Capítulo 37

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—Odio verte con esa ropa —murmuró Rhett de mala gana, mirándola desde la puerta del pequeño cuarto de baño de la caravana.

Alice seguía ajustándose bien la el pelo en una sencilla cola de caballo. Se pasó las manos por la falda y por el jersey de cuello alto sin mangas, asegurándose de que no tuviera ni una sola arruga. Casi no se reconocía a sí misma. Estaba claro que no era la misma persona que había usado esa ropa un año atrás. Incluso físicamente se notaba la diferencia. La flacidez de sus brazos —que siempre habían sido flacuchos— ahora era firme y tenía algunas cicatrices pequeñas. Además, andar de una forma sumisa había resultado ser más complicado de lo que esperaba. Estaba demasiado acostumbrada a poder andar como quería.

—Tampoco es mi ropa favorita, la verdad —dijo ella, mirándose a sí misma.

Rhett puso una mueca cuando ella volvió a hacerse la cola de caballo para que le quedara perfecta.

Él iba vestido con la ropa negra que usaban los miembros de seguridad del equipo del padre John. Y, claro, le sentaba genial. Como todo. Especialmente porque su cara de mal humor lo metía perfectamente en el personaje.

—¿Crees que estoy bien así? —preguntó ella, revisando todo el disfraz en busca de cualquier arruga.

—Pareces una tranquila e inocente androide.

—Entonces, es perfecto.

—No abras la boca o se darán cuenta de que eres lo contrario.

Le sonrió y sacudió la cabeza. Después, se agachó y metió su ropa en la mochila que dejarían en la caravana. 

Charles y Max los esperaban fuera con la misma ropa que Rhett. Charles fue el primero en verla y esbozar una sonrisa de oreja a oreja.

—Mírate, querida. Pareces una buena chica.

—¿Parezco?

—Bueno, no lo eres —él le guiñó un ojo—. Pero, no me malinterpretes. Me gustan los retos.

—Cállate —le dijo Rhett, de nuevo con mala cara.

—¿A que yo también estoy guapo en mi traje? —sonrió él ampliamente—. Me siento como si hubiera cambiado de rol. La última vez que estuve ahí, iba vestido de blanco.

—Ya nos contarás cómo has conseguido la ropa —Max le enarcó una ceja.

—Un buen mago nunca desvela sus trucos.

Como nadie le preguntó, él se cruzó de brazos.

—Aunque voy a decirlo si insistís un poco —aclaró.

—A mí me da mucha pereza —murmuró Rhett.

Charles miró a Alice con el ceño fruncido y ella suspiró.

—¿No nos lo puedes decir, Charles?

—Bueno... lo haré, pero solo porque me lo pides tú —sonrió de nuevo—. Conocí a unos cuantos androides que se escaparon de su zona con trajes de estos y terminé quedándome con algunos de ellos. El de androide fue... ejem... más interesante. No sé si querríais saber los detalles. De todos modos, es una suerte que fuera de tu talla, querida. Te sienta como un guante.

—Esta conversación es muy interesante —dijo Max—, pero os recuerdo que no estamos aquí para hablar.

—Ya ha vuelto el amargado de Maxy —murmuró Charles, suspirando.

Terminaron de recoger sus cosas y Charles cerró la caravana. Alice vio que Max se colgaba su cinturón por encima del que ya llevaba puesto. Ella no podría llevar armas hasta que se encontraran. Era imposible ocultarlas llevando esa ropa. Tenía que admitir que eso la hacía sentir un poco insegura. Pero, al menos, Rhett estaría con ella.

Ciudades de Humo (¡YA EN LIBRERÍAS!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora