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Pasaron al menos dos semanas desde aquella noche en que hablé con MoonByul, tampoco hubo tiempo para ver a Nam así que regresamos a las video llamadas por las noches.

La universidad comenzaba a ser sofocante por todos los parloteos de los alumnos cuando pasaba por cualquier lado, incluso había tenido que dejar de usar el brazalete que él me había regalado por miedo a que todos esos rumores los confirmara yo.

—Me estoy volviendo loco.

Mi cabeza estaba apoyada sobre mochila la cual se encontraba sobre la mesa de la cafetería, la más alejada de la multitud que ahora podía encontrar.

—Vas a ver que todos dejarán de hablar en algún momento, los chismes no duran para siempre.

Jin, como todas las veces en que le necesitaba, estaba tratando de consolarme, incluso me daba pequeñas palmadas en la espalda mientras me hablaba y aún así podía notar un ligero deje de preocupación en su voz.
Volteé apenas para mirarle de reojo, el mayor de ambos se encontraba mirando hacia todos lados de la forma más disimulada posible.

—Me tienen harto esas de allá —señaló con la cabeza y volteé de la misma manera en que le miré a él — desde que llegamos no han quitado la mirada de aquí y... —

—No importa — le interrumpí — buscaré la forma de irme a casa, quizá le pida a la enfermera una autorización por enfermedad o me tire del edificio de economía. —

Sabía que el me reclamaría por decir aquello, así que, antes de escucharlo comencé a caminar hacia la salida de la cafetería. No todos me miraban, pero los que lo hacían, me causaban una intimidación que jamás en mi vida había sentido.

Como lo había dicho antes, llegué al pequeño consultorio de la enfermera escolar. Al entrar, ella estaba atendiendo a una estudiante que al parecer había sido empujada sin querer y se había golpeado el costado izquierdo,no era nada grave pero el dolor le molestaba y se reflejaba en su rostro.

—Joven Min, tanto tiempo sin verle.

Me saludo aquella mujer de vestidos blancos después de que la chica saliera.
Una pequeña sonrisa se dibujo en mi pálido rostro.

Apenas iba a hablar cuando todo se apagó...

"¡Enfermera! ¡ENFERMERA! ¡MI HIJO, POR FAVOR!"

Las manos que me tocaban estaban frías, se sentían, podría afirmar, lejanas, como en un sueño que recuerdas vividamente al día siguiente.
Apenas pude parpadear un par de veces y dos grandes luces cegadoras lastimaron mis ojos...

Madre... ¿Por qué gritas así, madre? Estoy aquí.

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