Capítulo 18

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Austin no apartó la vista del montón de papeles de encima de la mesa de su jefe. El hombre parecía completamente satisfecho.

Austin no lo estaba, para nada. Tenía claro que habían arrestado a un inocente, mientras que aún seguía suelto el que acababa de asesinar a otro chico en Edimburgo.

Esta vez había dejado insertado en su ano el objeto con el que los vejaba antes de matarlos.

Una maldita botella de vidrio que en esta ocasión se había roto en su interior, la sensación de puro rechazo, de desagrado, de impotencia era una que no dejaba dormir a Austin.

—Buen trabajo, chicos—los volvió a felicitar Tilabe. Pero ninguno de ellos estaba contento, les habían utilizado a ambos, porque ninguno había estado al tanto de esa otra víctima.

Austin de nuevo se sintió carnaza, y lo que estuviera sintiendo Sinclair no era muy diferente. Además estaba el hecho de lo que ambos habían estado a punto de hacer.

Se sentía tan fuera de sí mismo que solo quería salir de aquel despacho y comenzar a reconstruirse. Cuando había negado a sus compañeros la culpabilidad de Lascia todos le habían mirado con condescendencia, se había metido demasiado en el personaje. O como escuchó a sus espaldas, "se la habían metido demasiado y ya no era objetivo".

Nunca se había sentido menos conectado con sus compañeros del cuerpo de policía como en aquellos días.

Y con el único que lo hacía tenían esa cosa extraña entre ambos.

Antes de marcharse del despacho solicitó una excedencia dejando sorprendido a Sinclair, pero no tanto a su jefe. Pareciera que lo hubiera estado deseando.

Austin salió de la comisaría sin mirar a nadie, aquel había sido su sueño siempre. Ser policía, hacer lo correcto. Y lo correcto no podía estar más lejos de los que había hecho los últimos meses.

No le debía nada a Lascia, no tenía que abogar por él, tendría buenos profesionales, y en el fondo, Austin sabía que era inocente, y que más tarde o más temprano la verdad saldría a la luz. Salvo que ese precio lo pagaría otro chico al que él no habría podido salvar.

Apestaba, realmente todo apestaba.

Decidió volverse andando a su verdadera residencia, a su verdadero yo. Como si pudiera reconstruirse allí, pero cuando llegó alguien lo estaba esperando en la puerta y su cuerpo reaccionó traicionándolo.

Luca Lascia era una copia demasiado precisa de Pietro, pero que supiera su verdadera identidad y su claro enfado solo eran problemas para Austin.

Instintivamente llevó su mano a la pistola que guardaba pegada a su cuerpo dentro del abrigo.

—Tú y yo tenemos que hablar.—Era tan marcado su acento, tan suave su cadencia, y sin embargo no podía ser más diferente de la voz de Pietro.

Cuando a Luca su padre le había mandado a Escocia para que trajera a Pietro de vuelta, esperaba encontrarlo entre las piernas de alguien. Su hermano era demasiado predecible.

Pero no esperó que fuera con un tipo pelirrojo con cara de niño. Que este fuera policía y que le hubiera tendido aquella emboscada a Pietro. Casi podría llenarle de dicha, salvo que a pesar del odio que se profesaban, la familia era la familia.

Pietro podría ser muchas cosas, pero no era un asesino, de haberlo sido él hubiera sido su primera víctima.

El odio era heredado, porque Luca cuando era niño no había algo que quisiera más que el amor de su hermano. Todos le amaban salvo Pietro y cuando se dio cuenta de que nunca obtendría nada más de él le devolvió el odio multiplicado por dos.

Sugardaddy: Edimburgo (II)Where stories live. Discover now