Luz

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«Allí donde la luz  no alumbra, tal vez alumbre la sombra« »

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«Allí donde la luz  no alumbra, tal vez alumbre la sombra« »

—Roberto Juarroz—


Aíma abrió los ojos y se percato que estaba sobre una cama, se levantó sigilosamente, abrió la puerta con cuidado, miró una chica que estaba en la estufa cocinando de manera concentrada; no la conocía y ni siquiera podía recordar haber llegado a ese lugar, eso le daba un mal presentimiento.

— ¿Quién eres? — susurró al tiempo que tomaba un cuchillo y lo deslizaba por el cuello de la joven. La respiración, de ella se agitó—. No te conviene mentirme querida—siseó Aíma mientras hacía presión con el cuchillo. Ella musitó algo casi inaudible y la pelirroja bajó el cuchillo y se sentó a la mesa, su respuesta era creíble

— La verdad se parecen—dijo Aíma a la chica que antes había amenazado.

— Ya no me vas a matar—susurró la muchacha con voz temblorosa.

—Que sea un demonio, no quiere decir que ande matando a todo el que vea, por cierto, gracias por la ropa—comentó señalando el short negro y la franela blanca que llevaba puesta.

—No es nada—respondió ella.

—Te amenacé con un cuchillo y hasta te hice un pequeño corte en el hombro, pero aun así me sigues ayudando.

—Alguien me dijo una vez que si eres bueno lo serás siempre así el mundo no sea bueno contigo—comentó ella con voz tierna y le sirvió jugo a Aíma. Ella sonrió.

—Me alegra haber preguntado, antes utilizar el cuchillo.

—Daniel todavía duerme—señaló la joven.

—Es mejor así, sus heridas son muy feas—susurró Aíma con tristeza.

— Las tuyas no están mejores—le recordó la joven.

—He tenido peores—comentó Aíma tocando las profundas cicatrices de sus manos y salió de la pequeña sala para sentarse en el porche de madera, mirando la cerca elaborada con troncos pintados de color blanco.

—Se respira tranquilidad—comentó Kurde, quien llevaba un vestido rosado con moños y zapatos del mismo color.

— Hasta que llegó el diablo y se sentó a mi lado—añadió Aíma.

—Yo no soy tu enemiga—se quejó la pequeña.

—Tampoco mi amiga—le recordó la pelirroja.

—Yo te traje aquí—gritó la pequeña y golpeó el piso con sus pequeños pies.

—Basta, te van a escuchar—siseó Aíma.

—Tú empezaste—le recrimino Kurde.

—Desconfió de los demonios y más cuando ocultan su rostro.

Ángeles caídos |Trilogía cielo o infierno  #2© |Where stories live. Discover now