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El concierto dió inicio, todos en el estadio gritaban y él se veía tan hermoso. Iba de un lado a otro, agradeciendo, saludando con esa amplia sonrisa que mostraba lo bello de sus hoyuelos.

Pasaron al menos 20 minutos de concierto cuando se acercó a donde yo me encontraba, aunque claro, a mi alrededor habían bastantes chicas gritando por verlo tan cerca... si supieran.

— joven YoonGi

Jun, el hombre que era parte del staff y que siempre enviaba NamJoon por mí, apareció en el estacionamiento en donde se había aparcado el auto que me había llevado al concierto. Sabía lo que tenía que hacer más no sabía que esa noche no me regresaría a casa.

Llegamos a una zona residencial de la ciudad, hasta el penúltimo edificio. Recibí indicaciones de como llegar al apartamento del tercer piso y sobre todo, de como entrar con la llave tarjeta que me fue entregada.

Lo primero que pensé estando en la puerta no fue nada agradable... ¿Había hecho todo eso quizá solo por un acostón? Podría solo haberlo pedido.

Dude entrar, quería regresar a casa y bien sabía que podía hacerlo, al fin y al cabo, NamJoon tardaría media hora más en estar ahí. Mi miraba iba de la tarjeta entre mis dedos a la puerta, una y otra vez; movía mi mano y volvía a dejarla en su sitio anterior ¿que haría? ¿Esperaría a que él llegara me cogiera y me pidiera irme? Definitivamente no estaba listo para eso, no estaba listo para nada.

Quizá pasé más tiempo de lo esperado parado frente a esa blanca puerta pues cuando decidí regresar a casa, la camioneta de NamJoon se estacionaba, él, incrédulo, me miró salir del edificio.

—¿por qué estas afuera?

No sabía explicar si en su voz había preocupación, confusión, un poco de enojo quizá.

— ¿querías acostarte conmigo? ¿Pará eso me trajeron aquí?

No me daba cuenta del enojo con el que estaba hablando, tampoco me daba cuenta que mis manos temblaban y mi mandíbula estaba demasiado tensa, pero podía notar que NamJoon entendía cada vez menos.

—No... Yo...

— ¡¿No!? ¡¿Para qué más querrías traerme a tu departamento!? ¡Si solo querías un acostón podrías haberlo dicho desde que me mandaste traer! — lágrimas, justo en ese momento de rabia me traicionaban al sentir un corazón roto por alguien que apenas conocía — ¡no tenías que hacerme sentir especial! ¡No tenías...! —

Fui bruscamente interrumpido, primero con sus manos cubriendo mi boca y después, al ser tomado como si de un bulto se tratara; le grité, lo golpeé en la espalda, trataba de patear pero sus brazos sostenían firmemente mis piernas.
Él no decía nada, ni una sola palabra ante todos los insultos que se me ocurrían y salían por mí boca.

Llegué de nuevo al tercer piso, esta vez llevado por ese chico que en un par de días me había hecho sentir en el cielo y que en menos de cinco minutos había hecho pedazos mi corazón.
Entramos, la luz estaba apagada, me bajó no sin antes haberse asegurado de cerrar bien la puerta pues no pude salir al instante de que él se alejase.

— quiero que mires lo que hay aquí cuando encienda la luz.

Sonaba tranquilo, demasiado para mi enfado y aun así, no le hice caso y continue tratando de abrir la puerta para poder irme a mi casa.

— Min YoonGi, te estoy diciendo que mires, así que deja de hacer berrinches como un niño de cinco años.

Quedé quieto en un instante, su voz, esa voz firme, sería, una voz que, de no ser porque estaba molesto, me hubiese puesto de rodillas en un instante. Giré lentamente aún en la oscuridad, no podía ver muy bien pero ahí estaba su silueta, la luz fue subiendo poco a poco, mi vista comenzaba a acostumbrarse hasta que por fin todo fue iluminado. Era maravilloso.
El ventanal que había daba una buena vista al campo a pesar de no estar a una gran altura, pero eso no era todo, al lado de esa gran ventana había una pequeña mesa para dos decorada sutilmente con detalles en rojo y un ramo de rosas enorme que estaba colocado sobre una de las sillas, al lado de esto, se encontraba una mesa más grande con una cena preparada, una cena que a estas alturas, ya estaría fría.

Habían velas, casi por todo el lugar seguramente tendrían que estar encendidas, pero estaban intactas. En los sofá cercanos no había nada, sin embargo en la mesita de centro se encontraba una pequeña caja de la cual, aún no quería saber su contenido.
Más allá habían dos puertas, quizá el baño y una habitación.

—¿Prepararía esto solo para acostarme contigo después de un concierto? ¿No crees que sería más fácil solo llevarte al camerino?

Ahora sí, estaba enojado, incluso más que enojado, dolido.
Algo me impedía mirarlo, algo a lo que se le llamaba vergüenza; había preparado una cena para mí y yo ni siquiera le había dado la oportunidad de nada.

Clavé la mirada en el suelo, parado aún a escasos centímetros de la puerta cuando comencé a escuchar sus pasos acercarse a mí, temblé, temblé más que cuando sentí la ira invadir mi cuerpo.

— No me has respondido, YoonGi.

Apagado, así sonaba y eso dolía más.

Levanté apenas la vista hacia él, abrí la boca pero nada salió. Volví a bajar la mirada.

— No voy a negar que quiero hacerte mío — continuó en ese mismo tono —eres hermoso, pero primero, quiero enamorarte. Ven aquí —

Tomando mi mano, me llevó hacia la mesa de centro, en donde se encontraba esa curiosa cajita, ni siquiera nos sentamos, ahí mismo, parados, la abrió.
Miré el contenido de ésta: dos brazaletes, pero no eran cualquiera, eran brazaletes de pareja. Tenían un color rojo, sin embargo, una tenía un pequeño sol y la otra, una pequeña luna. Tomó esta última dejando de lado la caja y seguido, tomó mi mano derecha.

— Se mi novio, Min YoonGi, estoy seguro que el hilo rojo del destino nos ha querido unir. Estoy seguro de que es contigo con quien quiero compartir mi vida.

El tono de voz cambió, era cálido ahora.

Mi corazón latía con demasiada fuerza, la sangre fue hacia mis mejillas haciéndolas enrojecer, mi mirada perdida, mi boca abierta. Tardé así unos instantes hasta que me tiré a sus brazos respondiendo afirmativamente una y otra vez buscando sus labios para poder besarlo.

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