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Vicious

Sucedió. Caí.

Después de estar despierto ochenta horas seguidas, mi cuerpo finalmente cedió y se apagó por completo. Sucedió en mi dormitorio, y casi no logré llegar a la cama. Seguía con el torso desnudo porque me gustaba cómo me miraba ella mientras yo trabajaba y ella leía. Pero había llegado la mañana y yo sabía que tendría que dormir durante muchas horas y que, tarde o temprano, ella se daría cuenta de que algo no iba bien. La gente no desaparecía durante tanto tiempo durante el día.

Desperté trece horas después, cuando anochecía de nuevo. Llegaba ruido del ancho pasillo que había frente a la habitación, y deseé que fuera Criada, aunque sabía que no sería así. Estaba en lo cierto, claro. Eran los enfermeros de mi padre, Josh y Slade. Discutían entre ellos sobre los Raiders y los Patriots, y no me hizo ninguna gracia. Aquellos dos mamones me habían despertado.

Pasé entre los dos hombres fornidos y entré directamente en el dormitorio de mi padre. Le habrían dado el alta en el hospital y había regresado mientras yo dormía. Y cuál fue mi sorpresa al descubrir que Jo no estaba por ningún lado. Supongo que Cabo era más importante que estar junto a tu marido en sus últimas semanas —o días— de vida.

Sentía todo el peso de la grave situación sobre los hombros, pero esto era lo que llevaba tanto tiempo esperando. Desde que tenía doce años.

Había llegado el momento. Daryl estaba muerto.

Papá se moría.

Y la vida de Josephine también terminaría pronto.

Abrí la puerta. Los enfermeros me miraron, pero continuaron discutiendo en el pasillo mientras agitaban los brazos y hablaban de fútbol.

—Hola, papá. —Sonreí, apoyé un hombro contra la pared con las manos en los bolsillos. Reposé la cabeza junto a un cuadro de Charles-Edouard Dubois —era bueno, pero me gustaban más los de Emily— y disfruté de lo que veía.

El hombre que había arruinado mi vida parecía una copia barata del hombre que había sido. Totalmente calvo, pálido y con un cuello similar al de un lagarto. Las venas le sobresalían en la piel flácida y fina. Yo no me parecía en nada a él; era igual que mi madre, y suponía que eso era


parte de la razón por la que Jo me odiaba tanto.

—No mientas, hijo. Jo y Daryl nunca harían algo así —me había dicho cuando le había enseñado mis cicatrices. Mis heridas. Mi dolor.

—Me encierra allí con él —le conté por enésima vez.

—Jo dice que lo haces tú mismo. ¿Es que buscas atención, Harry? ¿Es eso lo que quieres?

Yo no necesitaba atención. Lo que necesitaba era un maldito padre distinto.

—¿Cómo lo llevas? —pregunté a Harry padre con una sonrisa, dolorosamente consciente de los hombres que había a mi espalda.

secret.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora