El despertar

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«Cada mañana cuando nos despertamos, nacemos»

—Tita Merello—



—Odio el lugar, es tan pequeño como una caja de fósforos, Es un verdadero asco estar aquí, no sé cómo las personas soportan esto—murmuró Aíma, amarrándose el cabello en un moño alto; tomó unos cuchillos para empezar a practicar, lanzó uno a uno hasta la diana, pero el último de ellos fue interrumpido por él.

—Dulce bienvenida—susurró Kevin, deslizando el cuchillo entres sus manos.

— ¿No podías conseguir otro estúpido con quien encamarte? Este no es la gran elección—recriminó la pelirroja, mirando a Boa quien se encontraba detrás de Kevin.

—No seas así Aíma, yo lo amo—se limitó a responder ella, acariciando el brazo de Kevin con lujuria.

— ¡Si claro, amor! —se burló Aíma.

—Tranquila cariño—musitó Kevin, rodeando la cintura de la rubia—, esa es la forma tan dulce, que siempre ha tenido el carácter de Aíma—añadió, deslizando las manos bajo la camiseta de su hermosa y dispuesta acompañante, quien le dedicó una sonrisa.

— ¡Me largo para que forniquen en paz! —escupió Aíma, poniéndose una chaqueta gris con capucha. Corrió escaleras abajo, puesto que vivían en una zona inestablemente elevada. — ¡Maldito lugar! ¡Maldita pobreza! ¡Maldita vida humana! — gritó pateando una lata de cerveza, que descansaba sobre la acera.

Dormía en una habitación tan pequeña que le da claustrofobia, y para colmo la desocupada de Boa era una pésima compañera, desde que se le ocurrió la brillante idea de follarse al idiota de Kevin la muerte se instaló con ellas. Caminó por las calles y sin darse cuenta ha llegado al mar, se encontraba frente a esa enorme masa de agua, tan bella e imponente como la maldad misma, sentó en la cálida arena, se permitió cerrar los ojos para apreciar ese pequeño paraíso. Su serenidad no duro mucho puesto que alguien la miraba de cerca; eso no terminaría bien, con su mal humor.

—Hola hermosa—susurró un hombre con voz áspera.

—Lárgate o tendré que darte un V.I.P al infierno—contestó fríamente, ni siquiera abrió los ojos para mirarle.

—Yo te llevaré al cielo—añadió él con una risita. Se abalanzó como una fiera sobre la pelirroja, recostándola contra.la arena con su peso, restregó su cuerpo contra la joven, haciéndole notar su evidente excitación. —Vas a gritar, muñequita—siseó a su oído.

— ¿En serio piensas eso? —musitó Aíma, dedicándole una mirada siniestra, sus ojos se tornaron rojos y sin titubear le sacó el corazón. —Siempre cumplo lo que digo. Te ganaste tu V.I.P al infierno, asqueroso—acotó sumergiendo sus manos en el agua salada, limpiándose así la sangre. Arrojó el cadáver al mar y el corazón lo aplastó con su pie.

Ángeles caídos |Trilogía cielo o infierno  #2© |Where stories live. Discover now