III. LLEGA DEL OLIMPO LA AMBROSÍA

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La noche era más oscura y silenciosa que de costumbre, Alaya seguía a la espera de Crissio y Drusso, quienes habían partido ya hacía dos días al palacio del César, en ese tiempo Malael se había encargado de atenderle como la nueva señora de la casa, Alita, al recuperarse de su perdida comenzó a ayudar en el hogar, pues sabía que Crissio había puesto ciertas condiciones a su ama. A pesar de todo se respiraba tranquilidad al rededor. Alaya paseaba por el jardín el cual era tres veces más grande que el que alguna vez tuvo, pudo contemplar diversas flores entre las que destacan las rosas y la fauna existentes en la propiedad se componía por Pavoreales, avestruces y otras aves exóticas que Alaya jamás había visto, los establos estaban vacíos pues según Malael los caballos que su señor se había llevado eran los únicos que tenían.
- Por cierto Malael, ¿Donde están los demás esclavos?
- Mi señor Crissio les ha concedido la libertad señora.
- ¿A todos?
- Cabe decir señora mía que una parte intento matar al tribuno, por lo que tuvo que defenderse.
- ¿Qué pasó con ellos?
-  Mi señor tuvo que matarlos. Si se como suena, pero eran ellos o el.
Alaya se quedó en silencio, mirando el cielo azul y pensando en lo que acababa de escuchar, Crissio había matado a varios de sus esclavos pero lo hizo por defender su vida.
- Malael, ¿Y por que los libero?
- Mi señor espera que a su regreso dejemos está ciudad y puedan desposarse pronto.
- ¿A dónde iremos?
- No lo sé mi señora.
- ¿Entonces dejaremos Roma y no volveremos?
- Esa es la idea.
- No importa a dónde iremos Sejano no nos dejara en paz.
- Olvídese de el, Sejano no es ningún problema para mi señor y mi señor no dejara que el interfiera en su vida.
Mientras daba alimento a las aves Malael se retiró para continuar con sus actividades, se sentía confundida, atrapada pensando que aceptar a Crissio fue algo apresurado y prematuro pero a pesar de ello no sentía arrepentimiento por haberlo hecho, a sus ojos Crissio era un buen hombre, honorable, veraz y cauteloso, en ciertos aspectos diferían mucho pero el haber liberado a sus esclavos le dio aún más confianza a Alaya y entonces recordó el beso, aquel primer beso con el tribuno, a pesar de la frialdad de sus labios pudo sentir la calidez de un beso apasionado, fue como si el mundo entero se redujera a nada y el vacío solo los albergará a ellos, después vino la bofetada una reacción que tuvo al recordar que estaba allí para proteger a Alita y Drusso y también a ella misma.
Su fiel compañera llegó rápidamente con   una bandeja de frutas y la colocó en una mesa que el tribuno tenían Ene o centro del jardín, Alaya tomo un par de higos y los arrojó a los Pavoreales a la vez que le indicaba a Alita se sentará con ella.
- Lo siento mi señora,ya no puedo hacerlo.
- Olvídate de eso Alita, que comamos juntas no cambiará en nada.
- Mi señora, está ya no es mi vida, ahora pertenecemos al tribuno y hasta que usted no sea su esposa debemos obedecer sus reglas, discúlpeme por favor.
Y se retiró dejándola sola, se molestó pero sabía que era parte de las condiciones que había aceptado para que la protección de extendiera a ellos dos, Alita tenía razón debían respetar las reglas de Crissio, pero por otro lado, Alaya disfrutaba de romper las reglas.
La campanilla del gran portón sonó , Malael acudió a abrir y pidió a la señora y Alita que permanecieran en el jardín pero la curiosidad de Alaya le impidió hacerlo, desde la esquina de una de las paredes siguió con la vista a Malael quien al abrir se encontró de frente con uno de los guardias pretorianos; puesto que Malael solo mantenía abierta una porción de la puerta el guardia la empujó con fuerza haciendo caer al joven y delgado sirviente, cuando abrieron la puerta dos guardias ingresaron y detrás de ellos Sejano.
- Llama a Crissio.
- Temo que no se encuentra.
- Siempre dices eso cada que vengo a buscarlo, llámalo.
- Le repito que no esta.
Sejano levantó al joven y sujeto su cabeza.
- Tengo entendido que tú amo le concedió la libertad a 10 esclavos y quiero saber por qué.
- Pues tendrá que hablar con mi amo por que yo no sé lo diré.
Sejano golpeó al joven haciendo sangrar su boca. Alaya no lo soporto más salió a encararlo.
- ¡Ya basta!
- ¿Alaya? ¿Qué hace usted aquí?
- Déjenos en paz y retirense.
- Nunca me imaginé que la vería en esta casa ¿ A caso sus problemas comerciales la han hecho brindar otros servicios? De ser así yo...
El delicado puño de Alaya se impactó en la mandíbula de Sejano, quien de inmediato río por el golpe.
- Vaya que estás llena de sorpresas, pero esta vez Crissio no está para protegerte.
Empuñó su espada pero Alaya despojo a uno de los guardias de la suya y la colocó rápidamente en el cuello de Sejano.
- O tal vez a ti, no necesito a Crissio para cortar tu cuello.
Retiró el filo de la espada y la dejo caer al suelo.
- Debiste hacerlo.
Y entonces a una orden los guardias apresaron a Malael y Alita.
- Has agredido al prefecto de la guardia pretoriana y sustituto del emperador, no te matarme pero los mataré a ellos.
Alaya intentó que dejarán en paz a los dos pero su voz solo llegaba a oídos sordos, Sejano la miraba con una sonrisa malvada y divertida mientras sujetaba sus brazos y la arrojaba al suelo.

Alaya se levantó pesadamente, su túnica blanca estaba ahora manchada  de tierra y sangre de las rodillas, en ese estado Sejano soltó una carcajada de burla que hizo enfurecer a la mujer y en un arrebato de ira trato de golpear al tirano, en su villanía la golpeó una vez más dejándola inconsciente en el suelo.
- ¡No!
Alita se liberó del guardia que la sujetaba y de inmediato corrió ante sí señora, un pequeño hilillo de sangre surgió de su frente, miró con rabia al causante de sus desgracias y sollozó enfadada.
- Mírate, tan débil y patética como tú hermana, fue tan fácil asesinarla y lo será contigo.
Al escuchar eso Alita, con más rabia aún, tomó una daga que escondía entre los pliegues de su ropa y atacó sin acertar un golpe preciso, los guardias internaron intervenir pero se abstuvieron a una señal de Sejano quien parecía divertido con los intentos de Alita.
- Hábil, si tan sólo tú hermana hubiera sido así.
Y entonces la afilada hoja de la daga alcanzó su rostro dejando una marca en su mejilla izquierda; Sejano furioso propinó un severo puñetazo en la cara de la chica y cayó al suelo desmayada, Malael forcejeaba con su captor intentando ayudar pero solo recibo un fuerte golpe en el estómago que lo arqueó de dolor.
- Maldita.
Sejano desenvainó su espada, estaba listo para ejecutar un golpe mortal en la indefensa persona de Alita.
- ¡Alto!
La potente voz de Crissio resonó en la oscura noche y asustó a los guardias de Sejano quienes al verlo le saludo correspondiente al tribuno. Crissio bajo lentamente de su caballo sin apartar la mirada de Sejano, Drusso corrió presuroso a verificar a los damas inconscientes, al ver que Alaya en el suelo Crissio se enfado.
- ¿Cómo te atreves siquiera a tocarlas?
- Han agredido al sustituto del emperador y esta vez no seré condecendiente con nadie.
- Alaya y Alita están bajo mi protección ¡Así qu déjalas en paz!
- Cuida tus palabras Crissio, nos tienes autoridad en mi.
- Tal vez no, pero esto si.
Crissio extendió el pergamino a Sejano, este la desenrrollo presuroso y vio el salvoconducto extendió por el emperador, reconoció la marca y la sortija del César, el contenido no lo hizo muy feliz y arrojó el documento a un lado.
- ¿ Crees que eso importa? ¿Crees que eso me detendrá?
Sejano blandió su espada, en un reflejo Crissio detuvo el golpe con las muñequeras de uso armadura, arrojó con fuerza al prefecto quien cayo de espalda al suelo, prosiguió tomando su espada y tomando posición de batalla.
- Si así lo quieres Sejano adelante.
- Terminaré contigo ahora.
Hábil como siempre lo fue, los ataques de Sejano pronto cubrieron a su rival, el tribuno bloqueaba cada ataque sin tregua alguna y sin la posibilidad de contraatacar debido a los múltiples golpes de Sejano, este encontró una apertura y lo pateo en el estómago haciendo que retrocediera.
Los ojos del tribuno se inyectaron de sangre y continuo con la lucha, el ruido de las espadas cortaba el aire , y el polvo se levantó cubriendo a ambos combatientes, ninguno estaba dispuesto a ceder, el certero puño de Crissio encontró el rostro de su enemigo, pero la punta de la espada de Sejano araño el brazo, causándole una herida.
- ¿Qué?
- Plata.
Sejano arremetió una vez más con ira y fuerza, los movimientos de Crissio se volvieron erráticos y dudosos, había perdido la ventaja y la espada atravesó su hombro derecho.
- ¡Te duele cierto!
La expresión de júbilo en el rostro de Sejano era perversa, giro el filtro de la espada causando más daño en la herida.
- ¡Te mataré lentamente y después a ellos! En cuanto a Alaya.
A pesar del dolor, Crissio sujeto el cuello de Sejano y comenzó a estrangular lo con más y más fuerza, después propinó un fuerte golpe en su cabeza quebrando  el casco lanzandolo una vez al suelo, se quitó la espada del hombro y la partió en dos arrojando lejos los fragmentos, en su enfado levantó a Sejano del suelo sujetándolo por el cuello.
- Mátame de una vez.
- No, sabes de los que soy capaz y quiero que vivas con eso, temeroso y humillado por qué después de esta noche Sejano no le mantendré apacible, cierra tus puertas y cuida tu espalda por qué tus días están contados.
Lo soltó, los guardias acudieron a su ayuda y lo subieron a su caballo, ambos cruzaron una mirada de odio.
- El día qu caigas Crissio yo estaré presente.
Y lentamente los caballos y los guardias se retiraron con su amo; Alaya seguía inconsciente, a pesar del dolor en su hombro la tomó en sus brazos, Drusso ayudaba a Alita y Malael quienes también habían sido seriamente lastimados.
Una vez en su habitación Crissio recostó con delicadeza a Alaya en su lecho, era la primera vez que la veía dormida, sus labios rosados lo tentaban, quería besarla una vez más.
Alaya despertó y al ver a Crissio se abrazó de el de inmediato, sus manos al rededor de su cuello temblaron y lo estrecharon fuertemente.
- ¿Estás herido?
- No es nada.
Alaya se apresuró a quitarle el pero de la armadura, al revisar la herida vio con asombro que no tenía nada ,solo sangre que no sabía de dónde provenía, palpó lentamente el fuerte brazo buscando el origen de la sangre sin hallar un solo rasguño.
- Te dije que estoy bien.
Alita y Drusso entraron a ver a su señora, al verse las dos se abrazaron, la joven esclava se disculpó con Crissio y se disponía a retirarse.
- No, esta bien quédate con ella, las dos lo necesitan, Drusso se que estas agotado por el viaje pero necesito que las vigiles.
- Lo haré mi señor.
- ¿Como está Malael?
- Descansa en sus aposentos.
- Yo iré con el.
Antes de salir Alaya lo volvió a abrazar y el se despidió con un delicado y tierno beso en la mejilla de su prometida.
Crissio entro en la habitación de su leal sirviente, Malael era un joven delicado que jamás había enfrentado una pelea, de baja estatura y muy delgado, el puñetazo recibido por el guardia pretoriano lo dejó muy mal herido, Crissio recordó la vez que lo encontró deambulando por las calles, buscando comida para sobrevivir, en un principio pensó que podría llevarlo consigo y ofrecerlo a alguno de los comerciantes de esclavos, pero vio algo más en el, de modo que le dio alimento y educación, no solo se convirtió en su esclavo, si no en su amigo.
Malael fue traído a Roma en un embarque de prisioneros desde la lejana Britania, sus padres y hermanos fueron vendidos a un apostador en las costas de Hispania y el fue traído aquí con la esperanza de venderlo a las múltiples caravanas que pasaban por la ciudad, pero su fragilidad lo considero un inútil para todos por lo que fue abandonado a su suerte. La gratitud hacia su amo le hizo esmerarse en merecer un lugar en la casa del tribuno, comenzó limpiando los establos y posteriormente el interior de la casa, después llevó en sus manos la organización de los esclavos hasta encargarse de la contabilidad de los bienes de su amo, gracias a él Crissio sabía hasta donde llegaba su fortuna; en múltiples rebeliones de esclavos Malael se mantuvo leal a su señor y esto le valió la entera confianza por lo que fue el primero y único a quien le reveló lo que era, de esta manera Crissio consiguió más accesibilidad a las tareas que no podía realizar en el día. Y ahora, verlo allí en esa condición le provocó un odio mayor hacia Sejano.

Puesto que el joven seguía dormido, Crissio salió de la habitación, llevaba tres días sin cazar, por lo cual está noche tendría que salir a hacerlo, ante la ausencia del viejo Tulio le era más difícil conseguir su carga especial.
- ¿Crissio?
- Alaya, deberías estar descansando.
- Lo se, no te preocupes estoy bien, solo quería darte las gracias.
- ¿Por qué?
- Por salvarnos.
- Oye no tienes que agradecer, te dije que yo te protegería.
- Pero ahora estás en mala relación con Sejano, eso te podría afectar.
- Siempre he estado en mala relación con el, pero no tienes que temer, el César ha promulgado que ni tuni nadie bajo mi amparo puede ser tocado.
Al enterarse de esa noticia los ojos de Alaya brillaron y en su júbilo abrazo a Crissio.
- Por cierto fue muy valiente lo que hiciste, enfrentarte a Sejano.
- Ahora parece estúpido.
- Lo estúpido habría sido dejar que Sejano hiciera lo que quisiera y ahora hasta Alita le dejó un recuerdo, descuida, estaremos bien.
- Por cierto, Malael me dijo que piensas en dejar Roma.
- Ese muchacho siempre adelantándose, si Alaya es cierto.
- ¿A dónde iremos?
- Iremos a las costas Ostia Antica.
- ¿ A las costas?
- Tengo una casa alla, más pequeña que está pero muy cómoda, nos iremos después de contraer matrimonio.
- ¿Nos casaremos aquí?
- Para que el Edicto del César sea válido tendremos que casarnos ante el senado- Crissio dibujo una sonrisa- y por supuesto ante Sejano.
No supo que decirle, estaba consiente del compromiso que había adquirido pero no se le había ocurrido en sí la idea de la boda, la ceremonia, le parecía inverosímil todo el asunto del matrimonio
- Ahora si me disculpas tengo que salir un momento.
- ¿A dónde irás?
- Es mejor que no lo sepas, vuelve a dormir.
Y besando las manos de su prometida cruzo la puerta de la casa para proseguir con su cacería.

Las estrellas lo acompañaron en su camino, el olor de la sangre le llegaba desde kilómetros, prefería cazar en el bosque para no llamar la atención en la ciudad, afino el oído y escuchó la voz de un hombre que maldecía a su caballo. Corrió hasta el origen de las injurias y vio a un sujeto alto y músculos golpear al equino que se encontraba en el suelo lastimado, las ropas del sujeto indicaban que había caído por un tropiezo de la bestia, enfurecido el hombre golpeaba sin piedad al animal que agonizaba en el suelo.
- ¡Suficiente!
- No te metas en esto.
- El animal ya va a morir, no lo hagas sufrir más.
- Este maldito animal me hizo caer, me lastime.
Crissio le dio un empujón lastimando su pecho.
- Si quieres conocer el dolor  yo te daré dolor.
- ¡Qué haces!
Y el grito atroz de horror y muerte resonó en el cielo nocturno asustando a las aves que dormían y en la ciudad las personas bloqueaban puertas y ventanas temerosos de lo que rondaba en el bosque.

La espada de Sejano cruzo el aire impactandose en la mesa sobre la cual reposaban las copas y la ánfora de vino, el preciso licor se derramó en el suelo siguiendo un trayecto en descenso y manchando el mármol del palacio cual si fuera la sangre de Julio César asesinado en la cámara del senado.
El sustituto del emperador respiraba enfurecido, cansado y sus ojos inflamados por la rabia miraban a la nada.
- Ese maldito ¡Se atrevió a humillarme!
- Debió matarlo señor.
- ¡No me digas lo que tengo o no que hacer! El idiota tiene la protección de Tiberio, el y su gente estan bajo el amparo del emperador.
- ¿Quien podría enterarse cuándo los matemos?
- Te diré quién Luca, todos ¡El senado, el ejército! Toda maldita Roma se enterara de su muerte y cuándo llegue a oídos del emperador piensa en quien será el primer responsable.
Luca era el segundo al mando en la guardia pretoriana y consejero de Sejano, era raro que Sejano acudiera a el, pues diestro en el arte de la guerra, la mayoría de las acciones que calculaba requerian de poca atención o modificación, pero esta vez la rabia había nublado su juicio.
- ¿Todo esto por una mujer Sejano?
- Claro que no, la mujer no me interesa en lo más mínimo, es ese Crissio, desde las batallas siempre ha sido un engreído y el favorito de Tiberio, deseo acabar con él con mis propias manos.
- Puedo buscar algunos hombres extranjeros para que se encarguen de ellos.
- No, olvídalo, dejémoslo así por un tiempo, por ahora tengo que solucionar algunos detalles que me encomendó Tíberio.
- ¿Algo de cuidado?
- Solo algunas estupideces de Pilatos.
- Entonces me retiro.
Luca levantó el brazo derecho saludando respetuosamente y ondeando su capa salió del recinto, Sejano ya clamando miró el desastre que su rabieta había provocado y miró fijamente el vino derramado.
- Pero que desperdicio.

Ya por la mañana, Crissio en compañia de Malael ingresaban en la cámara del senado.
- ¿Alaya seguía dormida?
- Si mi señor, Alita y Drusso se quedaron con ella.
- Espero que la sesión no demore mucho.
- Si Sejano quiere ofrecer una vez más las orgías en el palacio esto terminará más pronto de lo qu cree.
Ambos rieron, los demás miembros del Senado ocupaban sus lugares y el orador principal se presentó en el centro de la cámara.
- Como punto de inicio- comenzó- quiero informar que la reparación de los acueductos, de la ciudadela principal han sido dejados a un lado para dar más difusión a las peleas en el circo.
- Tiberio ordenó que ese acueducto estuviera terminado hace dos semanas.
- Pero Tíberio no se encuentra aquí y Sejano...
- Sejano solo quiere hacer crecer su propia fortuna, no le interesa el pueblo romano.
- ¿Han notado los bustos de sí mismo que ha mandado a colocar en la calzada principal? ¿Sabe de esto el César?
- Lo dudo - acento Crissio levantándose de su lugar- y si lo sabe no le interesa, el emperador se autoexilio en su ideal de Capri para no saber nada de estos asuntos.
- Deberíamos ir a verlo, decirle de los excesos y libertades que Sejano está llevando a cabo.
- Eso no será posible, Tiberio ha ordenado matar a cualquiera que ose poner un pie en Capri.
- ¿Entonces que sucederá con el pueblo de Roma, nuestros ciudadanos mueren de hambre y lepra mientras él se acuesta con 15 mujeres todos lados s días, ¿Donde está ahora? ¿Por qué no estás aquí ?
- Mantenerse en silencio sería lo mejor, recuerden como mato a sus últimos detractores.
- ¿Esa es tu idea Crissio? No hacer nada.
- No confundan silencio con quietud, es mejor que el águila cace desde los cielos a que espere su presa entre las rocas, Sejano cometerá un error.
- ¡No esperaba menoss de ti Crissio! Siguiente punto las múltiples revueltas en  Jerusalén, los judíos se han negado a efectuar los pagos de impuestos.
- Claro que lo hacen, Pilatos los eleva más a cada mañana.
- Sejano ,por orden del emperador, ha enviado un contingente a tratar con el rey Herodes de este asunto. Dejémoslo en sus manos. Un punto más, el tribuno Crissio contraerá nupcias con Alaya la hija del difunto comerciante Tulio, este evento dará legítima validez al salvoconducto expedido por el emperador.
Los aplausos estallaron en la cámara y muchos de los allí presentes estrecharon la mano del tribuno.
- Veo que Sejano no es el único aprovecha el favor del emperador ¿Verdad Crissio?
- El tiene sus métodos yo los míos.
- De acuerdo señores, debemos concluir la sesión antes de que los espías del sustituto escuchen más de lo que deberían.

Crissio y Malael fueron los últimos en salir, se entretuvo en recibir felicitaciones y halagos de los senadores.
- Los tienes en sus manos mi señor.
- Lo se Malael.
-¿Qué sigue ahora?
- La boda.
Ambos se quedaron a la sombra de los arcos de la calzada principal, habían perdido la noción del tiempo, el sol del mediodía había llegado.

Quemaduras que se desvanecian, velocidad y fuerza más allá de la que existía en los hombres y actividades nocturnas misteriosas, Alaya pensaba en eso una y otra vez, desde que conoció a Crissio en aquella noche todo en el era un misterio, su mismo padre le decía que era mejor no saber tanto sobre el tribuno, entre el populacho se decía que cuando peleó junto a Tiberio tenía más edad que el emperador y ahora este era un anciano y Crissio, bueno, Crissio no había cambiado en absoluto, después se escuchó otra historia, este no era el Crissio que peleó junto a Tiberio, era algún pariente lejano un hijo quizás de aquel que salvo la vida del César y en memoria a su amigo le dio el favoritismo del imperio, fuera cual fuera la verdad para Alaya solo era un hombre, el hombre que ahora la había ayudado, el hombre que pronto sería su esposo, el hombre que poco a poco estaba amando.
¿Amando? ¿Sería posible? Es decir, no tenía mucho de conocerlo, le resultaba atractivo si, sumamente atractivo, un rostro serio y maduro, ojos profundos de color negro, piel cobriza y un cuerpo atlético que reflejaba años de entrenamiento y ejercicio, pero a pesar de esas cualidades físicas propias de un dios a Alaya la envolvía el gran misterio que poseía; solo se habían dado un beso, a pesar de haberlo alejado de ella, al recordar los labios del tribuno su corazón se aceleró y su piel se erizo, sus labios aún conservaban esa sensación que jamás había sentido y que anhelaba, deseaba sentir una vez más, Crissio repetiría su nombre una y otra vez como una canción que siempre existió en su mente; de acuerdo a la legislación romana Alaya debía contraer matrimonio antes de los 23 años, al estar baja el amparo de su padre esto no era necesario, ahora que estaba sola podía continuar con su vida sin la necesidad de un esposo pero los  constantes acosos de los que fue víctima la orillaron a hacerlo y en la sesión de hoy en el senado Crissio lo haría oficial y aunque la ceremonia no se llevará a cabo todavía, ante los ojos del senado y la ciudad de Roma era ya la esposa del tribuno Crissio, este razonamiento la hizo sonreír y también la hizo temblar, pues habían varias cosas que aún desconocía de el.
Y sin embargo no podía sentir un a gigantesca atracción por el.
- piensa en el ¿Cierto señora?
- No puedo evitarlo Alita, después de todo me convertiré en su esposa.
- Va más allá de eso mi señora, lo veo en su mirada, veo en sus ojos una flama intensa qué no había visto jamás se se qué es por el.
- ¿De qué hablas Alita? Sabes muy bien que será un matrimonio político más que amoroso, todos los matrimonios aqui en Roma son así.
- Lo se mi señora y de lo agradezco, por qué no solo ha conseguido la protección del tribuno sino que también la ha logrado para nosotros, pero usted está encontrado más que eso en este compromiso.
- Alita, jamás en mi vida pude pensar en casarme y ahora que lo haré será una mera formalidad, es todo.
- En Egipto mi señora, los matrimonios también se arreglan, las mujeres tienen que desposarse con el hombre que mejor favorezca a la familia en posición y fortuna, antes de ser esclavizada yo iba a casarme mi señora, pero el destino me trajo hasta aquí y esa  mirada que tiene usted ante el tribuno es la misma que tenía yo, quizá sea muy pronto para decirlo mi señora pero creo que se está enamorado de el.
Y con el final de esa frase, la joven sirviente se levantó de la mesa recogiendo la charola de la fruta y dejando sola a su ama, la elocuencia de sus comentarios la dejaron perpleja, Alita siempre mostró una perspicacia fascinante pero está  vez fue más allá de eso, tal vez Alita tenía razón , lo cierto era una sola cosa, Alaya no podía dejar de pensar en Crissio ni siquiera un momento. Ahora quería estar a su lado, quería abrazarlo y escuchar su voz, ¿Por qué? ¿Qué había en Crissio que provocaba todo eso en su interior? Crissio se repetía en su cabeza una y otra vez.
Crissio aguardaba a la sombra de los arcos del Senado a que Malael volviera con una manta lo suficientemente amplia para proteger su colosal cuerpo de los rayos del sol que en ese momento estaban en su máximo cénit, en su espera contemplo a la gente en su ir y venir por la gran calzada, entre comerciantes y soldados, mendigos y ricos que se mezclaban en la gritería de la calle, había un hombre rico bastante ebrio que tropezó con una dama, al caer los dos al suelo el saco de monedas del sujeto se abrió desparramando sus denarios de plata y un Aureus ( moneda de oro) lo que provocó una avalancha de personas por recoger el botín entre insultos e injurias del sujeto ebrio que ya tenía un golpe en la cabeza. Todo esto era contemplado por Crissio desde su punto de descanso, una manifestación vanal y vacía de la avaricia humana y todo para que si al morir nada de lo que obtenían se llevaban, los guardias cercanos se acercaron para restaurar el orden, uno de ellos intentó tomar parte en el alboroto pero desistió de su idea al ver al tribuno cerca.
- Vaya espectáculo.
- Senador Galio ¿Sigue aquí?
- Soy un anciano y estoy solo Crissio esta rutina es lo único que tengo.
- Ya entiendo.
- Eres un temerario Crissio, pocos osarian en oponerse a Sejano y tú lo has hecho.
- El emperador cometió un error y puesto que ya no le interesa nada referente al imperio, por lo menos quiero hacerle este lujo pesado a Sejano.
- ¿No piensas aspirar al título?
- Con Gemelus y Cayó en la línea de sucesion eso es muy arriesgado, además jamás me ha interesado, yo solo quiero vivir en paz.
- Sejano es de cuidado, no deberías tomarlo a la ligera.
- No lo hago Senador, créame.
- Cambiando de tema, ¿Qué te hizo pensar en el matrimonio?
- Alaya está sola y en constante acoso de Sejano, quiero protegerla.
- Pudiste protegerla de varias maneras pero elegiste el matrimonio ese sí que me sorprendió. Crissio te conozco desde hace tiempo y jamas te interesaste en nadie y de un día a otro estás comprometido, no puedes engañar a un anciano.
Crissio miró al anciano senador directo a los ojos y le sonrió, con una ligera reverencia el hombre se despidió de el y se perdió entre el populacho de la ciudad. Crissio estiro su mano y la expuso al sol, comenzó a contar uno, dos , tres , había ligero ardor en la piel, cuatro, cinco , seis , siete , ocho, el ardor se hacía más fuerte, casi doloroso y su piel comenzaba a presentar una tonalidad rojiza, nueve, diez , once , doce, retiró la mano del sol pues el dolor de la quemadura ya era considerable, presentaba una tonalidad púrpura acompañada de un par de ampollas , no era problema en unos minutos desaparecerían , definitivamente no podía exponerse al sol del mediodía, por las mañanas y las tardes lo tolera pero solo por unas horas, esto tendría un fuerte impacto en su relación con Alaya, no le diría lo que era pero ¿ Por cuánto tiempo podría ocultarlo?
- Mi señor, he vuelto.
El eficaz Malael volvió con su amo, le entrego una manta ginda y lo ayudó a cubrirse de piezas a cabeza ocultando toda piel expuesta del sol, el tribuno monto su caballo , su piel ya no sentía más que el calor del sol, sin dolor, sin quemaduras, dio a su caballo la orden  de avanzar  y recorrieron la gran vía en camino a casa, durante el trayecto logro ver los bustos de Sejano a los que se refirieron en el senado, trataba por todos los medios de aparentar ser un César, sin duda ya sentía que tenía el poder en sus manos.
- Mira eso Malael, el César aún no muere y el ya está usurpando el título.
- Es desagradable.
Continuaban con su camino, ambos iban en silencio, Malael miraba a todos lados , sabía que su amo era vulnerable en esas condiciones y quería evitar que alguien se le acercará, Crissio agradecería la atención del muchacho con una palmada en su espalda y sabia que sirviente más leal jamás encontraría. Cuándo llegaron a su hogar Malael se apresuró a guardar los caballos, Drusso le ayudaría en la tarea, inmediatamente Alita le ofreció una copa de vino la cual aceptó y bebió discretamente y cuándo Alita no podía verlo vertió el contenido de la copa en una de las plantas del patio.
- Alita, prepara el baño por favor.
- Por supuesto mi señor.
Se fue despojando poco a poco de uso capa, casco, armadura y armas quedándose únicamente con las ropas bajo la armadura y una daga pequeña atada a la cintura, miró sus manos y las marcas producidas por el sol ya habían desaparecido, se regocijo de su inmortalidad, de sus habilidades, le gustaba ser lo que era, lo disfrutaba al cien por ciento. A su espalda escuchó los ligeros pasos de Alaya quien se dirigía a el, Crissio no volteo y continuo desatando las cintas de sus sandalias hasta que ella le habló.
- ¿Siempre te desvistes en los pasillos de la casa o solo desde que yo llegue?
- No sabía si estabas despierta, no quería incomodarte.
Alaya sonrió y se acercó a él despacio tomándolo de un brazo.
- ¿Se discutió algo importante?
- No en realidad, el senado está nervioso ante la forma de gobierno de Sejano.
- Ese miserable.
- Puedes estar tranquila, ya no puede lastimarte, ni a ti ni a nadie.
- Gracias.
Crissio tomo el rostro de Alaya entre sus manos , ella se sentía distinta, tranquila y confortado, sensación que solo se presentaba cuándo estaba con el.
- También se anunció nuestro compromiso ante el senado.
- ¿Ya lo saben?
- Si, nos casaremos en dos días.
¿Dos días? Era demasiado pronto pensó Alaya y sin embargo le pareció una buena idea, sus miradas se volvieron a cruzar quedándose así por un par de minutos y mientras sus labios de acercaban...
- Señor, disculpe, ya está listo el baño.
Crissio emitió una ligera risa que acompañó Alaya, el encanto del momento se había ido.
- Si Alita, gracias. Alaya ¿Vienes?
- Claro.
Y la pareja se desvaneció entre los pasillos, ante la sonrisa discreta de Alita quien sólo cerro la puerta que cruzaron sus amos.

De acuerdo a al tradición romana Alaya había vuelto a la casa de su padre un día antes de la celebración del matrimonio, Drusso y Alita se fueron con ella y la acompañaron en los ritos propios a los dioses para una buena valía en su nueva vida, la bella mujer tomo en sus manos el peine aperlado que le obsequiará su padre hace años y lo ofreció a Lares de quien tenia una estatuilla en el jardín de la casa, humildemente colocó la ofrenda a los pies de la deidad y se mantuvo en silencio por varios minutos ante la mirada de Alita.
Drusso por su parte, decoraba el exterior de la casa con ramas de árboles provistos con bellas flores, Drusso y Alita era lo único que le quedaba a Alaya y quería que estuvieran con ella en todo momento.
- ¿Se encuentra bien mi señora?
- Alita, jamás pensé en casarme, no había el motivo por el cual hacerlo y ahora que lo haré ningúno de mis padres está aquí y es por eso que me siento muy honrada de que tú y Drusso sigan conmigo.
- Y siempre lo estaré mi señora.
Las dos jóvenes se dieron un efusivo abrazo frente a la estatuilla, había algo en el ambiente entre nostalgia y alegría, algo que se albergaria en el corazón de Alaya por el resto de la noche. Había accedido a la propuesta del tribuno por meras intenciones de protegerse, pero ahora era distinto, ahora lo deseaba, deseaba pronto estar Crissio y no separarse de el.
El tribuno había elegido la hora duodécima ( 18:30 hrs) para la celebración del acto,por lo que Alaya tendría que esperar una noche y casi un día más para volver a verlo, de modo que decidió dormir pronto para que la espera fuera menos y en compañía de su sirviente volvió a su habitación, allí yacia la túnica blanca y el velo que utilizaría al día siguiente, lo miro detenidamente y se dio cuenta que fue elaborado con las más finas sedas de la ciudad, verlo le causó emoción pero también temor.
- Mi señora, ¿Puedo preguntar una cosa?
- Claro.
- ¿Acaso usted y el tribuno...?
La pregunta se quedó en el aire pero la mirada de Alita y la entonación de la pregunta fueron muy claras y Alaya río entonces.
- ¡Por supuesto que no Alita!
- Entonces el otro día.
- Solo lo acompañe Alita solo eso.
Con una ligera reverencia Alita de despidió de su señora y la dejo sola en su habitación, ella se recostó suspirando y cerró sus ojos entregándose al sueño.
Se vio atrapada en un bosque oscuro con árboles secos, varias voces gritaban su nombre a lo lejos, trataba de correr pero sus piernas no respondían y entre esa oscuridad una criatura alada como murciélago apareció intentando atraparla, Alaya despertó sobresaltada y con el corazón agitado, le Romeo unos minutos reaccionar y distinguir la realidad, sea lo que haya sido le provocó un gran susto; en su habitación vio a una mujer de mediana estatura, cabello recogido y rostro duro.
- Ya era hora.
-¿ Quien es usted?
- Soy Lucila y he venido para prepararte.
- ¿Prepararme?
- ¿A caso lo has olvidado? Hoy te casas niña.
Recordó que Crissio le había dicho que enviara a una "matrona" para que le ayudará y aconsejará, la mujer era lo que llamaban un ejemplo ideal por mantener varios años de matrimonio y así bendecir y motivar a la nueva pareja, de modo que ante la vigilancia estricta de la mujer Alaya desayuno y de baño sin ser dejada sola un momento, Alita estaba al pendiente de todo lo que se pudiera necesitar, Drusso por su parte permanecía afuera de la casa divertido con las idas y venidas del grupo de mujeres. La matrona sujeto el largo y negro cabello de Alaya en seis bellas trenzas, posteriormente la ayudó a ponerse la túnica recta y blanca para pasar a la parte más importante y significativa la colocación del velo, puesto que Alita era la única compañía se le autorizo colocarlo junto con la matrona y encima de este una corona de hojas de naranjo, era una imagen de ensueño, Alaya lucía hermosa, sus ojos proyectaban alegría y entusiasmo, estaba a punto de llorar pero se contuvo.
Llegada la hora,tres niños, hijos de amigos de Crissio acudieron a acompañarla a su nuevo hogar, Drusso se colocó a la izquierda y Alita a la derecha cada uno con una antorcha en la mano para guiarla en su camino. Cuando estaba a punto de proseguir su camino un rostro desagradable se presentó ante ellos.
- ¡Vaya! Así que de verdad te cascaras con Crissio.
- ¿Qué hace aquí, no puede hacernos daño?
- Lo se fueron órdenes de Tiberio, pero en el senado corrió el rumor de tu compromiso, solo quise venir a felicitarte.
- Lo puede hacer en casa de Crissio.
- El no me quiere allí.
- Lo se, me lo dijo.
- Y el te dice todo ¿No? No tienes idea Alaya, no tienes idea de quién es Crissio y de lo que es capaz de hacer.
- Se lo suficientemente y se que es mejor que nadie.
- Tal vez, pero no lo olvides, trate de advertirte, Crissio no es lo que aparenta, es una maraña de engaños, pero en fin, espero que tengas un buen matrimonio.
Y despectivamente dio la vuelta alejándose del lugar y dejando a Alaya pensado en lo que había tratado de decir.


Crissio esperaba en la puerta de su hogar a la que sería su esposa, los rayos del sol ya eran demasiado débiles por lo que no había problema alguno para el, ataviado en su mejor armadura militar, capa roja ondeada al viento, el casco bajo su brazo izquierdo y su espada a la cintura mantenía una postura firme y sería, en su interior sabía que Alaya solo había aceptado su propuesta por mera protección a sus esclavos pero ahora las cosas eran diferentes, tan ella como el estaban sintiendo algo nuevo y profundo, la primera vez que la vio en compañía de su padre no le prestó atención e incluso llegó a creer que era una de las tantas chicas que el anciano le llevaba para saciar su ansiedad, la carga especial que el llamaba así, pero entonces al contemplar su belleza algo más lo cautivo, sus hermosos ojos verdes y sus labios rosados lo sedujeron, eso acompañado de un carácter fuerte y consiso muy raro en las damas de la ciudad hicieron que Alaya fuera más que una mujer para Crissio; recordó el día en que le pidió matrimonio, el temor y el titubeó volvieron a el como en su primera batalla y sin embargo estaba a punto de casarse con ella, esto ya no era una formalidad, ya no era una posición político-social, Crissio de verdad anhelaba estar con Alaya.
- Mi señor, ¿Se encuentra bien?
- No malael, no lo estoy, no se que está pasandome, sabes lo que soy y ahora estoy a punto de unir mi vida con ella y ni siquiera soy...
- Usted es quien es mi señor y eso es suficiente para nosotros, para la señora, no importa en lo que se haya convertido.
El tribuno colocó su brazo en el hombro del joven en señal de agradecimiento, uno de los invitados presentes se acercó a él, un general del ejército que le dio el saludo militar propio en muestra de respeto.
- ¡ En hora buena Crissio! Júpiter te bendice este día.
- Prefiero la bendición de Marte viejo amigo.
Ambos se dieron un fuerte abrazo recordando tiempos ya pasados.
- Mírate, cada día te vez más fuerte y jovial, mientras los demás envejecemos, ¿Cómo lo haces?
- Solo vivo.
- Por cierto, ya tardo ella ¿No crees?
Crissio no se había percatado del tiempo, en efecto hace más diez minutos que Alaya tendría que haber llegado a la casa del tribuno y no había señal de ella, rápidamente por su cabeza pasaron un sin fin de cosas, pasó la imagen y voz de Sejano.
- ¡Esto no me gusta!
Mandó a traer su caballo, el general pensaba acompañarlo, pues quizá alguna desgracia podría haberse presentado.
Cuando el tribuno estaba a punto de montar la bestia, estallaron en el camino las antorchas de Drusso y Alita, en medio de ellos los tres niños que debían acompañar a la novia y atrás Alaya del brazo de Lucila, los acompañaba una pequeña multitud que entonaba cánticos felices, palabras de buena fortuna y una que otra frase pícara para el futuro de los esposos, el corazón de Crissio se tranquilizó al verla y volvió a a su lugar a la puerta de su casa; los sirvientes clavaron sus antorchas en el suelo , en cada extremo del portón y allí permanecieron, por indicación de la matrona Alaya y Crissio untaron grasa animal en la puerta del nuevo hogar que se formaria. Después Alaya volvería a la entrada hasta que Crissio le ofreciera la entrada, está simbolizada por una pequeña ofrenda de aceite y agua en dos pequeñas vasijas, Alaya las acepto con una reverencia, la matrona Tolo la mano de Alaya y la de Crissio y las estrecho entre sí y los ataba con una cuerda de lino.
- Crissio, la mujer que entra a tu casa hoy se convierte en tu esposa, es tu deber protegerla, mantenerla feliz y amarla, olvidándose de ti para procurarla, ¿Aceptas estos designios?
- Los acepto con honor.
- Alaya , en el hogar que vas a entrar habita el hombre que será tu esposo, es tu deber atender sus necesidades, permanecer a su lado y amarlo, ¿Aceptas estos designios?
- ¡Los acepto con honor!
- Crissio, puedes proceder.
Con una mano, levantó lentamente el velo para el rostro de su ahora esposa, Alaya lucía hermosa, en su mirada se vía el mundo entero y la sonrisa que proyectaba hizo estremecer a Crissio este se perdió un instante en esa mirada tan bella.
Malael extendió a su amo el pan que tenía en sus manos, la pareja lo partió y cada uno comió un trozo, Crissio lo hizo aparentemente y después ambos dieron el primer paso a su nuevo hogar, a su nueva vida.
Los vítoreos y aplausos estallaron en el jardín de Crissio, la pareja levantó su mano atada mostrando que el matrimonio se había efectuado, acto seguido los allí presentes comenzaron a cenar mineras Crissio cumplía con el último Rito, guiar a Alaya por todos los pasillos de la casa, en este paseo ambos permanecieron en silencio, no sabían que decir, pero era evidente que estaban ambos más que felices, el paseo culminó en la habitación del tribuno donde cerraron la puerta quedándose sólos, Crissio desató el nudo que los unía y Alaya se sentó en la cama mirando fijamente a su esposo.
- Crissio ¿Puedo confiar en ti?
-  Claro que puedes.
- Es solo que hay mucho que no se de ti.
- Lo sabrás a su momento.
- Solo dime qué puedo confiar en ti.
- Puedes hacerlo Alaya, puedes hacerlo.
Y en sus labios se tocaron en un tierno y prolongado beso qué ambos anhelaban, Crissio la abrazo con fuerza sabiendo que le había mentido.

EL BESO DEL INMORTALМесто, где живут истории. Откройте их для себя