Capitulo 20/ Bailar o Morir

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Llegamos a aquel lugar en donde se llevaría a cabo la gala, era una hacienda antigua perteneciente a una familia de magnates polacos que perdieron sus riquezas durante la Segunda Guerra Mundial. Había cientos de personas subiendo las enormes escaleras del edificio. Rodeamos la gran glorieta y analicé cada jardinera y adornos florales que había. Mi corazón aumentaba su ritmo entre más nos acercábamos. Dominik frenó al pie de las intimidantes escaleras y nos recibieron unos hombres bien vestidos dispuestos a cargarme hasta arriba si así lo deseaba. Me abrió gentilmente la puerta uno de ellos e hice un gesto de agradecimiento. Dominik me alcanzó y me ofreció su brazo para que no fuera a tropezar en mi intento de alzar mi vestido y no pisarlo. Subimos alrededor de ochenta escalones pero afortunadamente Dominik y yo manteníamos una condición bastante activa. Cuando nos encontramos frente a la entrada sentí un sentimiento de remordimiento y angustia. El recuerdo de aquel hombre amenazándome había vuelto a mi mente. Volteé a ver a Dominik discretamente mientras él firmaba nuestra entrada, yo sabía que el hombre consideraba este evento como perfecta oportunidad para sacarlo de mi camino, ya saben, veneno en las copas, mucha gente, ajetreo... nadie se daría cuenta y saldría impune. Yo estaba negada a obedecerlo, pero para eso tendría que hablar con Dominik sobre el tema para hacerlo más fácil. Sin embargo, se daría cuenta de que la razón por la que llegué a estar en esa situación era porque tenía algo que ver con el caso de Johan.

Entramos al lugar y había mesas por doquier y camareros enfocados en servir a los recién llegados. No pude contar cuantas veces me ofrecieron una copa de vino rosado porque mi mente se encontraba en otro lugar, Dominik agarró una por mí y me la dió. Dirigí mi vista hacia arriba y mis ojos se perdieron en los destellos de los cristales en los candelabros que colgaban impetuosamente. Miré a mi alrededor y no vi ningún rostro conocido, era gente con mucho mayor nivel económico que yo, y por ende no se movían en mi mismo ambiente. Me dio la impresión de que estas personas eran quienes se fueron de Polonia para no verse afectadas por la guerra y regresaron como si nada hubiera ocurrido a despilfarrar dinero frente a quienes lo había perdido todo. Me sentí fuera de lugar por unos instantes, me encontraba rodeada de mujeres mayores que yo, vestidas con sus mejores prendas de lino acompañadas por la joyería más cara que pudieron conseguir.

–¿Sra. Jakov? ¡Qué gusto verle!– una voz me sacó de mis pensamientos. Voltée y me encontré con un hombre de tercera edad con su puro en la boca y con una corbata roja que resaltaba con su atuendo.

–Bianka, él es el dueño del despacho, el Dr. Kaminski.– Dominik me presentó antes de que yo fingiese conocerlo.

–Cierto, mucho gusto Dr.– hice una especie de reverencia la cual el Dr. Kaminski miró confundido. Fingí que no había pasado nada y le di un trago a mi copa.

–Siento mucho la pérdida. No pude ir al funeral de tu marido pero espero vaya todo bien. Fue una gran pérdida para el despacho– continuó el Dr.

Mi mente repetía frenéticamente que actuara normal y que agradeciera con una sonrisa. Así lo hice pero recuerdos del pasado venían a mí sin parar. Dominik desvió la plática para evitar silencios incómodos pero yo no pude continuar, me estanqué en mis pensamientos. Cuando menos me lo esperé esos pensamientos se empezaron a condensar hasta formas lágrimas. Mis ojos comenzaban a cristalizarse y era un buen momento para ir al tocador a disimularlas. Le entregué mi copa a Dominik y sin explicación me alejé de ahí. Pregunté un par de veces por el tocador ya que estaba lleno de puertas y pasillos. Cuando tuve claro a donde ir, mi caminata se volvió apresurada e imparable hasta que alguien llamó mi nombre. Paré disimuladamente a ver quién llamaba.

–Bianka, ¿cómo estás?– preguntó la esposa de un antiguo compañero de Emmil.

–Muy bien, gracias Lizzet. ¿Y tú?– contesté mientras parpadeaba lo más rápido que podía para evitar el escurrimiento de mi lágrimas.

Edelweiss: el pasado al acechoWhere stories live. Discover now