c a p í t u l o 12

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Cersei golpeó la mesa tan fuerte, que los miembros del Consejo no dudaron ni un segundo más en seguir sus ordenes y abandonaron la habitación a pasos veloces. Tyrion estaba más que tranquilo, aquellas escenas de su hermana no eran nuevas y ser él quien pusiera sus nervios de punta le causaba cierta satisfacción.

— Me gustaría saber cómo engañaste a nuestro padre para conseguirlo. —acusa la rubia, arrastrándo la silla para sentarse y obtener la información que necesita.

— Tú misma te lo buscaste. —dice en defensa.

— Yo no hice nada.

La forma tan despreciativa con la que Cersei miraba a su pequeño hermano era como un león que está listo para devorar a su presa. Sólo que esta vez, ambos lo eran, y podían acabar con el otro cuando así lo decidieran. Sin embargo, en estas situaciones, siempre es bueno tener una tregua.

— Exacto, no hiciste nada cuando tu hijo pidió la cabeza de Ned Stark. —acusó— Ahora todo el Norte se ha levantado en nuestra contra.

— Intente detenerlo.

— Bueno, fallaste. Y ese pequeño teatro perseguirá a nuestra familia por generaciones.

Cersei movió su cabeza en negación y contuvo una sonrisa. Aún recordaba a la perfección al joven Stark; apuesto, de ojos azules tal como los Tully pero con un carácter de un Stark. Y recordaba la gran pelea que tuvo con Robert cuando se le ocurrió comprometer a su hija con ese muchacho, el mismo que ahora quería muertos a todos los de sangre. Pero al final...

— ¡Robb Stark es un niño!

— Que ha ganado cada batalla que ha peleado. —le recordó. Robb Stark había sorprendido a más de uno con sus habilidades estratégicas— ¿Te das cuenta que estamos perdiendo la guerra?

— ¿Tú qué sabes de guerra?

— Nada. —admitió con simpleza— Pero sé de las personas, y sé que nuestros enemigos se odian entre ellos casi tanto como a nosotros.

La rubia lo miró con atención.
Si algo debía admitir Cersei —pero nunca en voz alta— era que su pequeño hermano poseía una mente brillante cuando no se trataba de vino y golfas. Podría serle de mucha utilidad.

— Joffrey es el rey, estás aquí para aconsejarlo.

— Sólo estoy aquí para aconsejarlo. —reiteró. Siendo consciente que la pequeña tregua con su hermana empezaba desde ese momento— Y si el rey escucha lo que digo tal vez logre traer a su tío Jaime de vuelta.

— ¿Cómo? —preguntó más interesada, pero con cierta discreción.

No permitiría que Tyrion la juzgara frente a sus narices.

— Tú amas a tus hijos. Es tu única cualidad, eso y tus pómulos. —continuó, comenzando a explicar de que iba su plan— Los Stark aman a sus hijos también, y tenemos a dos de ellos para negociar.

La leona se tensó por primera vez.

— Uno. —murmuró, corrigiendo la afirmación de su hermano.

— ¿Uno? —repitió Tyrion, con incredulidad.

— Arya, la pequeña bestia desapareció.

Fueron días enteros, incluso semanas en las que mantuvo a la Guardia haciendo una exhaustiva búsqueda en cada pequeño y miserable rincón de la capital para encontrar a la salvaje niña. Cuando eso no sucedió, decidió darla por muerta sin darle mucha importancia. Hasta ahora.

— ¿Desapareció? ¿En una nube de humo? —inquiere Tyrion, convirtiendo su sonrisa en una mueca de frustración— Teníamos tres Stark para negociar. Le cortaste la cabeza a uno y dejaste que otro escapara. Nuestro padre estará furioso. Debe ser extraño para ti ser el hijo que decepciona.

LA MALDICIÓN DE UN PECADO ⚜️ HOUSE LANNISTERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora