Capítulo 6

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Jules había salido de ese despacho en el mismo estado de shock que mantuvo durante toda la reunión. No pudo firmar nada, era incapaz de leer sabiendo que Paul estaba allí.

El mismo Paul por el que estuvo años destrozado, sin respuestas, sin entender nada.

Lo dejó todo por él, todo, y se fue. Eso era lo único que se dijo los meses después de que le abandonara. Con el tiempo pudo racionalizar un poco más la situación, no lo había dejado todo. Solo se había dado cuenta de que las cosas con su novia desde el instituto eran un sin sentido. Un solo beso de Paul lo había mandado todo a la mierda.

No, solo le había enseñado un camino al que nunca había querido mirar, que evitó porque era más cómodo hacerlo así.

Pero el abandono no lo perdonaba, no podía, ¿qué había hecho? ¿Por qué un día era todo y al día siguiente nada?

¿Por qué nunca le dio una explicación y solo desapareció? Esa herida no había cerrado nunca, y había creado todo un ciego temor alrededor. Algo que ni él mismo era capaz de entender, pero que le había afectado a la hora de relacionarse con sus parejas.

Tenía que haber algo malo en él para que sin ningún motivo le hubiera dejado. Para ser de ese modo prescindible.

Jules era hijo único, sus padres le habían aceptado siempre tal y como era, incluso con lo mayores que eran siempre le habían apoyado. Cuando les dijo que era gay solo fue un momento más donde comprobó que sus padres eran lo mejor que había en su vida.

Pero ellos ya no estaban, se había quedado completamente solo y ver a Paul le había desestabilizado completamente.

Su sonrisa, su tono afable, como si no hubiera pasado nada como si no hicieran seis años que le había dejado tirado por los suelos sin comprender nada.

La rabia apareció horas después, una rabia tan ciega que no sabía qué hacer con ella. Siempre era alguien calmado, alegre, afable. Pero le dolía la garganta del grito rabioso que dio en mitad de su apartamento.

No, no era justo. No bastaba una sonrisa, no podía hacer como si no hubiera pasado nada, no podía, no se lo merecía.

¿No sabía qué hacer con esa rabia? Y sabía que después de la rabia vendría algo peor, algo mucho peor.

Tomó su teléfono, aún conservaba el número de Paul, pero no era el que le había dado en la tarjeta de visita que le pasó junto a los certificados que debía revisar, los había tirado todos en la encimera de la cocina cuando entró en su casa.

¿Cuántas veces había mirado aquel número? ¿Cuántas veces había querido pedirle una explicación? ¿Cuántas veces había querido insultarle por el dolor que le había dejado?

Esta vez su rabia salió en forma de patada al sofá, bloqueó el teléfono.

El sofá no tenía la culpa, no quería ser uno de esos tipos frustrados y violentos, no quería dejarse llevar por nada de eso.

Se sentó llevando las manos a su cabeza e inclinándose sobre sus rodillas. El dolor, ese dolor viejo, que sabía a culpa fue lo siguiente que sintió.

Lo conocía, le hacía volver al pasado a un Jules que ya no era, que no quería volver a ser nunca más.

Las personas sí pueden hacerte ser otra versión de ti mismo, pueden devolverte al pasado. Y Paul lo había hecho.

Débil, inseguro y lleno de rabia.

Volvió a tomar el teléfono móvil, marcó el número que ni siquiera tenía agendado.

Sugardaddy: Edimburgo (II)Where stories live. Discover now