Capítulo 20

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Tom no sabía nada de Austin desde que despertó en su casa y el pelirrojo no estaba ya allí. La nota donde le pedía que no le buscara seguía en su cartera, se la llevó en un gesto estúpido y aún no había sido capaz de deshacerse de ella.

Aquella noche que por fin lo tuvo se dio cuenta de que Austin estaba muy lejos de él. No había sido el momento, pensó después, pero ahora tampoco sabía si entre ellos existiría ese momento nunca. Su obsesión por Austin le había devorado todos aquellos días de misión.

Cuando volvió a su casa creyó que esa obsesión solo iría reduciéndose día a día, pero no fue así. Solo se había transmutado a una sensación imprecisa de preocupación, arrepentimiento y del mismo modo de un deseo por volver a verle, de volver a besarle.

No volvió a ver a Vanesa, la idea de volver a su antigua relación le parecía en ese punto del todo absurda, y en el fondo sabía que no iban a durar mucho más casi desde el principio. Relaciones cortas, intensas y hasta luego, esa solía ser su pauta.

—Sinclair—le llamó su jefe. Tenía claras las dobles intenciones de Tilabe al incluirlo a él en la misma misión que a Austin. Pero aunque el hombre nunca había sido santo de su devoción, ahora le producía un profundo malestar después de negarle la posibilidad a Austin de abandonar el caso.

Tampoco le gustó a Tilabe que tanto Austin como él negaran que Lascia fuera el asesino.

—Señor—dijo cuando llegó hasta la puerta, y el hombre le indicó con la mirada que cerrara la puerta.

—Lascia está a punto de salir.

Eso era algo que él ya sabía, las pruebas que habían conseguido en el último momento contra él no habían servido más que mantenerlo retenido unas pocas semanas. Y aquel extraño soplo del que había hablado vagamente Tilabe no les había llevado más que a un callejón sin salida a ellos mismos.

—Tengo pocas dudas sobre que irá contra el agente Abercrombie.—Tom se inquietó porque él también lo pensaba. ¿Qué movimientos realizaría Lascia  a partir de ese momento? Sin dejar de contar además con el pequeño de los Lascia y su turbio historial.

—Es crucial que vuelva al cuerpo.

—No sé donde está—concluyó Tom, y le dolía en el alma no saberlo, que se hubiera evaporado como espuma demasiado fina entre los dedos.

El gesto de preocupación de su jefe le tocó los huevos, cada día estaba más harto de ese trabajo, de acatar órdenes de gente como Tilabe. El joven idealista que una vez fue, no al nivel que le había demostrado Austin, claro, de ese joven que fue ya no quedaba nada, se había ido desdibujando con el tiempo y las cosas que se había visto obligado a hacer y a otras muchas que nunca se negó.

Cuando volvió a su mesa marcó el número personal de Austin, aparecía desconectado. Y si de verdad quería haberse tomado un descanso y estar ilocalizado no lo iba a encender y quizás ni lo llevara encima. Pero hizo lo que creía que debía hacer en ese momento.

Se encaminó hasta el departamento de informática.

—Necesito que rastrees este número y los movimientos de las tarjetas del agente Abercrombie.

El técnico le miró incómodo, investigar a los propios compañeros siempre levantaba resquemores, Tom lo sabía.

—Necesito una orden para eso.

—Habla con Tilabe.

El joven no dijo nada, pero sabía que llamaría a su jefe y este diría que sí.

Austin iba a odiarle si es que no lo hacía ya, pero solo pensar en que ese capullo italiano volvía a poner sus manos sobre él, le revolvía el estómago.

Sugardaddy: Edimburgo (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora