Capítulo 17

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Había dos cosas que Pietro aborrecía sobre todas las cosas, una era el aroma dulzón y empalagoso del perfume a vainilla del que siempre había abusado su ex mujer; otra era su hermano Luca.


No tenía recuerdos donde hubiera sentido algún tipo de aprecio por su hermano, nació cuando él tenía seis años, y siempre lo detestó.


Con los años solo fue creciendo, y se convirtió en algo mutuo. Era enfermizo, lo sabía, pero sobre los odios y los amores, Pietro nunca había sabido controlarse.

El extremo parecido entre ambos era algo que solo lo acentuaba, y verlo en su casa le hacía querer estrangularlo.

Llevaba días en los que Pietro hacía lo posible por no verle, pero se le empezaban a acabar las excusas, su tiempo en Edimburgo había acabado hacía meses, pero Austin le tenía clavado en aquella isla.

Hacía días que no le veía, pero sabía que Luca estaba allí para vigilarle, el perro de los Lascia, le llamaban entre sus círculos.

Pietro nunca había sentido ningún tipo de aprecio por los cánidos, y ese estaba apestando su reciente hogar, además de hacerle evitar la ubicación de Austin.

Su hermano estaba deseando hincarle el diente, ese venenoso y retorcido que tenía. Siempre había deseado todo lo que había sido de Pietro, y sabía cómo se las gastaba Luca.

Lo mejor era mantener a Austin lejos de su hermano, pero si no podía verle, estar allí comenzaba a perder el interés para Pietro.

Le echó una mala mirada, estaba tirado en uno de los bonitos sofás grises de la casa, esa versión deteriorada de sí mismo repantingado de cualquier modo solo para molestarlo.

—¿Tienes algo más que hacer aquí, niñato?—bonito calificativo que llevaba años usando con su hermano para sacarlo de quicio.

La sonrisa torcida le hacían querer rompérsela.

—Vacaciones, ¿creías qué eras el único que las merecías?

Pietro calló que no hubiera tenido que pasar tanto tiempo allí si su padre hubiera accedido a las nuevas tasas.

Pero no lo dijo porque Luca era los oídos y la mano sucia de su padre.

—¿Cuándo te vas?

—Me voy contigo, Pietro.

Pietro se fue de la casa rentada, le pidió a Paolo que le llevara con Austin, quería verlo, aunque fuera la última vez que estuvieran juntos.

Su tiempo en Edimburgo se acababa, y ese contrato iba a tener que finalizar. La idea de llevarse a Austin a Italia era demasiado tentadora, pero tenía clara cuál sería la respuesta del pelirrojo.

Cuando llamó a la puerta, le molestó que quién abriera fuera ese moreno cachas que ya había retado a Pietro.

Estaba de suficiente mal humor para que ese estúpido inglés las pagara todas juntas. Pero vio al final de la minúscula casa a Austin, nunca lo había visto de ese modo. Parecía perdido, y Pietro que no era de sentirse culpable por nada, sentía que era responsable del estado del joven.

—Solo entrarás si él dice que lo hagas.—El perro guardián del suburbio habló.


La mirada más helada que Pietro sabía poner se la lanzó al tipo, pero la retiró para volver a mirar a Austin, quería tenerlo entre sus brazos, besarlo y acariciarlo, y eso era malo, era malísimo. Tanto para él como para el chico.

Austin asintió y Pietro sonrió de lado, en una sonrisa que hacía tan poco había visto en su propia casa. Paolo le esperaba abajo vigilando que su hermano no apareciera.

Sugardaddy: Edimburgo (II)Where stories live. Discover now