Capítulo 28/ Soltar para sanar

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Al día siguiente me desperté agitada y emocionada a la vez. Tuve problemas al dormir ya que no podía digerir todo lo que había pasado con Johan la noche anterior. Desperté a Mila y la arreglé, le di de desayunar y recogí todo. Le dejé comida y agua suficiente a Félix y me bañé para salir lo antes posible. Me esperé en la sala hasta que dieran las 10:30 de la mañana, a esa hora entregarían la orden de Dominik en la estación de tren. Mila estaba algo confundida, no sabía qué estaba pasando. Le expliqué que iríamos unos días de vacaciones a Suiza para descansar un poco. Ella agarró su peluche de viaje y lo abrazó fuertemente.

—Estoy lista mami— dijo con gran emoción. Yo sonreí al verla así, pero en mi interior la preocupación se apoderaba de mí. Todo tenía que salir a la perfección. Ya la había perdido una vez, no la volvería a perder, y menos de esta manera.

Cuando dio la hora agarré todo y nos dirigimos a la avenida central para tomar un taxi que nos llevaría a la estación de tren. Cuando estuvimos en el taxi Mila iba cantando y bailando con su peluche y yo solamente iba pensando en lo que pasaría. Debía calmarme para no vernos sospechosas, de ser así nos meteríamos en un problema más grande. Cuando llegamos a la estación nos dirigimos a la taquilla y compramos dos boletos sin regreso. Agarré a Mila de la mano antes de pasar por los guardias y deseé con todas mis fuerzas que todo saliera como debía salir. Me acerqué al guardia y nos revisó los pasaportes y los boletos.

—Buenos días— dije amablemente disimulando pero el guardia ni se inmutó.

—¿Rutkowski?— el guardia buscó entre sus papeles para sacar la orden. Era el momento en el que leía la orden y al ser inválida no tendría una razón por la que detenernos. Yo sonreí confiada lista para irnos, volteé a ver a Mila y ella sonrió igualmente.

—Puedes pasar— articuló detenidamente mientras yo sonreía agarrando ansiosa las maletas. —Pero ella no— prosiguió. En ese momento se me paró el corazón.

—¿Perdón?

—La niña no sale— me enseñó la orden y estaba perfectamente avalada con todos los sellos oficiales y la firma de Dominik. Era completamente válida. No podía creerlo, Dominik me había traicionado. Seguramente descubrió en el último minuto que yo había encubierto a Johan todo este tiempo.

Salí de ahí lo más rápido que pude, con el corazón a punto de estallar y las preguntas de confusión de Mila retumbando en mi mente. Confié ciegamente en Dominik y me había apuñalado por la espalda. Cuando estuvimos afuera de la estación esperando un taxi de regreso, Dominik apareció frente a nosotras. Parecía que ya traía una carrera desde unos metros atrás, estaba agitado y emocionado a la vez. Tal vez vino a decirme algo como "¿Creíste que te saldrías con la tuya?, o algo por el estilo.

—¡Bianka! Déjame explicarte, ¿si?

—Fuera de mi camino Dominik, tengo que regresar.

—Por favor, Bianka. Vine lo antes que pude para advertirte de que...— lo interrumpí enojada.

—Dominik, no me importa lo que hayas hecho. Lo hecho, hecho está. Tengo que ocuparme de otras cosas en este momento— dije con la voz cortada.

—Bianka...—antes de que pudiera decir algo más llegó un hombre corriendo agitadamente hacia Dominik.

—Dominik, lo tenemos. Está en esta dirección— el hombre le mostró un papel y Dominik me volteó a ver de golpe. Creo que ya sabía de lo que se trataba. Habían encontrado a Johan.

—Bianka, ¿esta no es tu casa?— me mostró el papel y ni si quiera lo volteé a ver, solamente asentí mirándolo a los ojos extrañada de que Johan se encontrara en mi casa, si ya hace tiempo que se había ido de ahí.

Edelweiss: el pasado al acechoWhere stories live. Discover now