Capítulo 17/ Un adiós silencioso

502 43 6
                                    

Llegué a mi casa y me encontré con Mila jugando con Johan en el jardín, disfrutando de una tarde despejada. Felix corría alrededor de ellos tratando de captar su atención, la cual estaba enfocada en el juego. Cuando salí Mila corrió a abrazarme y Johan se quedó acostado en el pasto.

—¿Cómo te fue querida?— pregunté mientras Mila me enseñaba uno de sus juguetes.

—Bien, jugamos y bailamos— contestó con su voz de niña.

—¿Bailaron?— le pregunté mientras volteaba a ver a Johan. Él solamente se encogió de hombros.

—Tiene mucha energía— dijo Johan sacudiendose el pasto.

—Claro, como cualquier otra niña de su edad— sonreí.

—Se parece mucho a ti— agregó.

—Menos mal— reí.

—Mamá, ¿puedo una galleta?— Mila preguntó y asentí.

—Vamos a la cocina.

La llevé a la cocina y le di su galleta. Cuando la tuvo en la mano salió corriendo a compartirle un pedazo a Felix. Me quedé sola en la cocina alzando unas cosas que había dejado tiradas. No pude evitar sonreír al ver que Johan fue capaz de entretenerla todo este tiempo.

—Bianka, conseguí un lugar en donde quedarme— dijo Johan de pronto. Su expresión era de tristeza, como si algo lo estuviera matando por dentro.

—¿Ah si?— dije algo consternada. —¿A donde te irás?

—Cerca de aquí— sonrió con nervios.

Johan evadió mi pregunta, tratando de esconder lo que me llevaba escondiendo desde que llegó. Sinceramente me daba tranquilidad que Johan se fuera ya que no quería que nos involucrara en algo más grande, no con Mila bajo mi custodia.

—Tengo que ir a resolver un asunto sobre eso, de hecho. Volveré más tarde... no me esperes despierta.

—No lo haré— dije indiferente. Johan sonrió y salió de ahí agarrando su gabardina.

Para cuando terminé ya había caído la noche así que fui por Mila y la alisté para llevarla a la cama. Mila obedeció gentilmente y nos dirigimos a su cuarto. Destendí su cama y la llamé pero se entretuvo con los juguetes que había dejado tirados.

—Vamos Mila, a dormir— dije igualmente cansada.

—¿Y Johan?— preguntó y suspiré.

—Volverá más tarde, ahora tienes que dormir.

—Estuvo divertido... como papá— un par de lágrimas humedecieron mis ojos. No era consciente de su gran memoria, ella era muy pequeña cuando Emmil murió, pero definitivamente ese amor paterno nunca se le olvidará.

—¿Lo extrañas?— me senté a su lado. Ella solamente se encogió de hombros con la atención en sus juguetes. —Yo sí— proseguí. Mila me sonrió y guardó todo.

La acosté y la arropé, acariciando su suave pelo y murmurándole una canción de cuna. Ella me veía tiernamente a los ojos, sonriendo pícaramente. Yo seguía cantándole cuando me preguntó algo que me detuvo.

—¿Quién era el hombre que vino?— fruncí el ceño por confusión.

—¿Qué hombre cariño?

—Cuando estaba jugando con Johan vino un hombre y hablaron.

—¿Qué?... —No pude evitar enojarme con Johan. Yo le encargué cuidadosamente a Mila y no le importó. Empacaría sus cosas y se las dejaría en la puerta como señal clara de que ya no era un bien para nosotras.

Edelweiss: el pasado al acechoWhere stories live. Discover now