Capítulo 18

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Alice estaba sentada sola en el despacho de Max con los dedos entrelazados y cara de horror.

Era. La. Líder.

¿Qué se suponía que hacían los líderes?

Esa mañana él y Tina se habían marchado con los exploradores y con algunos de los nuevos. Max no le había dedicado una gran despedida —no la esperaba, la verdad—, aunque le había asegurado que contaba con la ayuda de los demás guardianes. Alice sospechaba que se refería a Rhett, que era el único guardián que lo había sido también en la otra ciudad.

Pero ahora estaba sola. Hacía una hora que se habían marchado y tenía una extraña sensación en el estómago. Durante esos días no tenía que ir a clase. Pero... ¿qué hacía, entonces? ¿Qué hacía la gente que no tenía que entrenar con su vida?

Llamaron a la puerta y se quedó mirándola como una estúpida hasta que se dio cuenta de que ahora, técnicamente, era Max. Puso cara seria y se aclaró la garganta.

—Adelante —le sonó la voz ridículamente aguda.

Rhett abrió la puerta con una sonrisa maliciosa.

—¿Puedo pasar, líder? —preguntó, burlón.

—Déjate de tonterías —masculló ella.

—Mírate, hablándome como Max.

—Rhett —ella suspiró.

Él cerró la puerta para sentarse a su lado despreocupadamente.

—¿Qué tal tu primera hora al mando? ¿Ya has empezado a corromperte?

—¿Qué es...? Déjalo. No quiero saberlo.

Agachó la cabeza y se miró las manos, afligida. Él dejó de sonreír.

—Oye —Rhett le levantó la cabeza por el mentón—, no te desanimes. Estoy aquí para ayudarte.

—Lo sé, es que...

—No te gusta, ¿no?

—No lo sé. Es que... no sé ni qué se supone que tengo que hacer. Max no me ha dicho absolutamente nada.

—Tranquila, soy el encargado de hacer que no destroces la ciudad en una semana —sonrió, dejando una hoja sobre la mesa—. Eres la líder, Alice. Limítate a tomar decisiones.

—¿Sobre qué?

—Sobre esto, para empezar. Esta es la lista de todos los alumnos que tenemos ahora mismo —Rhett la deslizó hasta que quedó justo delante de ella—. Los he dividido por grupos según sus habilidades. Hoy les he hecho algunas pruebas.

Ella lo miró, confusa.

—¿Tengo que decirte si me gusta?

—Sí, estaría bien —Rhett parecía divertido—. Revisa los nombres, las habilidades... todo está ahí. Si no te parece suficiente, puedo organizar más pruebas en las que estés presente.

—No... eh... —ella agarró la hoja y lo miró por encima de ella—. Sabes más de esto que yo. Mhm... ¿qué tengo que hacer? ¿Escribir que estoy de acuerdo?

—También puedes decírmelo. Es más rápido —él sonrió, divertido al verla tan apurada.

—Pues... mhm... estoy de acuerdo.

—Bien —Rhett volvió a adoptar su mirada de instructor serio—. La gente siempre tiene problemas en estas ciudades, Alice. Tú solo tienes que solucionarlos. Y, si ves que es algo serio, convocas a los guardianes o a sus sustitutos y tendrá que ser una decisión grupal.

Ciudades de Humo (¡YA EN LIBRERÍAS!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora