Capitulo 12/ Atrapada

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Salí del lugar y me encontré con todos los fumadores debido a que la madre de Emmil no permitía fumadores dentro, lo cual era bastante extraño ya que no había nadie que no fumara, incluyendo a su esposo.

Busqué por todos lados pero no lo veía. De pronto lo encontré del otro lado de la banqueta hablando con el mismo hombre que había tocado a mi puerta hace unas semanas. Decidí cruzar y ver qué pasaba, sin acercarme tanto ya que no sería bueno si me veían. Me puse detrás de una columna a observarlos. Johan se veía algo estresado y algo molesto pero al parecer no tenía de otra, el hombre lo estaba obligando a hacer algo. La conversación se calentó cuando el hombre mencionó algo de su padre, que al parecer a Johan no le pareció nada. El hombre lo amenazó en repetidas ocasiones si Johan no hacía lo que éste decía. Cuando acabó la discusión Johan se pasó las manos por la cabeza en señal de preocupación, entonces ahí decidí acercarme.

–¿Johan, está todo bien?– le toqué el hombro suavemente y éste se sentó en la banqueta desahuciado.

–No lo sé– dijo a secas. –Creí que al quitarme la insignia y el uniforme me dejarían en paz, pero al parecer la tengo tatuada en el corazón y me es imposible quitarla– suspiró.

–Johan...– me senté a su lado. –Es problema de esos hombres que desean arruinarte la vida, no para los que te quieren.

–Me quieren...– resopló. –Todos me huyen y me discriminan. No puedo hacer nada. ¿No viste la historia que me tuve que inventar para que no me sacaran a golpes de ahí?

–Bueno, en eso tienes razón. ¿Pero qué puedes hacer?

–La única persona que nunca me ha visto con una insignia nazi en la puta frente has sido tú, y siempre serás tú mientras estemos aquí–Johan me miró.

–¿Qué quieres decir con eso?– sabía perfectamente a lo que se refería, sin embargo no podía dejar todo y largarme así porque sí.

–Huyamos. Huyamos como siempre lo quisimos hacer. Podrás salir de Polonia como siempre lo soñaste. Aquí solamente hay dolor y remordimiento, ¿no lo ves?– Johan tenía razón. Mi vida en Polonia había sido una catástrofe total. Huérfana viviendo con su tía, que después de una horrible guerra había muerto, dejándola sola y desahuciada. Viuda, con una hija y una familia política que no la quiere del todo, con su pasado acechándola día a día sin saber hacia donde ir. Y todo esto tenía algo en común: todo había sido en Polonia. Quizá era tiempo de cambiar de aires.

–Yo encantada, pero sabes muy bien que no huirías para estar conmigo, Johan. Huirías de tus problemas para así evitar que te sigan acechando como siempre lo han hecho– Johan soltó el aire que tenía retenido. Se frotó la cara y  recargó sus codos en las rodillas.

Nos quedamos en silencio por un tiempo. Yo reflexionaba sobre si esta relación entre Johan y yo seguía valiendo la pena, aunque a veces dudaba si era una relación la que había entre él y yo. Habíamos cambiado, tanto personalmente como de trayectoria. Ya no queríamos las mismas cosas que queríamos cuando nos vimos por primera vez. Y sabía que quedarme con Johan sería seguir atada al pasado que tanto quería olvidar. Entre tantos pensamientos no me había dado cuenta que Natia y Dominik nos observaban desde el otro lado de la calle. Le di un golpecito a Johan para que regresáramos al evento, ya que nos empezábamos a ver algo sospechosos. Cruzamos la calle rápidamente y obviamente Dominik nos recibió con una serie de preguntas, como buen abogado.

–¿Todo bien?– preguntó mirando a Johan fijamente.

–Todo bien– respondió Johan algo nervioso.

–Oye, Hanz. ¿Siendo alemán viviendo en Polonia, no conoces a más de los tuyos?

–¿A qué te refieres?– este interrogatorio entre Johan y Dominik no me estaba dando buena espina...

Edelweiss: el pasado al acechoWhere stories live. Discover now