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Vicious

Dos días después de la lectura del testamento, oí que Jaime entraba en mi destrozada habitación de hotel con la tarjeta que le había dado para que viniera cuando quisiera.

—Dios mío. ¿Cuánto hace que no dejas entrar a los de la limpieza? La sangre de Dean seguía sobre la moqueta.

Yo estaba tumbado en la cama deshecha, fumando y mirando al techo. Jaime puso una bolsa de papel sobre la mesita de noche y sacó agua embotellada, bocadillos, Tylenol y otras cosas que pensó que necesitaría. Me había emborrachado con él y con Trent al salir de la casa de Dean porque, ¿quién no lo haría después de que lo desheredaran?

Exhalé una nube de humo y él me quitó el porro y me agarró por el cuello de la apestosa camiseta blanca.

Aplastó su nariz contra la mía.

—Todavía eres millonario. Todavía eres joven, rico y tienes buena salud. ¿Y lo único en lo que piensas es que tu madrastra se ha llevado el dinero tu padre? Se lo ha llevado. ¿Y qué?

Él no tenía ni idea de lo que había pasado en realidad y yo no quería contarle el motivo por el que me había venido abajo como un blando en la casa de Dean. Me limité a mirarlo enfadado:

—Nadie te ha pedido que me salves, Príncipe Embobado.

—¿Y qué vas a hacer entonces, tío?

Me senté en el borde del colchón y me pasé la mano por el cabello.

—Nueva York —dije, deseando que no hubiera apagado el porro—. Voy a volver a Nueva York.

—Imaginaba que dirías eso.

Jaime se sentó a mi lado. Olía bien. A jabón y a vida.

—No puedes volver a Nueva York, Vic. Es la oficina de Dean. Ya está enfadado contigo por la putada que le has hecho con lo de Emily. No puedes trabajar allí con él ahora mismo y, de todos modos, ¿quién iba a llevar la oficina de aquí?

—Me importa un carajo. Me voy a Nueva York porque quiero que sea mía.

—¿Te refieres a Emily?


—No —mentí—. Me refiero a que quiero trabajar en Nueva York. Estoy harto de Los Ángeles.

Levanté el mentón y lo reté a que discutiera conmigo. Yo era un bastardo tozudo y él lo sabía muy bien.

Jaime echó la cabeza hacia atrás, se rio, y yo sentí que la ira me hervía dentro. ¿Qué tenía esta situación de gracioso? Su risa tardó todo un minuto en apagarse.

—Escúchate un poco, Vicious. Estás obsesionado con esa chica. Estás enamorado de esa chica, siempre lo has estado, desde que te diste cuenta de que no le impresiona ni le asustan tus numeritos. Te topaste con ella en Nueva York y lo primero que hiciste fue contratarla. Estás en fase de negación profunda. La quieres y quieres todo lo que tenga que ver con ella. No necesitas robarle la oficina a Dean para eso. Simplemente ve y díselo a ella.

secret.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora