8

1.1K 66 7
                                    

Emily

—Te das cuenta de que todo suena muy turbio, ¿no? —dijo Rosie entre toses mientras yo empaquetaba todas nuestras posesiones terrenales y las metía en bolsas de basura en nuestro pequeño apartamento.

Iba a echar de menos este lugar. A pesar de que nuestro colchón estaba a menos de treinta centímetros de la cocina y tenía un agujero del tamaño de mi cabeza, y a pesar de que teníamos que saltar para alcanzar los armarios de arriba de la cocina, donde guardábamos ropa, abandonarlo me provocaba un sentimiento agridulce.

En este lugar habíamos creado muchos recuerdos. Recuerdos alegres, graciosos, tristes y emotivos. Aquí es donde habíamos bailado al son de canciones, llorado viendo películas malas de serie B y devorado comida basura hasta que nos dolía el estómago. Donde había pintado lienzos y vendido mis cuadros por dinero de verdad. Donde había ayudado a Rosie con su grado de enfermería y había pasado noches en vela con ella para hacerle preguntas que aparecían en manuales gordos como ladrillos.

Ahora nos mudábamos a uno de los edificios más lujosos de Manhattan, pero no me sentía feliz por ello, sino asustada. Sabía que Vicious tramaba algo y estaba segura de que, fueran cuales fueran sus planes, iba a hacer que me ganase mi opulento salario.

Pero no quería preocupar a Rosie.

—Bueno, dijo que no era sexual ni ilegal, así que al menos sabemos que no me va a vender a un potentado extranjero ni me hará matar a nadie —bromeé, forzándome a reír mientras hacía una bola con otro de mis vestidos y lo metía en una bolsa de viaje.

Estaba recogiendo todas nuestras cosas tan rápido como podía. Me había cambiado al llegar a casa y me había puesto unas mallas negras de cuero sintético y un suéter con pompones; sabía que no tenía tiempo para cambiarme otra vez antes de que la limusina pasara a recogerme y me llevara al JFK. Intenté convencerme de que tener este aspecto descuidado y feo era lo mejor. No quería dar a Vicious una idea equivocada. Aunque todavía se mostraba frío y brusco conmigo, me había fijado en cómo me miraba. Exactamente como yo lo miraba a él hacía tantos años cuando iba al campo de fútbol del instituto a verlo jugar sin que él lo supiera.

A ambos nos gustaba lo que veíamos.


Pero me recordé que este hombre no mantenía relaciones. Solo destruía. Y una de las cosas que había destruido en el pasado había sido mi vida.

Cerré la bolsa de viaje y saqué un par de bolsas de basura más de un cajón, en las que metí latas, café, azúcar y todo lo que teníamos que no caducaba. Nos llevaríamos la comida que teníamos. Puede que Vicious me hubiera avanzado parte de mi escandalosamente gran sueldo, pero teníamos que ir con cuidado con el dinero. Con mucho cuidado. A pesar del contrato que me había hecho firmar, no sabía cuánto duraría como su empleada.

Y a pesar de lo que él creía, yo no era idiota. Buscaría otro trabajo, aunque me pagaran mucho menos. Estar a merced de ese hombre era como acomodarse dentro de una jaula dorada con un tigre hambriento.

secret.Where stories live. Discover now