Capítulo 4/ Anhelos

870 82 18
                                    

-Ya está el té.- dije interrumpiéndolos. Los dos se acercaron a la mesa y se sirvieron una taza de té. Mila llegó pidiendo té y le serví en su vaso para que no se le derramara. -Le soplaré para que no te quemes.- mientras hacía todo eso sentí esa mirada dulce de Johan. Lo volteé a ver pero desvió su mirada hacia su taza de té. -Ya está.- le entregué su vaso a Mila y se fue a la sala con Félix. Era como su muñeca ya que era un perro dócil.

-Y bien, "Johan".- dijo Natia modificando su tono de voz cuando dijo "Johan". -Un nazi, ¿eh?- dijo dándole un sorbo a su té sin quitarle la mirada de encima.

-Mera obligación.- dijo igualmente tomando.

-Y, Bianka, ¿cómo es que consideraste a este hombre tu "amigo"?- dijo con una sonrisa malévola.

-¿Podemos no hablar de eso?- dije nerviosa. En eso, Mila empezó a llorar y fui a ver qué pasaba. La llevé a su habitación y saqué unas curitas para ponerle una sobre la herida que le había causado un mordisco accidental de Félix. -Ya está.- dije sonriendo y dándole un beso en el dedo.

-¿Me ayudas?- dijo señalando la caja de juguetes que no lograba alcanzar. Se la bajé y empezó a sacar todas las cosas. Yo nada más admiré el tiradero que tendría que alzar más tarde. Me que quedé un rato con ella sentada a su lado examinando todos los juguetes y como jugaba con ellos. Me miró confundida, me echó una de esas miradas de "déjame sola por favor" y cumplí su deseo. Me levanté y me dirigí al comedor. Ya no estaban Johan y Natia sentados, entonces decidí irlos a buscar a la cocina. Estuve a punto de entrar pero quise escuchar de lo que hablaban así que me quedé detrás de la puerta.

-No me imagino lo que se ha deber sentido ser prisionero de guerra.- dijo Natia.

-No fue de mis mejores experiencias, pero de cierto modo me lo merecía.- dijo Johan riendo.

-¿Por ser chico malo?- dijo Natia igualmente riendo

-Algo así.

-Y... por lo que tengo en claro, los simplemente "amigos" no salen de un campo de trabajo desde Rusia hasta acá después de 4 años para decirle "hola" a una vieja "amiga"- cuando Natia dijo esto mi corazón empezó a latir rápidamente, temía lo que le fuera a contestar Johan.

-¿Por qué no sólo lo preguntas y ya?- dijo Johan

-¿Alguna vez se amaron?- cerré los ojos y suspiré. Johan no contestaba y no podía ver su reacción debido a que la puerta me lo impedía. -Esto se pone interesante.- dijo Natia.

-Pero ya ha pasado mucho tiempo, creo que llegué tarde.- dijo Johan.

-Bueno, puede que hayas llegado tarde para alguien que ya haya establecido su vida aquí y que ya tenga una familia pero estás a tiempo para alguien que todavía no ha hecho nada con su vida, o sea, moi (yo en Francés).

-¿Acaso es una invitación para que yo haga algo con tu vida?- dijo Johan riendo. Creí que era el momento adecuado para interrumpir esta conversación así que lo hice.

-Pues, aún soy joven, no tengo hijos y mi esposo no está en una tumba.- cuando Natia dijo esto, acababa de entrar a la cocina. Me quedé perpleja por su insensibilidad.

-Gracias por recordármelo.- dije enojada saliendo de la cocina.

-Bianka, ¡espera!- Johan me agarró gentilmente el brazo para que parara.

-No.- me quité inmediatamente.- llevaré a Mila a ver a los animales.- Johan se quedó ahí parado.

-¿Pero y nosotros?- dijo Natia saliendo de la cocina.

-Se quedarán aquí solos, es lo que quieren al parecer.- les di la espalda y me dirigí a la habitación de Mila. La vestí apropiadamente con prendas para el aire fresco. Me dirigí hacia la entrada, agarré mi abrigo y salí a la calle azotando bruscamente la puerta.

-¿A donde vamos?- preguntó Mila extrañada.

-A ver a tu padre.- dije con la mirada fija hacia el frente. nunca había sido capaz de ir a visitar la tumba de Emmil, no me sentí lo suficientemente fuerte para hacerlo. Pero cambié de opinión.

Llegamos al cementerio con unas flores que había comprado en el camino y inmediatamente se me pasó la furia. Antes de entrar respiré hondo y volteé a ver a Mila y ésta me sonrió. Pregunté por Emmil Jakov y me enseñaron dónde estaba su tumba. Cuando vi su nombre en la lápida, me hinqué y dejé las flores a un lado. Mila se acercó a ella y le dió un pequeño beso.

-Hola papi.- dijo con su dulce voz. Yo solamente derramé un par de lágrimas con una sonrisa de oreja a oreja. Qué bien se sentía liberar esa tensión que había estado cargando desde su muerte. Creo que Mila lo había asimilado mejor que yo. Estuvimos un tiempo ahí contándole nuestras anécdotas y de nuestras vidas desde su partida. Incluso Mila le quiso cantar la canción que se había aprendido en la escuela. Después de ese día, me prometí visitarlo más seguido, quizá necesitaba esto desde hace mucho tiempo. De regreso a mi casa, me encontré a una muy buena amiga mía, mamá de una amiguita de Mila de la escuela. Probablemente la única a la que le tenía confianza, todas las demás son hurañas y cerradas.

-¡Bianka!- dijo dándome un abrazo.

-¿Qué tal?- dije sonriendo alegremente. Mila y su amiga se pusieron a jugar en cuanto se vieron.

-Míralas, siempre ansiosas de jugar juntas. ¿Qué tal si me la prestas para comer y te la devuelvo en la tarde.- preguntó amablemente. Digo, Mila apenas tenía 3 años pero conocía a Ivette desde que Mila tenía menos de un año.

-Claro.- dije sonriendo entregándole a Mila. Mila se fue extasiada y saltaba de alegría. -La recojo yo más tarde.- dije para no causar molestias.

-Claro, un gusto haberte visto Bianka.- dijo Ivette abrazándome de nuevo.

Regresé a casa sola. El día seguía nublado y un poco frío, lo cual era acorde a mis sentimientos del momento. Creí que cuando volviera a ver a Johan seria el día más feliz de mi vida, pero ahora tengo muchas ideas en mente y no todas son buenas. Por un lado mi esposo se había muerto recientemente y había tenido una hija y parte de mi vida con él y sentía que si dejaba entrar a alguien en mi vida sería traicionarlo. Y por el otro lado tenía a Johan de regreso, me había venido a buscar a pesar de todo lo qué pasó, arriesgándose a que Emmil siguiese vivo, pero no era así. No se por que no lograba decidirme...

Edelweiss: el pasado al acechoWhere stories live. Discover now