Capitulo IX

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Toda esa semana Tsukishima había faltado a la escuela, nadie sabía el porque de aquello, ya que eso no era propio de su persona. Yukie, su novia, tampoco sabía el motivo, y en todo ese tiempo no tuvo ningún contacto con él, lo cual la preocupó, igual que a su hermano, Tadashi estaba preocupado, él tampoco sabía que pudo haber ocurrido, al menos así fue hasta ayer por la noche. Recibió la llamada por parte del rubio y entendió todo. Tras aquello, ambos habían prometido reunirse el día sábado en el parque cerca de sus hogares, llegaron a la hora establecida.

El día era fresco, así que sintieron un ligera y agradable brisa al llegar, entre ellos había cierta distancia, sin embargo se veían frente a frente. Durante unos segundos solamente se dedicaron a mirarse, tras ello emprendieron su camino. La parada de autobús no estaba muy lejos así que se dirigieron a esta, en todo ese tiempo ninguno había emitido sonido alguno, puesto que no lo necesitaban, al momento de haberse visto se dijieron todo lo que se tenían que decir en ese momento.

El transporte llegó, deteniéndose frente a ellos, los dos jóvenes subieron y pagaron, fueron hasta el fondo para sentarse, uno a lado del otro, y al poco rato, el vehículo comenzó a andar, el ramo de flores que Tadashi llevaba descansaba sobre sus piernas. Incluso siendo alguien de pocas palabras, Kei se encontraba más callado de lo usual, y eso no pasó desapercibido para el pecoso, él también, en gran parte, se sentía de la misma forma.

El rubio emitió un tipo de bufido, mirando por la ventana. – Tranquilo. – Volteó a ver al pecoso, soltó un suspiro desviando la vista otra vez. A Tadashi no le gustaba verlo de esa forma, sabía que era un tanto inexpresivo, pero odiaba verle afligido, por eso quiso animarlo, mas no sabía cómo, iba a rendirse hasta que una idea pasó por su cabeza. Con una sonrisa extendió el dedo meñique de su mano derecha frente a Kei, al notar aquello lo miró unos instantes, pero no dudo en juntarlo con el meñique de su mano izquierda, al ver ese gesto una ligera sonrisa se formó en sus labios, hace tiempo que no lo hacía, era un tipo de "amuleto" de la buena suerte entre ellos. Se quedaron de esa forma, no tenían pensado romper aquello, al menos por el momento. Al anunciar la paradara se separaron, se levantaron para así bajar y llegar a su destino, tras una cuadras lograron divisar el edificio.

Entraron, se dirigieron al elevador, Kei apretó el botón con el número cinco, cerrándose así las puertas, esperaron pacientes, la suave música de fondo llenaba el silencio que había entre ambos. Luego de un rato las puertas se abrieron de vuelta, salieron y fueron con la recepcionista, intercambiaron varias palabras, agradecieron mientras se encaminaban a la habitación 523, estando fuera tocaron, esperando por la respuesta, tras recibirla entraron.

– Kei, Tadashi. Que bueno que llegaron. – Al hacerse notar, un rubio se les había acercado para recibirles.

– Hola Akiteru-kun. – Como pudo saludó al rubio mayor, llevaba el ramo en sus manos.

– Kei ¿no me vas a saludar? – El aludido hizo oídos sordos ante su hermano mayor. – Auch, me duele hermanito. – Tadashi soltó una risita. Mamá iré al baño, vuelvo en un momento. –

– No te preocupes Akiteru. – Éste le sonrió a su progenitora y poco después salió de la habitación.

Cuando Akiteru cerró la puerta el pecoso se acercó a la cama, una mujer rubia descansaba en ella. – Reiko-san. Hola. – El de lentes agarró el ramo para que el moreno pudiera abrazarla.

– Tadashi, ¿Cómo has estado? – Correspondió gustosa.

– Eso debería preguntar yo. – Tomó las flores al separarse y Kei fue a sentarse a un lado de la cama.

Tadashi vio un florero, este aún llevaba algunas flores, estaban algo secas, así que las cambio por las que él llevaba. – ¿Cómo te has sentido? – Kei habló finalmente habló.

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