Capítulo 13

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Austin estaba bajo el agua de la ducha enorme de Lascia, estaba cansado, pero a un nivel que iba más allá de lo físico.

El sexo con Ivanov y con Lascia había sido difícil de describir, muy difícil de describir.

Lo había disfrutado tanto que una vez pasado, el sentimiento de culpa le golpeaba. Aquello no era su trabajo, aquello nada tenía que ver con su tapadera. Aquello eran sus deseos, y sus deseos comenzaban a devorarlo.

El pelo se le estaba pegando al rostro, el agua caía cálida sobre su piel, pero no se llevaba nada. Estaba atrapado dentro de él.

Quería acabar con aquello, y a la vez, a la vez comenzaba a querer cosas absurdas.

Cosas que trataba de no escuchar, que se negaba a sentir. Y sin embargo, allí estaban.

No le había escuchado entrar a la ducha, el agua chocando contra la piedra pulida del suelo, contra su cuerpo le volvía sordo, ciego a una realidad a la que tenía que enfrentarse de una vez por todas.

Pero notó un cuerpo a su espalda, al principio pensó que era el italiano, pero esas manos que le sostuvieron por la cintura no eran suyas.

La cara clavada en su hombro buscando su cuello, era la de Ivanov, Nikolai.

—No sé qué haces aquí, no sé ni siquiera qué crees que estás haciendo, pero tienes que irte—le dijo besándole justo debajo de su oído.

Austin intentó despegarse pero no se lo permitió, tampoco hizo verdaderos esfuerzos.

—¿Me oyes? Deja esto, puedo ayudarte si lo necesitas.

Austin no quería volver a oírle, no quería volver a sentirle y sin embargo se estaba dejando besar, y mecer.

—¿Vas a delatarme?—giró apenas su rostro para ver los profundos ojos oscuros empapados en agua.

Nikolai le acarició el abdomen, la sesión de sexo había sido tan dura y extenuante que aquello no tenía ningún tipo de cariz sexual.

—No, pero deja esto, es solo un consejo.


Austin miró los azulejos de la pared, cuando sintió que el ruso se enjabonaba separándose de él.

Se giró mirándole, sabía que ese hombre no tenía las manos limpias, no podía saber hasta dónde había llegado porque solo encontraba trabas en su camino.

Pero ya le pasó en el pasado, algo le hacía confiar en él, y eso le cortocircuitaba el cerebro.

En la academia ya le habían tachado de rígido, una cosa era lo que estaba en el manual, lo que había que hacer pero una de las charlas que tuvo con uno de los instructores que le había llamado a su despacho le sorprendió.

—Tu rectitud es loable, estoy seguro de que serás un agente ejemplar. Pero allí, en la vida real, las cosas no son blancas o negras.

—Las cosas están bien o están mal.

—Eso es un planteamiento simplista, Abercrombie.

—¿Qué está intentando decirme?—Recordaba como la conversación le dejó un claro regusto desagradable en la boca.


—Si un hombre asesina a la persona que ha matado a sus hijos, ¿debe ir a la cárcel?


—Un delito de asesinato tiene una pena de ...

—He formulado mal mi pregunta, ¿merece ir a la cárcel?

—¿Quiere decir que aprueba que algunos asesinatos están justificados? ¿La vida de unos tiene más valor que la de otros por el motivo?

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