𝚍𝚊 𝟻𝟹𝟻𝟽.

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LOS ENTRENAMIENTOS CON EZRA ERAN AGOTADORES, no sólo físicamente, sino que también mentalmente. La nueva pasión de Ezra era tomar todo de ella, toda su magia y todo su tiempo para hacerla sufrir, y luego decir que era lo mejor para ella.

Cuando ella empezó a dominar los duelos sin mirar, él empezó atacarla sin medida; hiriéndola y volviéndola a reparar, para empezar de nuevo.

Ruby no podía negar que además de hacer que su odio hacia él aumentara, también la ayudaba a sentir que todo sería mejor a partir de ahora, porque ella sería más fuerte de lo que ya era, e iba a escalar tan alto que nadie se atrevería a cuestionarla; y eso significaba que nadie asesinaría a Marie.

Ezra era la solución, su trampolín, su camino seguro, aunque no le agradara; porque cuando no eres parte del escuadrón de Ezra, él podría reírse contigo, pero cuando entrabas en su mundo, estabas condenada a llorar en la bañera mientras tu novio te cura las heridas y magulladuras.

A Scorpius le daba impotencia verla tan herida, le provocaba rabia y resentimiento verla llorar en silencio... Pero no se atrevía a cuestionarla, porque no quería interferir en lo que ella quería, aunque él estuviera en desacuerdo.

Tampoco le caía bien Ezra, porque con sólo observar como veía a Ruby, una sola vez; supo que esa mirada poco usual, era de lujuria. Miraba a su chica de forma que ni él mismo se atrevía, pero lo que más le molestaba, era que Ezra no veía solamente lo físico, sino que también le atraía lo mal portada que era, lo rebelde e indomable que Ruby era con él, cosa que en un principio, había vuelto loco a Scorpius, y que sabía que volvería loco a cualquiera.

—¿Estás bien? —preguntó al percatarse que Ruby se quejaba en sueños.

—¡Ah! sí... —se quejó masajeando su hombro derecho. —Bueno, no, creo que mi hueso rechina cuando lo muevo, creo que nunca volverá a ser el mismo.

—¿Necesitas más pomada?

—No, niño, tú descansa. También debes de estar cansado, ¿no? —él se limitó a sonreír y depositarle un beso en el hombro que le dolía.

La verdad era que, desde que la hizo dormir, acariciándole en cabello y frotando su mejilla aterciopelada con su barba al ras; no lograba pegar ojo. Miraba el techo pensando en todo, incluso en Leo, que aunque lo amaba, era del que menos debía preocuparse, ya que todo lo tenía resuelto.

Últimamente, todo le preocupaba, y no sabía porqué, si normalmente no se preocupaba por nada.

La mañana siguiente, salió de casa temprano, sin despertar a Ruby por respeto, y sólo avisándole a su elfina.

Cuando Ruby se despertó, buscó a Scorpius con sus manos, pero la cama estaba vacía. Rodó en la cama hasta salir de ella, y se sentó en el alféizar acolchado. Ahí estaba Toru en su jaula, mirándola majestuoso sin echar a llorar como siempre lo hacía.

Toooruu... —canturreó. —Gran Toru, ¿éste año vas a reencontrarte con tu ama? ¿Por qué no la consigues? ¿De verdad la estás buscando?

—Ama. —susurró la elfina en el umbral de la puerta, con la mirada agacha y moviendo el pie con culpa. —Delphi no quiso interrumpir su conversación con el Augurey Toru, lamento mucho mi falta de inteligencia.

Estaba claro, los elfos domésticos nacían con baja autoestima, no importa cuan bien los trates, siempre se sentirán inferiores.

—Eres brillante, Delphi. —dijo la Bruja, sonriendo de oreja a oreja. —Por cierto, que lindo te queda tu vestido.

Delphi era la elfina de Draco y su esposa, pero cuando nació Atena, le pareció injusto que ella se encargara de la Mansión, y también de cuidar a Leo y Atena, por lo que tuvo que contratar a otra, así Delphi tenía tiempo disponible para los niños.

𝐑𝐄𝐕𝐄𝐋𝐈𝐎² ┊ ᵗʰⁱʳᵈ ᵍᵉⁿᵉʳᵃᵗⁱᵒⁿ  [PAUSADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora