Seduciendo al Abismo

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«La incitación a la lucha es uno de los medios

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«La incitación a la lucha es uno de los medios

de seducción más eficaces del mal».

—Franz Kafka—

La lluvia no tardó en caer mientras la joven pelirroja hacía temblar el piso con cada paso que daba, su piel estaba pálida, le crecieron alas negras, las cuales lastimaron su espalda por lo que gotas de sangre rodaban por ella. Su vida siempre se inclinó hacia la oscuridad, pero esto era diferente, no era juego. Caminaba decidida entre la maleza, sin inmutarse, con su rostro frio y ojos tan negros como la brea, si quieres ver la representación de la palabra miedo solo debías mirar esa escena, estaba perdiendo su alma, para poder salvar a su amor.

—Espero que valga la pena—susurró Aíma mientras una lagrima de sangre caía por su ojo derecho. —Y si es inevitable, le ruego al infierno que venga pronto por mi alma.

— ¡No lo hagas! —chilló una voz infantil mientras clavaba sus pequeñas manos en la pierna izquierda de Aíma para detenerla. —Es un suicidio, por favor no sigas.

—Basta, no seas patética Kurde—contestó Aíma fríamente, sin siquiera mirarla.

—No sabes lo que haces, tomas un camino sin retorno, al igual que yo lo hice alguna vez—agregó el ser con apariencia de una niña de 6 años, pelo negro, ojos verdes y piel muy pálida. —Piensas que yo no sé lo que sientes, claro que lo sé yo viví lo mismo. Yo no nací siendo un demonio Aíma. Era una simple mortal que vendió su alma hasta caer muy bajo; el infierno es un camino sin retorno; los ojos negros y esas alas solo son parte de un contrato de muerte, nadie se salva del diablo si intenta jugar con él. No te destruyas niña.

—Se perfectamente en lo que me estoy metiendo, lo que no entiendo es tu afán de detenerme—respondió Aíma secamente.

—Una vez te dije que me agradabas, la verdad odio a tu padre, pero tú me recuerdas a mi hermana, ella murió por mi culpa y eso me llevo a donde estoy. No quiero que pases por lo mismo.

—No sientas pena por mí, yo soy feliz ahora y no le tengo miedo al infierno—susurró ella mirando los verdes ojos de Kurde que ahora se llenaba de lágrimas.

—Todo lo que te puedan ofrecer es mentira—gritó Kurde y pateo el piso haciendo que todo se estremeciera.

— ¿Crees que confió en los malos? Mi querida cosa fea, yo juego con mis propias cartas. No llores más, arruinas tu reputación y eso es lo único que tenemos los demonios—murmuró Aíma y secó las lágrimas del rostro de la pequeña—, lárgate es mi momento, recuerda si todo sale mal siempre podremos vernos en el infierno—agregó Aíma y Kurde desapareció, pero no sin antes tenderle una cadenita con una perla rosada en él.

«Pequeño engendro del infierno, si supieras el miedo que tengo, pero yo misma he sellado mi destino desde el día que fui contra mi naturaleza malvada, maldito sea el amor que nos lleva a ponernos un cuchillo en la garganta y bendito sea el mismo por darnos felicidad, aunque estemos en el abismo» pensó Aíma mientras se colocaba la cadenita, era de oro y tenía una pequeña anguila eléctrica que sostenía una perla rosada, era bonita y extraña eso le gusto.

Ángeles caídos |Trilogía cielo o infierno  #2© |Where stories live. Discover now