Capítulo 21

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Austin miraba el horizonte, el recuerdo de muchos años atrás cuando había estado allí con su madre era muy real.

El lago le aportaba una tranquilidad que había perdido en todos esos meses infiltrado, y quizás siendo sinceros, desde hacía bastante más tiempo.

Ella ya no estaba, y la echaba muchísimo de menos, pero la sentía en cada recuerdo, en cada pensamiento de qué hubiera dicho ella en tal o cual situación.

Ella lo había mirado con un profundo cariño cuando él había preguntado por el mítico y legendario monstruo del lago Ness.

—Los monstruos no están debajo del agua.—Había dicho ella críptica.

Y era cierto, él lo había comprobado, los monstruos eran ellos, unos más que otros.

No sabía que había decidido ir hasta allí hasta que se vio comprando un billete de tren a Inverness. Llevaba días alojado en una pequeña pensión bastante vacía por esas fechas.

Mejor, necesitaba estar solo. Ser el Austin que él siempre había sido. ¿Qué mejor lugar que el que le conectaba con su mejor versión?

Pero aquello no era cierto, no era otro Austin, siempre había sido él, todas sus caras incluso las que no conocía de sí mismo eran él.
Y él había hecho todo eso porque lo había deseado, lo había deseado de verdad.

Había deseado a Lascia como a nadie en su vida, le había gustado ser esa versión de sí mismo sumiso y mimoso, esa otra que le demandaba lugar al rubio.

Le gustaba, maldito fuera, le gustaba. Y ya lo sabía en Edimburgo. Le gustaba un tipo que pagaba por él, que exigía sin dar nada a cambio y era su modo de relacionarse. Le gustaba un sospechoso que había sido arrestado. Austin pondría la mano en el fuego al decir que él no era el asesino de todos esos chicos, pero tampoco era una paloma blanca sin mancha. Apestaba a cosas turbias, apestaba tanto que le repelía, y sin embargo le gustaba.

¿Qué hubiera dicho su madre de todo eso? Le hubiera encantado tenerla allí con él, estar agarrado de su mano mirando al lago. Que le mirara con esos ojos suyos que él había heredado y le diera una de esas frases sabias de madre.

—¿Austin?—Pero aquella no era la voz de su madre, ni siquiera en sus recuerdos.

Se giró para mirarle, Lascia estaba allí, en el lugar de su recuerdo, y libre.

Su rostro siempre había sido apuesto, demasiado apuesto. Pero ahora además estaba fruncido en claro enfado.

—Te han soltado—saludó dándole la espalda al lago.

—Los dos sabemos que yo nunca hice nada de lo que me acusaban.

Austin asintió, había estado pensando en él, pero en realidad no quería volver a verlo nunca más. Le gustaba, le había gustado, pero no lo quería en su vida, no con la versión de Austin que quería ser, que solía ser.

—Vamos a algún lugar, hace demasiado frío.

—No—sonrió Austin, le gustó decirle que no.

El italiano se arrebujó en su abrigo, pero no era lo suficiente grueso para aquel lugar y aquellas temperaturas.

Austin se giró para mirar de nuevo al lago, la luz de la mañana era hermosa. Y sintió como Lascia caminaba hasta él.

Su cercanía era demasiado familiar, sonrió negándose a sí mismo.

—Me engañaste—dijo el rubio a su lado, Austin alzó levemente la cabeza para mirarle.

—Me usaste—contestó Austin.

Sugardaddy: Edimburgo (II)Where stories live. Discover now