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Vicious

Ahora

—Está abierto.

Criada entró y, hostia puta, ¿qué diablos se había puesto?

Parecía como si se hubiera perdido en el armario de Keith Richards y a duras penas hubiera vivido para contarlo. Llevaba unas mallas de leopardo, rotas en las rodillas, una camiseta negra de Justice (el grupo, no la teoría filosófica), una gabardina a cuadros y botas de vaquera. Su cabello color lavanda estaba cubierto en su mayor parte por un gorro de lana y sostenía dos cafés de Starbucks, a uno de los cuales dio un sorbo. Se parecía tanto a la asistente personal del presidente de una empresa financiera que facturaba millones como yo a una bailarina de ballet clásico. Si era otra manera para demostrarme que esto le importaba una mierda, funcionaba.

—Hola.

Deslizó uno de los dos cafés sobre mi escritorio. El vaso chocó contra mi antebrazo y se detuvo.

Lo miré sin tocarlo y volví la mirada a la pantalla del portátil.

—¿Qué coño es esto? —No estaba del todo seguro de si me refería a su atuendo o al café de Starbucks. ¿Acaso era Halloween? Comprobé el calendario, por si acaso. No. Ya estábamos bien entrados en diciembre.

—Tu café. El desayuno te espera en la cocina.

Arrojó la bolsa bandolera de Harley Quinn sobre el sofá de cuero marrón que había en la esquina del despacho.

Tuve que reunir todas mis fuerzas para no arrojar el café contra la pared y mandarla a ella de una patada de vuelta al paro. Me recordé a mí mismo que no había contratado a Criada por sus magníficas capacidades como asistente personal ni por su sentido de la moda. La necesitaba. Era parte de un plan mayor que estaba a punto de ejecutar. Pronto valdría la pena todo el dinero y el elegante apartamento que le estaba pagando.

«Y es mejor que mi expsiquiatra para el testimonio, con esos ojazos inocentes que tiene». Joder. El apartamento. En mi intento de convencerla para que aceptara el trabajo, le había


ofrecido muchas cosas que ahora tenía que cumplir.

Respiré con fuerza y sentí que se me tensaba la mandíbula.

—Tráeme el desayuno —siseé.

—No —contestó sin levantar la voz, aclarándose la garganta y levantando el mentón—. Su alteza, le ruego que vaya a la cocina y desayune con sus leales súbditos. Creo que es importante que se familiarice con sus colegas. ¿Sabías que media oficina está allí ahora? Es viernes de tostadas francesas.

secret.Where stories live. Discover now