CAPÍTULO 33:ELLA ME DA PAZ

11.1K 614 11
                                    

11 de marzo de 2016.
Hospital Vista Alegre.
22:55 p.m.

Abro la puerta de la habitación de Mirella, está dormida con unas gafas nasales. Mi madre me mira sorprendida, me acerco a la camilla y toco la frente de Mirella.

—Ha pasado buena tarde, en un par de días le darán el alta—explica—¿No tenías una gala hoy?

—Digamos que Mirella es mi excusa para ausentarme de esa gala.

Mi madre no puede evitar reírse, un chico vestido con un uniforme blanco entra en la habitación acompañado de dos chicas de uniformes similares de diferentes colores.

—¿Cómo está?—pregunta una de ellas.

—Le ha subido un poco la fiebre, pero está...

El chico se acerca a ella y besa su frente, que poca profesionalidad.

—Trabajar tanto acabará con ella. —añade la otra chica.

—Conociéndola yo creo que lo que la matará será el no poder trabajar.—digo sentándome en la silla que está junto a la camilla.

El chico y sus acompañantes me miran, parece estar analizandome por completo, se miran entre ellos y la rubia se dirige hacia mi.

—¿De que conoces exactamente a Mirella?—Su tono es bastante serio.

—Somos amigos.

—¿A si? ¿Que raro que no te hayamos visto en ninguna ocasión? Mirella nos presenta y cuenta todo...

El tono con el que me está hablando me molesta bastante, ese tono solo se lo permito a la niñata y no siempre.

—Pues parece que no os lo cuenta todo.—respondo bastante seco.

La tos de Mirella capta la atención de todos, abre los ojos un poco, me mira y suspira.

—¿No te cansas de ser tan gilipollas? son mis amigos.—vuelve a toser.

—Callate niñata, no metas en conversaciones de adultos.

—¿A quién llamas niñata?—dice incorporándose con dificultad.

—¿Prefieres princesita?—alzo una ceja.

Suspira y vuelve a toser, le ofrezco un vaso de agua, sus amigos se miran entre ellos y una extraña sonrisa aparece en la cara de mi madre.

—Deberíais iros, tiene que descansar.—dice mi madre mirando al chico y a las otras dos.

Se despiden de ella, la rubia se acerca a su oído no sin antes mirarme mal.

—Tienes que hablarme de este chico, necesito información por si en algún momento hay que cometer un crimen.—susurra pero la escucho a la perfección, sale de la habitación y yo miro a mi madre.

—Vete a casa y descansa, me quedo con ella.

Mi madre me mira sin decir nada, pero entiendo su mirada y sé que tendré que hablar con ella para evitar que se haga ideas equivocadas. Se despide de nosotros y sale de la habitación.

—¿Te quedas tú?—pregunta Mirella mirándome con un pequeño brillo que hasta ahora nunca había visto.

—Eres mi excusa para no ir a una absurda gala, así que, si, me quedo yo.

Sonríe un poco.

—¿Me puedes traer a chocomenta mañana...?—pone una voz similar a la de una niña pequeña.

Me rio un poco.

—Luego quieres que no te llame niñata, eres una cría.

—Tu eres un viejo y nadie parece recordártelo nunca.—me saca la lengua.

Niego mirando el teléfono, Dane me ha escrito para informarme de que hay gente a la que nunca había visto en este tipo de eventos. Me manda la foto de uno en concreto a quien reconozco de inmediato, Malcon Yers, fue trabajador de Aníbal, aunque se largó cuando le ofrecieron mejores recompensas por su trabajo.

Le respondo con un "Salid de ahí, ese hombre no está ahí porque sí" Guardo el teléfono y miro a Mirella que ha cerrado los ojos de nuevo. Empieza a toser, se queja un poco y se acurruca en la cama.

—¿Tienes frío?—pregunto al ver que se tapa hasta arriba.

—Si...

Me quito la americana y se la pongo por encima de las mantas, me mira un poco agradecida y saca su mano entre las sábanas. Alzo una ceja confuso, ¿que pretende que haga? ¿que le de la mano? Esta chica cada día me sorprende más.

—¿Me das la mano?—susurra.

—Mirella, duermete ya.—respondo con un tono algo más serio.

—Sergio...Por favor.—me hace un puchero.

—Si te doy la mano, no podrás volver a poner quejas cuando te llame niñata o princesita.—declaro acercando mi mano a la suya.

Parece pensárselo mejor, suspira asintiendo y deja que nuestras manos se unan, tiene las manos heladas al contrario que las mías. Mira mi mano y uno de sus dedos de la otra mano repasa uno de mis tatuajes haciendo que mi cuerpo se tense un poco.

—Me gustan tus tatuajes.

—Es tarde para una princesita como tú, deberías dormir...

No me hace caso, suspiro al notar como su dedo sigue recorriendo las líneas de mi tatuaje con suavidad. La miro pero está embobada siguiendo el recorrido de su dedo por el dorso de mi mano, para captar su atención acaricio su pulgar con la misma mano que le he dado.

—Gracias...—susurra con una pequeña sonrisa.

Alzo una de mis cejas, creo que la fiebre le está afectando mucho más de lo que ella misma es consciente.

—No me des las gracias, cierra los ojos y duérmete, no me iré hasta que te despiertes mañana.—prometo.

Sonríe un poco y cierra los ojos, minutos después su respiración se calma, por fin se ha dormido. Trato de mantenerme despierto toda la noche pero el cansancio y la sensación de paz que me transmite este instante, consigue que me quede dormido, no entiendo la razón por la que esta estúpida niña logra colmarme de paz cuando mi mundo sigue siendo un auténtico caos.

12 de marzo de 2016.
Hospital Vista Alegre.
7:10 a.m.

Escucho la puerta abrirse, mi mano sigue entrelazada a la de Mirella, llevo un rato despierto pero con los ojos cerrados. Suelto despacio su mano mientras abro sus ojos y bostezo, Vicky me sonríe un poco pero ignoro esa estúpida expresión que tiene en la cara. Toco la frente de Mirella, creo que le ha bajado la fiebre, espero que hoy se encuentre mejor, no podré prescindir de ella muchos días. Me levanto de la silla y dejo mi chaqueta sobre ella.

—¿Has descansado cielo?—pregunta mi madre.

—Si, Mirella no ha pasado mala noche, cualquier cosa avisame.—digo dispuesto a largarme lo antes posible.

—Sergio...—la voz de Mirella capta mi atención.

Suspiro, la miro.

—Dime niñata.

—¿Volverás hoy?—pregunta aún adormilada.

Asiento antes de salir de la habitación antes de que alguna de las dos me entretenga más, debo ir a trabajar, hay muchas que hacer hoy en el complejo y si quiero estar aquí por la noche debo ponerme ya a ello.

Asiento antes de salir de la habitación antes de que alguna de las dos me entretenga más, debo ir a trabajar, hay muchas que hacer hoy en el complejo y si quiero estar aquí por la noche debo ponerme ya a ello

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Corazón descalzo® [#1] (YA EN FISICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora