Capitulo 5/ Nada en su lugar

855 71 14
                                    

Regresé a mi casa y cuando estuve en frente de la puerta tome aire y lo solté mientras abría la puerta. Cuando entré, la casa estaba en silencio. Era una casa bastante grande, así que el silencio era tres veces mayor, y por eso cuando murió Emmil el silencio nos acecha desde entonces.

No vi a nadie en mi camino hacia la sala así que me acerqué al piano sin animarme todavía a tocar. Deslice las yemas de mis dedos sobre la tapa del teclado, fijándome minuciosamente en los detalles de la madera fina.

-¿Por qué no tocas?- dijo una voz detrás de mí haciendo que tapara el piano y me alejara  inmediatamente de él.

-¡Me asustas! ¿Y Natia?- dije volteando al rededor.

-Se fue, dejándome solo.- sonrió Johan alzando los hombros. Yo nada más lo mire y di unos pasos hacia la cocina, pero Johan me detuvo. -¿En serio no vas a tocar?- dijo con una sonrisa. Yo rodeé los ojos y me volví a acercar al piano con dificultad.

Me costó hacer una decisión. Arrastré lentamente el banco debajo del piano. Me senté y suspiré antes de abrir. Lo abrí y quite la funda que cubría las teclas. Pensé unos segundos en la pieza que iba a tocar y me deje llevar (multimedia). A la mitad, vi como Johan se acercaba hacia mi, mirándome conmovido. Arrastró una silla posteriormente y se quedó ahí observando, recargado sobre sus brazos. Cuando termine de tocar la pieza, sonreí inconscientemente y volví a poner todo en su lugar.

-Le devolviste parte de la alegría a la casa.- dijo aplaudiendo y riendo. Yo me sonrojé y me paré acomodando el banco.

-Vaya, hace años que no tocaba. Se siente bien.- sonreí y fui a la cocina. Johan siguió detrás mío.

-Me cayó bien Natia, un poco intensa pero es buena persona, hace mucho no conocía a una persona con tanta alegria.- dijo sonriendo.

-Qué bien.- dije rodando los ojos. Toda posible sonrisa se borró de mi cara. No sé por qué no sentí ganas de sonreír, era bueno que mi familia política diera buena espina, ¿no? Pero cuando Johan lo decía no se me hacía buena cosa... esperen un momento, eso es, eso son... ¡¿celos?! No no lo creo.

-¿Y eso?- preguntó Johan buscando mi mirada refiriéndose a la sequedad de mi comentario.

-No lo sé.- dije alzando mis hombros desviando mi mirada. Estuve a punto de salir de la cocina pero Johan se puso en mi camino con una sonrisa de oreja a oreja.

-Acaso son...- Johan levantaba las cejas y no dejaba de sonreír.

-¿Celos?- resoplé.- no, para nada.- me aparté y seguí mi camino. Empecé a levantar todo lo que estaba en la mesa, que en realidad eran cosas irrelevantes, solamente quería que Johan no notase mis posibles "celos" hacia su comentario sobre Natia.

-Bianka.- dijo Johan viendo como recogía lo que no tenía que recoger. -Bianka.- yo seguía con lo mío, yendo de un lado hacia el otro. -¡Bianka!- me frene frente a él.

-¿Qué pasa?- dije nerviosa.

-Te conozco.- dijo sonriendo. No pude evitar sonrojarme. Me quede viéndole un segundo y después negué con la cabeza. Fui hacia el jardín a servirle agua a Félix y Johan fue tras de mi. -¿Por qué no lo aceptas?- dijo cuando terminé de llenar el plato.

-¿Qué consigues tu?- dije arqueando una ceja.

-Una respuesta.- dijo igualmente levantando una ceja.

-¿Respuesta a qué?- pregunte.

-Respuesta a esto.- me agarro del brazo y me jalo hacia él, terminando en un beso. Sentí lo que hace mucho no sentía, no lo sentía ni con Emmil. Cuando nos separamos vi como sus ojos azules miraban los míos. Una leve sonrisa apareció en su cara mientras me acomodaba el pelo detrás de la oreja. De pura casualidad voltee a ver el reloj y ya había pasado la hora de recoger a Mila. Me aleje rápidamente y fui hacia la puerta.

Edelweiss: el pasado al acechoOnde histórias criam vida. Descubra agora