Capítulo 17

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La clase ya había terminado cuando Alice se quedó felizmente con Rhett para ayudarlo a colocar los sacos en su lugar. En realidad, él se irritaba cuando lo colocaba mal, así que se limitaba a mirarlo de brazos cruzados mientras él hacía el trabajo duro.

—Hoy me ha salido una clase perfecta —bromeó ella felizmente.

—¿Perfecta? —su tono era escéptico cuando cerró la puerta del almacén y se quedaron los dos en el gimnasio.

—No dejaré que tu mal genio se me contagie —advirtió ella sonriendo—. Me he levantado de buen humor.

—Eso ya lo veo. Pero la clase no ha sido perfecta.

—Oh, vamos, lo he hecho bien. He conseguido darle un puñetazo a un chico.

—Pues, ahora que lo mencionas —él se cruzó de brazos—, la próxima vez que te vea dando un puñetazo como el de antes, te ato la muñeca.

—¡La he colocado bien! —ella borró su sonrisa para reemplazarla con expresión estupefacta. 

Hizo una muestra del puñetazo de antes y Rhett enarcó una ceja lentamente.

—Odio cuando me miras así —musitó Alice.

—¿Así?

—Sí. Sabiendo todas y cada una de las cosas que he hecho mal pero sin decirlas.

—Es que no tengo tiempo para decirlas todas —él sonrió maliciosamente.

Alice puso las manos en sus caderas, irritada.

—¿Qué insinúas?

—Que has empeorado. ¿Vuelves a necesitar clases extra?

—¿Necesitas ser mi saco de boxeo para que te demuestre que he mejorado?

Rhett ladeó la cabeza, divertido.

—Seamos realistas, Alice. No conseguirás darme.

Ella se empezó a colocar, sonriendo maliciosamente. Apretó y estiró los puños unas cuantas veces.

—¿Eso es un reto, instructor? —remarcó la última palabra.

—Para ser un reto tendría que ser alcanzable, iniciada —él también remarcó la última palabra.

—Igual debería recordarte que Kenneth me dio unas cuantas clases en la Unión —bromeó dando una patada al aire—. Ahora soy una ninja como la de ese niño de la película del hombre que lo obliga a limpiar.

—Muy bien, Karate Kid, si quieres intentarlo, no seré yo quien te frene,

Pero ni siquiera se estaba colocando en posición defensiva.

—Te veo muy seguro, instructor.

—Y yo te veo muy motivada, iniciada.

—Te recuerdo que ya te he dado un puñetazo —ella lo dio al aire, divertida—. Y te hice sangrar.

—Sí, tienes una forma de demostrar tu amor muy curiosa.

—¡Pensaba que me habías vendido!

—Oh, vamos, no te habría vendido a Charles. Hubiera ido a por alguien que pudiera darme más por ti.

—Oh, muchas gracias, Rhett. Eso hace que me sienta mucho mejor.

—Era mi intención —bromeó y, a la vez, esquivó sin mucha dificultad un puñetazo en el brazo—. Ah, ¿ya hemos empezado?

—Hace ya un rato.

Ciudades de Humo (¡YA EN LIBRERÍAS!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora