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Parecía que el tiempo avanzaba a una velocidad impresionante pues en un abrir y cerrar de ojos el fin de semana había llegado.
Las pesadillas no se habían hecho presentes durante esos últimos días cosa que agradecía demasiado pues así podría tener un fin de semana tranquilo o al menos, eso esperaba.

Mis maletas ya estaban en la planta baja, mamá me había ayudado con eso la noche anterior solo para repasar el medicamento que llevaba y asegurarse que fuese el correcto. Como si yo no tuviese la capacidad de hacerlo.

Jun pasó por mí, él subió y acomodó las maletas mientras yo esperaba sentado en los asientos traseros de esa camioneta que ya bastante bien conocía.

Fui llevado al campo cerca de un lago, al parecer Nam había reservado una cabaña para ambos. El paisaje era maravilloso, la luz del atardecer tocó mi piel en cuanto bajé del vehículo.
El olor de la tierra y las ojas secas inundó todos mis sentidos casi al mismo tiempo; sonreí dando un par de par de pasos acercándome un poco más al muelle que se encontraba ahí para poder admirar el lago.

Los brazos de Nam pronto me rodearon por la cintura haciéndome estremecer ante el toque.

—¿Te gusta? Pensé que estaríamos más tranquilos aquí.

—Me gusta mucho.

Giré entre sus brazos para poder abrazarlo de vuelta. La felicidad de poder verlo fuera de un hospital era aún más grande que todo el bosque que nos rodeaba.

—Hagamos una fogata -murmuró cerca de la piel de mi cuello —, seguramente las estrellas se verán preciosas hoy.

No dudé en aceptar, él sólo imaginar aquella escena hizo que mi corazón saltara de emoción; era tan romántico que ni en mis sueños más clichés lo hubiese podido admirar. Inclusive tan solo imaginar esa escena me costaba, era demasiado irreal.

Pasada apenas una hora él ya había encendido un fuego que calentaba hasta mi alma y mientras Nam colocaba sobre una mesita la cena yo había empezado a poner algunos malvaviscos al fuego para después empezar a comerlos.

—No tendrás apetito si continuas comiendo eso.

Escucharlo había causado que yo me atragantase con el malvaviscos que apenas había metido a mi boca y su risa no se hizo esperar aunque también lo tenía cerca mío dando suaves golpes en mi espalda.
Después de ese pequeño incidente todo marchó tranquilamente.
La noche se hizo más fría pero el fuego nos mantenía lo bastante calentitos para seguir ahia fuera admirando el cielo.
Los malvaviscos desaparecían poco a poco así que nuestros estómagos pronto quedaron más que satisfechos.

NamJoon me señalaba algunas constelaciones que podían verse desde donde nos encontrábamos y me explicaba cosas curiosas de cada una de ellas. Yo no podía mirar las estrellas en el firmamento, lo único que podía admirar era como sus ojos se iluminaban a cada palabra que de su boca salía.

Quería quedarme ahí para siempre.

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