Capítulo 29

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Austin estaba doblado de dolor, pero mientras más lo enfureciera más tiempo tendría para encontrar una salida, o para que le encontraran.

Pero a ese paso, lo que iba a acabar era de nuevo inconsciente.

Estaba usando el propio enloquecimiento del tipo contra él, asumiendo que él era Roy Scott, un chico del que estuvo perdidamente enamorado.

Las palabras hirientes salían de su boca una tras otra, hilvanadas con los retazos de historia que soltaba el otro.

Era joven, era algo parecido a un prostituto y estuvo con muchos hombres antes que con él.

—Tú nunca me satisfaciste—dijo riéndose Austin, si los vejaba tras su muerte con un objeto, se aventuró en pensar que tenía algún problema de discusión eréctil, necesitado un sustituto de su miembro.—Tu polla es ridícula.

El golpe contra su mejilla le rompió el labio, pero Austin se rio, sacándolo de quicio.

—Cállate, cállate.

—La polla de Pietro es tan grande y gruesa, él sí me hace sentir, tú nunca pudiste.

Austin perdió el aliento, pero había conseguido algo crucial, una de sus muñecas se había dislocado, y la sentía floja dentro de la cadena.

—Perdóname—le pidió rogando, tras unos instantes, haciendo que el falso Scott parara su golpe—. Déjame intentarlo, no me iré con nadie más, pero tienes que tratarme mejor.

El hombre no entendía el cambio de actitud de Austin y se separó de él rápidamente.

—Ven, por favor, ven.—Pero aquello tuvo justo el efecto que él quería, el hombre se fue, desbordado.

—No juegues conmigo, Roy, no vuelvas a jugar conmigo—le pidió, haciendo cambiar las tornas.

La muñeca le dolía horrible, pero era su única oportunidad.

—Intentémoslo de nuevo, pero lejos de aquí, todos me buscarán—le pidió Austin—. Ven por favor.

Y vio como daba un paso tras otro, y supo que todos esos meses, toda esa experiencia le llevaba a el papel que ahora salía de un modo tan natural.

—Quiero ser solo tuyo, haz que me olvide de los demás, bésame.—El tono seductor, ese que volvía loco a Lascia, ese que le hacía no reconocerse, ese convenció al asesino que se acercó.

Justo a tiempo para que Austin sacara su mano de la cadena y golpeara con todas su fuerzas la nuez del asesino.

El hombre emitió un jadeo ahogado cayendo al suelo sin aire después del doloroso golpe, la mano le quemaba mandándole pulsantes ondas de dolor, la tenía rota, seguro. Aún tenía la otra sujeta por la cadena, pero al haberlas tenido juntas, la cadena había perdido parte de su tensión, con un grito agudo se ayudó de la inservible mano derecha, lo justo para hacerse hueco para sacar la izquierda.

Entonces lo sintió encima, cayendo ambos al suelo, Austin intentó mantener la calma, sabía defenderse, podía hacer que la lucha cambiara, pero su mano derecha estaba inservible, y debía tener varias costillas rotas.

Culebreó como una serpiente bajo el cuerpo del asesino, cuando el gato, el bendito gato le dio un zarpazo en la cara a su amo.

Le dio las gracias mentalmente, Austin sabía que ese animal no podía ser malo. Y le acababa de dar una estupenda ventaja, salió de debajo del hombre colocándose a su espalda y agarrándolo por el cuello, sabía que podría haberle lesionado la traquea después de su golpe inicial, y ejerciendo presión suficiente se desvanecería. Pero el punto de agarre era su muñeca dañada, y le costaba realizar la maniobra.

Sugardaddy: Edimburgo (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora