Capitulo 26/ Un cumpleaños no tan feliz (II)

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—¡Bianka!— Dominik me sacó de mis pensamientos con un chasqueo en mi cara.

—¡Qué!— respondí agitada.

—Lo siento, es que te llamé varias veces y te veías algo distraída.

—Miserable, yo se— dije recargando mi rostro sobre mi brazo.

—Hey, nunca dije que miserable— Dominik se sentó a un lado mío. —¿Todo bien?— preguntó.

—No quiero estar aquí— dije al fin.

—Tranquila, esto acabará pronto y podrás ir a tu casa a relajarte— agregó con un tono motivador.

—No, Dominik. No quiero estar aquí, en Suwalki.

—Oh...— dejó caer su cuerpo sobre la silla. —¿Entonces?

—Quiero cumplir algo que no he tenido la voluntad para hacer.

—¿Y es?

—Irme a Suiza.

—Vaya...

—Cada vez que lo pienso el miedo me corroe y me dejo llevar por lo que dirá la gente. Nunca he tenido el valor para aceptar que no soy feliz aquí, que hace mucho tiempo dejé de serlo y no puedo seguir así— podía sentir mi enojo conmigo misma subiendo por mis pecho hasta la cabeza. —No puedo permitir que me hunda en mi miseria más tiempo, si no no podré ser la madre que Mila merece— agregué.

—Bianka, no vuelvas a decir eso. Tú eres la madre que se merece y más, eso jamás lo cuestiones. Puedes mejorar, eso si. Pero todos nos encontramos en un proceso de aprendizaje, no por eso significa que no eres lo que Mila merece— volteé a ver a Dominik algo desolada.

—Podré mejorar en cuanto me vaya de aquí, eso lo tengo claro.

—Pues, puedes empezar a planear un futuro juntas allá, ¿qué es lo que te detiene?— resoplé ante el comentario de Dominik.

—Si supieras todo lo que me persigue...- Nos quedamos un rato en silencio, sin saber qué decir.

–Es más, me iré mañana— dije precipitadamente.— Iré por Mila y a despedirme de los papás de Emmil– me paré casi sin pensarlo y Dominik con esfuerzo fue detrás mío tambaleándose en sus muletas.

–¡Bianka, espera! No puedes irte así nada más.

–Mírame– respondí sin dejar de caminar. En el camino agarré a Mila y me dirigí con los señores Jakov.

–¡Bianka! ¿Ya te vas?– preguntó el señor Jakov al verme con Mila en brazos y con mis cosas.

–Lamentablemente sí. Tengo que resolver unos asuntos. Pero muchas gracias por todo, estuvo delicioso. Nuevamente muchas felicidades señora Jakov.

–¿Qué tramas?– dijo hurañamente la señora Jakov, como si me hubiera leído la mente.

–También quería despedirme, me iré a Suiza– sonreí al fin orgullosa de mi decisión. La señora Jakov soltó una risa retadora, tirando las cenizas de su cigarrillo.

–No, no lo harás– dijo la señora Jakov.

–¿Perdón?– instantáneamente se me borró la sonrisa de la cara.

–Lo que has oído. Si quieres irte vete tú sola. Mila se queda, ya habíamos hablado de esto.

–Imposible. Soy su madre, ella vendrá conmigo.

–Justamente por ser su madre deberías saber que Mila pertenece aquí, en Polonia. No tendría nada que estar haciendo en Suiza– en ese momento me armé de valor y le dije todo lo que tenía que decirle.

Edelweiss: el pasado al acechoWhere stories live. Discover now