Capítulo 14/ la verdad sale a la luz

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—Johan, ¿qué pasa?— dije consternada sobre la situación. Nunca estaba en mi casa, se iba sospechosamente, regresaba a altas horas de la noche, no interactuábamos como antes y ahora además de todo eso llega golpeado y llorando... algo estaba realmente mal. Mi consciencia gritaba desenfrenadamente lo que Dominik me había contado pero yo confiaba ciegamente que Johan no sería capaz de hacer eso.

—Últimamente he estado algo abrumado, es todo.

—¿Es todo? Tu cara no dice lo mismo, Johan. Es algo más— Johan me volteo a ver y sonrió discretamente.

—Es solo que he estado arreglando asuntos de mi padre que me quitan toda la energía— se encogió de hombros.

—Creo que necesitas despejarte un poco, olvidarte de todo por un momento— me levanté y el hizo lo mismo.

—¿A dónde vamos?

—Por un helado— Johan rió ante mi idea algo infantil.

—¿Por un helado?

—Así es— dije segura de mi idea. —Vamos.

Salimos de mi casa y caminamos al centro de Suwalki. Ahí había una plaza muy agradable en donde Johan podría despejar su mente con tranquilidad comiendo unos ricos helado, los mejores de hecho. Johan iba un poco más tranquilo y relajado, seguramente no se había dado el tiempo de parar a respirar ni un momento. Platicamos casi todo el camino, recordando anécdotas que habíamos vivido juntos y recuerdos que teníamos de nuestros pasados. A decir verdad, era algo extraño recordarlo, lo sentía como un vago recuerdo lejano o como una especia de sueño que nunca pasó. Fueron seis años bastante agitados con anécdotas de todo tipo, como una mezcla de caldos de navidad. Había solamente un aspecto extraño en la manera de Johan para contar sus recuerdos, se veía algo apagado como si no estuviese orgulloso de todo lo que hizo de alguna manera, incluyéndome a mi. Esa chispa de espontaneidad y energía se había esfumado. Por más que trataba yo de hacerlo reír y de participar en una plática amena, su espíritu aventurero y energético parecía haberse quedado muy muy atrás.

—Y qué hay de cuando me besaste para protegerme, ¿te acuerdas?— sonreí al contarlo. Esperaba una respuesta astuta por parte de Johan, algo como "claro, fui el héroe ese día" o "sin mi no sé qué hubieras hecho". Pero en cambio recibí un simple "sí" acompañado de una sonrisa a medias.

—Johan, ¿te puedo preguntar algo?— él me miró y sintió parcialmente. —Es solo que me queda claro este no es el Johan que conocí, hundido en pensamientos que lo carcomen día a día. Sin señales de alegría ni entusiasmo por la aventura. Ni tampoco es el Johan a quien una vez ame, atento y protector. Ahora solamente veo a un Johan apático y sin ganas de nada. ¿Me puedes decir ya qué rayos pasa?— pregunté algo molesta, no quería estar perdiendo el tiempo de esta manera, pero tampoco le quería dejar de darle una oportunidad a Johan para explicarme. Sin embargo siempre salía con su misma historia.

—No es nada, lo juro. Es lo que te había dicho de mi padre. Pero en cuanto lo resuelva estaré mejor. Ahora mi mente está en otras cosas, lo admito, pero no significa que no sea el mismo de antes, Bianka. Trataré de no pensar en ello tan seguido y así podré enfocarme más en el presente, cómo ahora— sonrió y asentí.

—Bueno, ¿de qué vas a querer tu helado? Ya estamos por llegar, es ahí— señalé la pequeña heladería.

—No lo sé, pensaré en el trayecto. Pero, el que llegue después comerá el sabor más feo— de pronto Johan se echó a correr y yo reaccioné un poco tarde. Corrí lo más rápido que pude mientras me ahogaba con mi propia risa, sorprendentemente llegamos al mismo tiempo.

—Creí que llegarías mucho antes que yo— reí.

—Si, yo también. Después de caminar tantos kilómetros por toda Rusia se han deber atrofiado mis piernas— hizo una mueca y entró al local.

Edelweiss: el pasado al acechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora