Capítulo 29/ Hacia un nuevo futuro

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Desperté de golpe y me senté. Me presioné en la herida ya que aún no cesaba del todo el dolor. Me paré y me unté la pomada que el doctor me había recetado para seguir sanando la cicatriz. Me aseé y desperté a Mila, quien se había quedado dormida en mi cama. Cuando se despertó tendí mi cama y la arreglé. Ya extrañaba dormir en mi cama, después de una larga semana en el hospital mi espalda ya me estaba pidiendo a gritos que saliera de ahí. Me arreglé y fui por Mila para emprender nuestro viaje. Dominik me había escrito la dirección del contacto que nos ayudaría a escapar en un pequeño papel. Agarré las maletas que ya había empacado y salí de la casa. Cerré la puerta detrás de mi y escondí las llaves en una pequeña maceta para que Dominik las agarrara posteriormente. Miré hacia atrás soltando un largo suspiro, pensando en todo lo que había visto esta casa y que ahora nos vería partir. Le tomé la mano a Mila algo nerviosa para dirigirnos a la estación del tranvía.

Durante el camino mis piernas no dejaban de temblar, mis manos sudaban incontrolable mente y mi mente no dejaba de vomitar recuerdos. Una indecisión invadía mi cuerpo pero era demasiado tarde. Saqué la insignia que había dejado Johan en mi puerta aquel día y la admiré detenidamente mientras las imágenes del pasado nublaban mi vista. ¿Será la decisión correcta? No dejaba de pensar en eso. No sabía con seguridad si esto era la solución adecuada o si simplemente estaba huyendo de todo, tal y como lo había dicho Johan aquella noche. Las piernas de Mila se columpiaban ya que no tocaban el piso, ella veía todo lo que aparecía por la ventana emocionada, sin entender lo que pasaba. En cambio yo no podía evitar la temblorina de mi cuerpo.

Cuando llegamos a la estación en donde nos teníamos que bajar, agarré las cosas y bajamos. Caminamos unas cuantas cuadras hasta llegar a una bodega algo vieja, llena de camiones y gente transitando. Había todo tipo de gente cargando e intercambiando todo tipo de cosas como cerdos, materiales de construcción, trigo recién cosechado, artículos de limpieza, entre otros. Busqué con cautela al hombre que Dominik me había descrito en el hospital: alto, pelo negro, ojos verdes, barbado y fortachón. Pregunté varias veces por aquel hombre y todos me indicaban una dirección diferente hasta que me topé con una mujer.

—Hola, ¿sabe donde puedo encontrar a este hombre?— le enseñe el papel con el nombre del sujeto.

—Si, ¿quien lo busca?— la mujer me miro directamente a los ojos.

—Soy Bianka Rutkowski. He venido porque Dominik me ha dicho.

—Dominik... ¿el abogado?

—Sí, él.— Al oír esto, la mujer comenzó a caminar y la seguí. Esquivamos unas cuantas cajas y personas.

—Él— apuntó con su dedo.

—Muchas gracias— me dirigí junto con Mila hacia el extraño hombre.

Me acerqué cautelosamente y le toqué el hombro discretamente. El hombre volteó y me examinó de pies a cabeza. Fijó la mirada en Mila y sin decir ninguna palabra me indicó que subiera al camión. Agarré nuestras cosas y ayude a Mila a subir. Ahí nos quedamos un rato, quietas y sumergidas en la inquietud y la incertidumbre. Junto a nosotras había dos mujeres, un poco más jóvenes que yo, con la misma mirada de desconcierto. No entablé conversación alguna ya que no tenían la intención de cruzar palabras conmigo. Sus ojos caídos miraban fijamente al piso con las manos unidas entre ellas. Yo solamente comencé a jugar con el pelo de Mila para controlar mis nervios. Ella solamente jugaba con una pequeña muñeca que le había dado en el tranvía. A unos pocos minutos mis ojos se empezaban a cerrar de cansancio, mi cabeza se tambaleaba y mis manos se relajaban. De pronto un ruido de motor intenso me despertó repentinamente. Abracé a Mila fuertemente y le susurré al oído que todo iba a estar bien.

No había ventanas cerca así que no podía ver por donde íbamos. Estábamos sentadas en medio de una oscuridad imponente, en la cual solo podía ver la ranura de luz que entraba por debajo de las puertas, alumbrando nuestros pies. La superficie era fría e incómoda, no podía imaginar todo lo que había sentido la gente fugitiva durante la guerra. Volví a juguetear con el broche de Johan ya que no tenía nada más que hacer. El brillo metálico sobresalía de entre las penumbras y esto llamó la atención de una de las mujeres.

Edelweiss: el pasado al acechoWhere stories live. Discover now