Capítulo 21

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Maratón 1/3

—¿Estás segura de esto? —preguntó Rhett en voz baja.

Alice respiró hondo con los ojos clavados en el bosque.

—Rhett —murmuró—, ahora mismo no tengo ningún tipo de seguridad en nada, así que necesito que la tengas tú por los dos.

Casi pareció que él iba a reírse.

—Pues tenemos un pequeño problema.

Ella estaba tensa. Muy tensa. A su alrededor, tenía a los demás guardianes de la ciudad, como Kilian había indicado, y también los mejores alumnos de Rhett, que era lo mejor a lo que podían aspirar para defenderlos en caso de emergencia. La única persona ausente era Davy, a quien había dejado al mando en su ausencia. Esperaba haber tomado la decisión correcta. Kai lo sustituía como si fuera un guardián.

Porque... eso de dejar a Kai al mando no le había parecido la mejor idea del mundo.

De todas formas, Charles también estaba en la ciudad con los suyos. Y él sabía cómo funcionaba eso de liderar. Era un alivio.

Kilian estaba de pie delante de ellos. Parecía muy tenso, también. Estaban esperando que sus antiguos compañeros se manifestaran desde la entrada del bosque. Alice se ajustó el dispositivo de la oreja y suplicó no tener que usarlo.

Davy y los de tecnología habían arreglado uno para cada uno de los guardianes los guardianes y otro para Kai. Era la única forma que tenían de comunicarse entre ellos. 

En todo caso, tenían todas defensas activadas. Alice sabía que llegarían a tiempo si ocurría algo malo, pero seguía estando nerviosa.

Esperaba no tener que usar esas defensas. Nunca.

Tenía a Trisha y Kai por un lado. Cada uno más tenso que el otro. Al otro, Rhett, Jake y Kilian. Detrás, seis alumnos avanzados. Entre esos alumnos —para su desgracia— Charlotte. Podía caerle todo lo mal que quisiera, pero seguía siendo de las mejores alumnas que tenía Rhett. Alice la miró de reojo y no pudo evitar apretar los labios cuando la rubia le devolvió la mirada. 

No le gustaba tener que depender de su ayuda. Ya había dependido de ella una vez y Alicia había muerto.

Parecía que hacía una eternidad que esperaban en completo silencio cuando Kilian dio un respingo. Alice frunció el ceño. ¿Qué pasaba? Vio que él ladeaba la cabeza y cerraba los ojos para escuchar.

Entonces, Alice tragó saliva al ver que tres figuras salían del bosque. Eran dos hombres y una mujer. Los tres iban vestidos de la misma forma que Kilian cuando lo habían encontrado. Poca ropa —especialmente para esa época del año—, rota y sucia. Todos tenían el pelo por los hombros e iban armados con lo que a Alice le parecieron cuchillos hechos a mano. No los estaban sujetando —estaban en sus fundas— pero no le gustaron de todos modos.

—No han venido solos ni de coña —murmuró Trisha.

Alice sabía que tenía razón, pero no dijo nada. Le daba la sensación de que un montón de ojos la observaban entre las ramas de los árboles. Y, probablemente, no estaba equivocada.

Miró a Kilian y vio que él se había adelantado unos pasos. El hombre salvaje que estaba en medio, un poco más forzudo que sus compañeros y con expresión sombría, miró fijamente al niño. Kilian no se detuvo hasta que estuvo delante de él.

Hizo un gesto, pero Alice no pudo verlo porque le daba la espalda. El hombre gruñó un sonido gutural e hizo un gesto con la cabeza a sus dos compañeros. Ellos dieron dos pasos atrás y Alice vio que Kilian también se apartaba, mirándola.

Ciudades de Humo (¡YA EN LIBRERÍAS!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora