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Emily

—¿Has visto las noticias?

Rosie se dejó caer a mi lado en nuestro pequeño sofá. El mueble ya estaba en el apartamento. Era pequeño, pero, aun así, resultaba agradable sentarse en algún sitio para ver la televisión en lugar de echarnos en la cama. Rosie cambió de canal hasta llegar a uno de noticias. Una mansión que conocíamos muy bien estaba en llamas. Vimos cómo el techo se hundía entre el fuego. Miré atónita. Sabía muy bien lo que eso quería decir.

Vicious.

El último año de instituto había prendido fuego a La Belle, un yate que era un restaurante y que pertenecía a otro jugador de fútbol que se había convertido en enemigo de los Cuatro Buenorros. A Vicious le gustaba el fuego. Quizá porque él era muy frío y disfrutaba con el calor de las llamas. Aquello tenía toda la pinta de ser cosa suya.

Recogí el teléfono de la mesa de centro y me puse en pie. Marqué su número. Quería asegurarme de que mis padres estaban bien. De que él estaba bien. Respondió al cuarto tono.

Fui incapaz de decir nada de lo que quería porque escuché que estaba en un sitio muy ruidoso.

¿Una fiesta? ¿Un restaurante? Oí a mujeres reír y a hombres gritar. Sentí un vacío en el estómago.

—Hola —grazné—. ¿Está todo el mundo bien? He visto que ha habido un incendio enorme en tu viejo barrio.

No fui más concreta porque sabía que no había forma de que me contara toda la verdad por teléfono. Quizá no lo haría nunca. Me retiré un mechón de pelo lavanda detrás de la oreja, me llevé la mano a la nuca y caminé por el apartamento.

—Tus padres están en el Vineyard. —Fue lacónico, como siempre, incluso cuando me seguía cada día. Hice una nota mental para darle las gracias por el taxi que me había estado esperando hoy porque no había podido acompañarme a casa—. Mañana los llevaré a Los Ángeles. Necesito a alguien que se encargue del catering en la oficina de Los Ángeles y tu madre es perfecta para el trabajo.

Cerré los ojos y respiré profundo. Lo último que quería era su caridad, pero mis padres no eran gente orgullosa. Solo querían trabajar y ganarse la vida. Me pellizqué la nariz con los dedos y odié necesitar su ayuda y tener que aceptarla, a pesar de todo lo que había pasado entre nosotros.

—Gracias —dije—. Bueno, te dejo que vuelvas a tu fiesta.

—Adiós —se despidió como si nada hubiera pasado. Como si no me hubiera salvado el culo... otra vez.

—Espera —me apresuré a decir antes de que colgara. La línea seguía abierta, pero él no dijo nada. Me froté el muslo con la mano que tenía libre—. ¿Cuándo volverás a Nueva York?

—¿Es que no puedes admitir que me echas de menos? No es tan jodidamente difícil. —Oí la sonrisa en su voz.

Sentí vergüenza. Era verdad. Lo echaba de menos. No soportaba que no estuviera hoy conmigo.

—Estoy dispuesta a darte tus cinco minutos. —Evité contestar a su pregunta.

—Diez —regateó él. Con todo lo que había pasado.

secret.Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang