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Emily

La noche era lluviosa y fría, casi hasta el punto de que podía nevar en cualquier momento. Agradecí el abrigo que me había comprado con el dinero de Vicious. Ni siquiera me sentía culpable.

Mi nuevo jefe, Brent, un hombre de casi cuarenta años, vivía cerca del apartamento que acabábamos de abandonar, así que compartimos taxi y luego tomamos una copa rápida mientras me explicaba cómo sería la exposición.

Mi nuevo trabajo en la galería era solo un puesto de becaria, y el sueldo era espantoso, pero cuando Rosie vio la expresión de mi rostro, básicamente me obligó a aceptarlo. Mi hermanita se sentía mucho mejor e iba a volver a trabajar en la cafetería en cuanto nos mudáramos. Un trabajo en el que las propinas eran fantásticas y donde el dueño era flexible con el horario.

Intentaba no torturarme demasiado por haber aceptado trabajar para Vicious en primer lugar. La situación había sido muy grave, por la salud de Rosie y demás, pero nunca volvería a hacerlo. Me alegraba pensar que este fin de semana terminaría todo y nos mudaríamos a nuestro nuevo apartamento. Deseaba salir de las hirientes garras de Vicious.

Era Año Nuevo y este era mi propósito. Había terminado con él.

Brent y yo recorrimos a buen paso el corto trayecto hasta la galería, a pesar del horrible tiempo que hacía, y entonces escuché una voz familiar que hizo que se me detuviera el corazón.

—¡Emily!

Mi primer instinto fue no volverme hacia él, seguir caminando, especialmente dado que mi nuevo jefe estaba allí. Pero no era capaz de ignorar a nadie. Ni siquiera a él. Me di media vuelta lentamente, con el aguanieve golpeándonos a ambos en el rostro. A mí y a Vicious. Cruzó la calle a toda prisa para llegar hasta mí, y todo su cuerpo se tensó al ver a Brent a mi lado.

—¿Quién coño es este imbécil? —rugió.

Oh, Dios mío.

Me puse roja como un tomate. Lo último que quería era que mi nuevo trabajo empezara de este modo. Maldije a Rosie por decirle a Vicious dónde estaba, porque sabía que no había otro modo de que hubiera descubierto dónde trabajaba. Luego, procedí a hacer lo mismo con Vicious por tener el gaydar roto, porque claramente yo no era el tipo de Brent. Él sí.


—Lo siento, Brent —dije a la vez que me volvía hacia mi nuevo jefe—. Por favor, ignóralo. Seguí caminando, con la mirada puesta en la puerta de entrada de la galería.

Brent levantó una ceja pero, por fortuna, no dijo lo que pensaba en ese momento. Vicious nos siguió y nos alcanzó enseguida gracias a sus largas zancadas.

—No me importa quién sea este fantoche. Tenemos que hablar.

—Por favor, da media vuelta y vete antes de que esto acabe con una orden de alejamiento.

Piensa en el impacto que tendrá el escándalo en tu brillante carrera en las finanzas.

secret.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora