Infierno terrenal

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«Los demonios son ángeles desde el principio, y como tales, 

tienen sus propias ideas y convicciones, como cualquier otro, 

lo que no implica que tengas que estar de acuerdo con ellas».

—Fernando Trujillo Sanz—



Sunshine Wells


Los últimos días fueron una locura; juicios, reparaciones, perdones y condenas. «Deseo que todo termine, aunque, falta el único juicio que me afecta» pensó Sunshine extremadamente cansada. Un susurro la devolvió a la realidad, se giró en dirección a la dulce voz y notó a Liz en la entrada de la habitación; la pequeña aparentaba unos seis años de edad, su piel bronceada combinaba perfectamente con su cabello azabache y rostro de bebé.

— ¿Qué haces aquí? ¿Pensé que no te querías perder su juicio? ¿El es tu amigo o me equivoco? —preguntó Liz inquieta.

—Tranquila mi amor, su juicio será hasta la próxima semana—contestó la rubia con tranquilidad.

— ¡No! Es ahora, vi como lo llevaban a la gran sala. Escuché que cambiaron la audiencia a último minuto, Sun—anunció la pequeña con seguridad.

— ¡Maldición! —exclamó Sunshine, cerrando sus manos en puños. Se puso una capa dorada, la cual caía hasta sus tobillos, por dejando ver solamente sus botines blancos de tacón alto. Salió corriendo a toda prisa; estaban a punto de cerrar la enorme puerta cuando ella llegó, colocó su mano en la abertura impidiendo así que la dejasen fuera.

— ¿Acaso no me vas a dejar entrar? No fue suficiente con no avisarme que se haría hoy—comentó la joven claramente irritada.

—Debió ser un error, hermana. Yo mismo me encargué de mandar a enviarle una notificación—contestó el joven encargado de la puerta, poseía un cabello castaño claro, que resaltaba sus ojos miel y le daba un toque casi divino.

—Si claro, y seguramente se perdió, ¿verdad? Déjame entrar—ordenó ella sarcásticamente, dejando caer la parte de la capa que cubría sus rizos dorados.

—Adelante Sunshine, siempre es un placer verte—soltó el joven irónicamente, haciéndose a un lado para dejarla entrar. Todos se encontraban ubicados en sus asientos, la rubia buscó un lugar vacío rápidamente; odiaba llegar tarde, pero detestaba que la hubieran excluido de algo tan importante.

—El juicio de hoy, se lleva acabo como una formalidad, para definir si el acusado incurrió en traición y por ende deberá ser castigado, con la expulsión. Testimonios en contra por favor háganse presentes—comentó el anciano de capa gris, como sus cabellos y se sentó nuevamente.

Ángeles caídos |Trilogía cielo o infierno  #2© |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora