Extra 1 - 'A primera vista'

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Rhett

Dos semanas. Solo dos semanas... y se marcharía.

Lo había estado planeando durante meses. Hablaría con Max y con Tina —o quizá no—, recogería sus cosas y se marcharía a otra ciudad a ofrecerse para ser explorador. Pero no podía quedarse en Ciudad Central. Cada día era más y más insoportable.

Todavía recordaba lo que era ser explorador. Levantarse temprano, los largos recorridos andando, tener que dormir muchas veces en zonas boscosas... cosas que a los demás podrían haberles parecido horribles, pero que él adoraba. Hacían que se sintiera vivo. Y todo había terminado desde ese día. El día en que le hicieron la cicatriz en la cara y Max le prohibió hacer más exploraciones.

—Iniciado —gritó a un chico que pasó corriendo por delante de él—, como no aumentes el ritmo voy a darte motivos para correr de verdad, ¡más deprisa!

El pobre chico salió disparado, casi como si lo empujara el diablo.

Miró a los demás. Estaba en una de sus clases matutinas con los principiantes, las de entrenamiento y combate. Eran las más aburridas. Al menos, cuando estaban en la sala de tiros o cuando se ocupaba de los avanzados de armas podía disfrutar de ver a la gente disparando, que era algo que echaba sumamente de menos. Pero... ¿el combate? Eso era un aburrimiento.

Suspiró y se cruzó de brazos, viendo como sus alumnos seguían corriendo. Solo con verlos ya sabía dónde terminarían todos. Trisha, Saud, Annie y Jenell en combate, Jake en enfermería, Dean en tecnología... ninguno en armas.

A veces, le gustaría tener algún alumno al que poder enseñarle a disparar de verdad, con más armas que una maldita pistola reglamentaria.

—Vale, suficiente —gritó, haciendo una seña—. Haced estiramientos en pareja.

Todo el mundo dejó de correr y se puso en parejas, jadeando. Ese día era especialmente caluroso. Rhett movió los dedos, algo incómodo por los guantes —aunque estuviera acostumbrado a llevarlos— y estuvo a punto de decir que pasaran directamente al combate para que fuera más ameno, pero entonces lo escuchó.

El sonido de un coche chocando contra el muro.

Se dio la vuelta, alarmado, al igual que todos sus alumnos. Hubo un momento de silencio cuando todos escucharon el sonido de neumáticos rechinando, un golpe sordo y cristales rompiéndose.

¿Qué demonios...?

Deane, que había estado al otro lado del campo con sus alumnos, a los que ese día torturaba con estiramientos imposibles, se giró hacia Rhett.

—¿Dónde están los guardias? —preguntó.

—En la entrada —masculló Rhett—. Tenemos que ocuparnos nosotros.

Deane gritó a los alumnos que no se movieran, pero estaba claro que nadie le hizo ni caso. La curiosidad era muy fuerte. Por eso Rhett ni siquiera se había molestado en decirles nada a los suyos.

El sonido había llegado desde la única zona de la ciudad en la que había una parte de bosque dentro de los muros. Por culpa de los árboles fue un poco difícil determinar qué había pasado, pero entonces lo vio. Un coche blanco y no muy grande había atravesado el muro y lo había destrozado, deformando toda su parte delantera en el proceso.

—Joder —masculló, acercándose.

El cristal se había reventado por el impacto y había sangre entre los fragmentos del suelo. Lo único que faltaba era...

—¿Y el conductor? —preguntó Deane con el ceño fruncido.

Todo el mundo se puso a buscarlo al instante, mientras Rhett se cruzaba de brazos.

Ciudades de Humo (¡YA EN LIBRERÍAS!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora